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sábado, 17 de diciembre de 2011

Derechos pesqueros para 2012


Esta madrugada, como suele ser costumbre en los grandes maratones negociadores agrícolas y pesqueros, los ministros de Pesca de la UE han cerrado un acuerdo para regular los derechos de pesca de los diferentes socios comunitarios a todo lo largo de 2012.

En Scribd podrán encontrar un documento en el que se reproducen los resultados de esta negociación, caladero por caladero y especie por especie, referidos a las flotas españolas. El documento, que ha sido elaborado a partir de documentación ofrecida de madrugada por el Ministerio, está aquí:

http://es.scribd.com/doc/75923175

En grandes cifras, el acuerdo comunitario supone derechos pesqueros por un total de 187.322 toneladas de pescado, frente a las 175.112 de 2011 y las 180.800 que ofertaba la Comisión en su propuesta. Las reducciones afectan a la cigala (-15 toneladas, sumados todos los caladeros), el gallo (-213), rayas (-289), el jurel (en el Mar del Norte y el Atlántico noroeste, -318), la gallineta nórdica (-100), el pez espada (-178) y el atún  patudo (-2.146).

Los aumentos más notables conciernen a la merluza (1.026 adicionales con respecto a las de este año tm en todos los caladeros), el rape (1.303), la bacaladilla (14.119) y el bacalao noruego (2.166).

Son, estas cuotas pesqueras de crisis, pues históricamente, Bruselas afloja las tuercas en derechos pesqueros cuando la economía va mal.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Mal Rollo

Europa está viviendo momentos muy desagradables, que se traducen en un malhumor y una desconfianza generalizados. Yo, que llevo largo tiempo recorriendo estos pasillos, no tengo conciencia de tensiones equivalentes a las de ahora este cuarto de siglo pasado. Las cosas no van bien y todo el mundo busca culpables. 

Los laboristas británicos, por ejemplo, concentran sus críticas en David Cameron, a quien le reprueban su descuelgue del proyecto europeo. David Miliband no discute las prácticas de la City, faltaría más! Blair las alentó durante sus mandatos. Utilizan el proyecto europeo en clave de política interior y los males de la construcción europea les tienen al pairo. 

Veamos por dónde andan los socialistas franceses. Carentes de un liderazgo consolidado, y divididos para variar, se están esforzando, cada cual desde su rincón, por encontrar un discurso que prenda en la opinión pública. El muy brillante François Hollande, al que la pérdida de peso le ha afilado la cara, pero no las ideas, quiere emular el estropicio que Laurent Fabius le ocasionó a la Constitución europea y amenaza con renegociar el acuerdo fiscal de la pasada cumbre. Pues sí que es brillante este pollo. Sólo faltaba que Francia, que forzó las cosas lo indecible para que Alemania aceptara poner su Deutsche mark en común, se cargara la moneda única por los bostezos de su diletante clase política. 

Las izquierdas españolas tienen las heridas al sol y están empeñados, sus miembros y miembras, en lavarlas con agua salada. El PSOE está llamado a recorrer un largo camino para recomponerse mientras Cayo Lara sostiene posiciones ideológicas ajenas al tiempo y al espacio que le ha tocado vivir.  

La política italiana prosigue con su acelerado descenso a los infiernos, parando en todos y cada uno de los rellanos del descrédito. ¿El último escándalo?: la negativa de la clase política a bajarse el suelo. Los diputados quieren seguir percibiendo sus 11.704 euros mensuales netos. Que se sacrifique el pueblo...

La oposición socialdemócrata alemana ha comenzado a esbozar posiciones novedosas en la crisis de la deuda. Dice que no se opondría a los eurobonos, siempre y cuando hubiera garantías de control previo (ex ante, dicen los cursis) de los proyectos nacionales de presupuestos. Eso es lo que está garantizándose Angela Merkel, pero se guarda aún (yo creo) su compromiso con los eurobonos, por si la voluntad ahorradora de los gobiernos de la Eurozona flaquea.

Merkel se ha convertido en el pim-pam-pum de esta feria. Los franceses dicen que ha vuelto el temible hegemonismo alemán. Los caricaturistas británicos la dibujan con casco prusiano y los griegos le suelen endosar periódicamente las insignias de las Waffen-SS, mientas le reclaman reparaciones de guerra.

A todo esto, Sarkozy no cesa en sus ataques directos a David Cameron, mientras que, como telón de fondo, las agencias de rating siguen saboteando los esfuerzos continentales para estabilizar los mercados monetarios. Las sospechas de que hay intereses anglosajones profundos complotados para impedir la consolidación del euro afloran a la superficie un día sí y otro también, lo mismo que la percepción de que a Alemania le va bien la presión del diferencial de la rentabilidad de las emisiones de deuda, para forzar a los gobiernos derrochadores a volver lo antes posible al redil.

Esta ya es una familia muy mal avenida. ¿Qué quieren que les diga? A mí no me parece que esto pueda aguantar así mucho tiempo más.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Una Jugada muy Arriesgada



La City londinense, el núcleo financiero más importante del mundo
Jean Monnet detalla en sus «Memorias» el desenganche británico del proyecto de Comunidad Económica Europea, a finales de los 40 y a todo lo largo de los 50. Cita, entre otros, a Sir Edwin Plowden, un hombre clave en la organización y la logística británicas de la postguerra. Cuenta cómo éste le explicaba el rechazo al proyecto de vertebración europea en términos simples, pero esclarecedores: «Éramos (la conversación con Plowden que rememora Monnet tiene lugar tiempo después de los hechos narrados) una nación victoriosa, con responsabilidades mundiales y no estábamos listos para establecer vínculos privilegiados con el continente».

