Real Time Web Analytics Bruselas10: julio 2007

domingo, 1 de julio de 2007

Bruselas Mestiza


Los flamencos han comenzado a abandonar Bruselas. En la capital están en minoría pero los que analizan el censo han llegado a la conclusión de que estas desafecciones, discretas pero constantes, responden a razones de fondo.
En 2004 fueron 11.000 los flamencos, la mayor parte de ellos gente muy joven, que vinieron a vivir a Bruselas desde Flandes, pero otros 18.000 abandonaron la capital, convirtiendo el balance migratorio en negativo.
Por lo visto, los flamencos aprecian el carácter cosmopolita de la capital de Europa, el entorno multilingüe y el estilo de vida de una ciudad de tintes (ligeramente) latinos, donde todavía se percibe en las calles algo de espontaneidad y de alegría de vivir.
Pero lo que definitivamente no les va es que las Administraciones municipales en las que se integran (normalmente Schaarbeek o Elsene) se dirijan a ellos en francés, un lenguaje éste que, sin embargo, no tienen ningún empacho en utilizar en sus contactos vecinales. Quieren que sus  funcionarios les hablen en flamenco. Y piensan que la enseñanza que se imparte en esa lengua en la ciudad no es de gran calidad. De modo que cuando fundan familias, buscan inmediatamente una vivienda en los suburbios, o se vuelven directamente a Flandes. Seis de cada 10 escogen en ese retorno los condados de Halle y Vilvoorde, que forman con Bruselas un mismo distrito electoral y unos pocos Leuven.
La relación de Flandes con Bruselas es complicada. Es su capital (la de Valonia es Namur), donde se encuentran las instituciones de la región y las internacionales, pero constituye un entorno esencialmente francófono y eso, a los nacionalistas flamencos, les produce urticaria.
Las ciudades son, por definición, zonas dinámicas, con flujos constantes entre el centro y la periferia, que las equilibran y enriquecen. Y las periferias tienen, por principio, potencial de expansión, porque es a través de ellas por donde las ciudades crecen.
En Bruselas no sucede nada de eso. Hay una periferia, pero es la misma que hace 40 años y no tiene el carácter funcional de aquellas porque no lo es tal, sino una frontera lingüística.
En los años 60, cuando los acuerdos lingüísticos, Flandes impuso el carácter bilingüe de Bruselas y determinó sus límites geográficos. No se han  movido ni un ápice desde entonces, lo que significa que la ciudad carece de los flujos naturales centro-periferia, y viceversa, que en otras urbes son comunes.
De modo que la capital de Europa es una ciudad que está sin serlo del todo, y a la que las fronteras lingüísticas han condenado al autismo conurbanístico.
Esta situación tiene consecuencias enormes sobre la vida de la urbe. “Cuando la geografía política se sobrepone a la geografía económica, organizando la ruptura del vínculo entre el centro y la periferia de la zona metropolitana, la situación es diferente (…) El análisis de la evolución de los regímenes financieros muestra que los mecanismos de financiación sucesivamente aplicados han situado sistemáticamente a la región de Bruselas en una posición de fragilidad (…) La impresión resultante es que el régimen financiero que data de 1989 fue pensado, en lo que concierne a Bruselas, en función de su demografía de comienzos de los años 70”, dice Paul Zimmer en su “Les Evolutions Démographiques de Socio-économiques de la Région de Bruxelles-Capitale depuis 1990”, (Colección CRISP, Courrier hebomadaire 1948-1949).
Los medios informativos cotidianos están comenzando a dar destellos de esa realidad. Este viernes hablaban de una situación estructuralmente débil de las finanzas en las comunas (municipios) de Bruselas, que son 19.
De modo que los flamencos han comenzado a abandonar Bruselas. No es extraño. La extrema derecha flamenca podrá vociferar que el movimiento responde a la insalubridad de la capital para los flamenco parlantes, pero la realidad es más sutil: determinadas iniciativas de fiscalidad competitiva adoptadas por las autoridades flamencas están socavando parte del atractivo de Bruselas como zona de destino de negocios de origen no multinacional, en los que los “pequeños flamencos” encuentran empleo.
Si tenemos en cuenta que los flamencos no se sienten identificados con ella, y que es demasiado cara para los valones, ¿qué le queda a la Bruselas?. Pues la inmigración cualificada. La de las grandes corporaciones multinacionales, que cuentan con un tratamiento fiscal favorable, para ellas y para sus empleados. O la de los funcionarios internacionales. E incluso la del Tercer Mundo que ni es cualificada, ni aporta gran cosa a la dinámica económica cotidiana sino color, y que suele ser fuente de muchos problemas, económicos y de integración.
No existe unanimidad entre los estudiosos. Unos, como el ya citado Zimmer, dicen que los extranjeros de origen o de nacionalidad representan actualmente el 46,5% de la población de Bruselas, que ronda el millón de habitantes. Otros, como el sociólogo Jan Hertonen, elevan el porcentaje hasta el 56,5, aunque la estimación sea discutida por colegas suyos como Dirk Jacobs, de la ULB, (Universidad Libre de Bruselas) que consideran la cifra exagerada.
Tanto da: el disparate de crear fosas lingüísticas en un país con dinámica diferenciada ha terminado generando tendencias tan disgregadoras en su seno que una joya engarzada en lo más alto de la historia de Europa, Bruselas, no puede encontrar ni su identidad, ni los medios para afirmarla.
Y todavía hay nacionalistas en España que creen que Bélgica es el modelo.
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