Real Time Web Analytics Bruselas10: mayo 2009

viernes, 8 de mayo de 2009

Gripe


Hace ya un montón de años, cuando comenzaba a preocuparme por la guerra, las armas y todo eso, fui a documentarme sobre lo que llaman “armamento de destrucción masiva” a la OTAN. Un militar, no sé si francés, inglés, americano o español, la verdad es que no me acuerdo, me debió ver los ojos como platos cuando me describía el potencial atroz de bacterias, hongos, virus, gases, isótopos radiactivos y toda esa porquería, empaquetada como armas, y me dijo: “mire, lo mejor es no entrar a imaginar qué podría suceder si aquel país, el otro o el de más allá, consigue semejante armamento, porque no dejaríamos vivir tranquila a la gente, y ese conocimiento no les reportaría ninguna seguridad añadida. Lo que no es, no es, y no vale de gran cosa asustar a la población advirtiéndola de lo que podría ser… porque igual no llegar a serlo. Porque lo más probable es que no lo sea nunca. De hecho, trabajamos para que no pase”.

Tengo metido el mensaje de ese militar en la cabeza. De vez en cuando se me materializa delante de los ojos, como si de una pancarta virtual se tratara, cuando veo a uno de esos del marketing político aterrorizando al personal desde la caja tonta, con severidad apocalíptica y ademanes de ángel exterminador. Me pasa mucho estas últimas semanas con lo de la gripe del guarro.

Hay una cosa por ahí que llaman Organización Mundial de la Salud, desde donde hace varias semanas se nos está diciendo, ni más ni menos, que media humanidad va a caer enferma porque hay suelto un virus muy peligroso. Luego te matizan que el virus en cuestión no es tan peligroso, pero que sin duda lo sería si muta, si cambia, y la nueva variante lo vuelve más agresivo para la especie humana. De modo que ya tenemos los ingredientes para la octava plaga de Egipto: un enemigo invisible que golpea poco, pero que puede devenir en martillo de la humanidad a nada que se lo proponga. Las multinacionales farmacéuticas, esas oenegés caritativas, dicen haberse puesto a la tarea y nos prometen una vacuna en unos pocos meses. Ya verán ustedes a qué precio. Mientras tanto, el Ejército, en España, ha recibido permiso (de una de esas multinacionales) para encapsular las reservas que atesora de un antiviral que se puso de moda cuando la anterior alarma planetaria por riesgo de pandemia: cuando lo de la gripe del pollo, en 2005. Los antivirales que yo, asustado como tantos, compré entonces, caducaron hace tiempo. ¿Los del Ejército, que son los mismos y de la misma marca, no? ¿Por qué no me vendieron a mí antivirales con la misma condición de pervivencia que los que compró Sanidad? ¿Verdad que están ustedes pensando lo mismo que yo?

Me acuerdo de aquel lío de la gripe del pollo. Era una alarma veterinaria y un comisario europeo la convirtió en una amenaza para la especie humana. Yo estaba presente cuando lo hizo y no quería creer lo que le oía a aquel noble varón, consciente como era yo, no sé él, del disparate que estaba cometiendo desde la tribuna. Se ve que el comisario no había hablado con los militares sobre las armas de destrucción masiva y no sabía que el miedo puede ser tan peligroso para una sociedad, o más, que un virus con potencial mutante.

Lo de la gripe del pollo terminó en nada. El virus no mutó; o no lo hizo suficientemente para amenazar la supervivencia de la humanidad. Y el de ahora tampoco lo ha hecho; además, nada impide que cambie de manera que se vuelva más inofensivo para el ser humano. Lo dicho: puede pasar, o no.

¡Pero qué lío, oiga! Cuánto dinero perdido. Cuántos malos ratos que se podrían haber evitado. Le preguntaba hace un par de días, por lo bajines, a una persona con conocimiento de causa, de una institución europea, que por qué no ponían término a esta paranoia. “¿Con el de la OMS diciendo lo que dice? ¿Quién se arriesga a minusvalorar la amenaza? ¿Y si la cosa se tuerce y nos encontramos efectivamente con una pandemia?”, me contestaron.

De modo que el baile sigue. Han tenido que cambiarle de nombre al virus, para no dañar los intereses comerciales de los criadores y comercializadores de cerdo. Nótese que yo la he llamado, a la gripe, “del guarro”, porque al cerdo que comemos en nuestras sociedades no lo dan tiempo ni de ensuciarse, de lo rápido que lo crían con recursos artificiales para sacrificarlo antes y sacarle beneficio. (Así, y de paso, no atento con esto que escribo contra las multinacionales de la alimentación, que venden cerdo pero no guarro y pollo criado con antibióticos que producen las mismas empresas que fabricarán la vacuna contra la gripe del guarro).

Los de la OMS, esa, la llaman ahora a la nueva peste la “Gripe A”. ¡Qué golpe de efecto! ¡Qué derroche de imaginación! ¡Así no tendrán que estrujarse el majín cuando lleguen otros virus con potencial mutante, (todos lo tienen) y se vean en la tesitura de ponerle un nombre. Tienen todo el abecedario por delante, y cuando se les acabe podrán comenzar duplicando las letras, como en las matrículas de los coches y añadirle números despues. Y pensar que la gripe española no venía de España, pero la bautizaron así para desprestigiar al país…

Alguien tendría que poner orden en todo este desaguisado. Le he oído al ángel exterminador ese decir que la amenaza no ha desaparecido, que se ha ido al hemisferio sur, y que en unos meses vuelve, con el otoño. Pero, hombre, no sea usted tan agorero. Lo mismo le gusta aquello y se queda…

¿Pero cuántas vacunas van a comprar los gobiernos de todo el planeta, cuando la tengan a punto las multinacionales, por la alarma social creada desde instancias técnicas que deberían medir más sus palabras, a la hora de poner en el mercado de la información global la especie de una amenaza potencial?
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