Es historia que la Gran Bretaña se quedó al margen del proyecto común porque le venía pequeño y porque no quería mezclarse con perdedores. Tampoco deseaba (decía, refiriéndose a los cuestionables comportamientos italiano y francés durante la contienda) ponerse a la altura de ciertos oportunistas, teniendo, como aún tenía a mediados del siglo pasado, una proyección imperial y una interlocución privilegiada con Washington. También es historia que la realidad marcó el final de aquel espléndido aislamiento a comienzos de los 70, con la arribada de una Inglaterra mucho más humilde al ya próspero continente, con el que Londres necesitaba, imperiosamente, multiplicar sus relaciones comerciales.

Las cosas han cambiado poco desde entonces: el Reino Unido ha hecho muy bien lo que mejor sabe, que es vender. Hoy por hoy, más de la mitad de sus exportaciones tienen destino en sus socios de la Unión europea, con los que comparte mucho más que pan y mantel.

Por eso resulta todavía más incomprensible la salida de pata de banco de David Cameron la madrugada de este viernes, en el Consejo Europeo. Este joven premier británico ha decidido hacer tabla rasa de 40 años de historia y cabalgar por libre hacia no se sabe exactamente dónde.

Invocando la defensa de unos «intereses» presuntamente irrenunciables de la capitalidad financiera británica, que le reporta al Reino Unido en torno a un 10% de su PIB, Cameron ha decidido dejar a su país al margen de la unión fiscal que se anuncia en la UE para reforzar la posición del euro en los mercados internacionales. Y lo ha hecho, a sabiendas de que esta cabalgada la iba a emprender en solitario, de muy malas maneras: despreciando públicamente al euro, que es la moneda del continente.

No es una buena elección. Primero porque los activos que Cameron dice defender no tienen defensa política: uno no puede invocar un principio funcional tan cuestionable como la capacidad de los mercados para regularse por sí mismos, haciendo de ello toda una ideología y la elección estratégica de tu gobierno y cerrar los ojos a la realidad de que ese principio esconde muchísima "letra pequeña", muy poco edificante. Es esa "letra pequeña" la que el continente quiere expurgar de sus potenciales abusivos, porque lo que se denominan "mercados" cobijan, actualmente, a verdaderas tribus de iniciados en conocimientos y técnicas ajenas al común de los mortales, que son utilizadas indiscriminada y sistemáticamente para desplumar, precisamente, a esos mortales comunes. Que alguna vez esas operaciones de expolio encubierto bajo una legalidad tramposa salgan mal, y algún que otro iniciado se quede un rato en la miseria, no otorgan mayor licitud al montaje.

Y, segundo, porque el Reino Unido no va a poder preservar sus privilegios (quedarse fuera y entrar a picotear a voluntad), en la nueva etapa que se anuncia. Cameron cree que sí, pero quizás peque de optimismo. Irse de un sitio haciéndoles pedorretas a tus compañeros de habitación incomoda, y esos hasta ahora tus socios pueden considerar la colaboración contigo, en lo nuevo que se diseñe, de una manera muy displicente, bien distinta que la que te han otorgado.

Skyline londinense
La City londinense es el nuevo imperio británico, un imperio tan planetario como el del siglo XIX lo fue, quizás más. Pero es un imperio sólo financiero, mucho más vulnerable al miedo y a la incertidumbre que los cruceros de la Navy. Tus hasta ahora socios continentales pueden obstaculizar de mil maneras las relaciones de sus agentes económicos con tu imperio. Con impuestos, con papeleo, forzando a que las transacciones en euros se negocien en París, en Fráncfort ... Es cuestión de contrapesar costos y beneficios, en una escala temporal un poco más amplia que la que Cameron parece haber utilizado para su apuesta.

El premier británico cree que si el continente regula en exceso la actividad financiera, la City engordará sus cuentas con los desertores de la unión fiscal. La experiencia, sin embargo, demuestra lo contrario, que el bloque tiende a acentuar su cohesión. Bien podría suceder, por ello, que algunos bancos de Canary Wharf terminen emprendiendo el camino del continente a la vuela de unos cuantos años. Tiempo al tiempo

viernes, 9 de diciembre de 2011

Niebla en el Canal: el continente, aislado

Canary Wharf
Aunque la ruptura pareciera inevitable, no por ello ha dejado de ser estrepitosa: David Cameron, el primer ministro británico, ha decidido dejar a su país al margen del bosquejo de Unión Económica europea que resulta de los acuerdos de la última cumbre de Jefes de Estado o de gobierno de la UE que ha tenido lugar la noche del 8 de diciembre y la mañana del 9. Cameron ha dicho que no, que no está dispuesto a suscribir una reforma del Tratado que conduzca al endurecimiento de la disciplina presupuestaria de los Estados miembros y a la puesta en marcha de diferentes medidas para garantizarla. 

En realidad, el premier británico ha dado el portazo (en forma de veto a un Tratado a 27) porque no ha conseguido colar un protocolo que garantizaba la impunidad del sistema financiero británico ante los planes de regulación de mercados que pretende la Europa continental, con Alemania y Francia a la cabeza. La City londinense es el núcleo de finanzas más importante del mundo, por delante incluso de Nueva York y su Wall Street. Cameron ha hecho ideología nacional de esa filosofía neoliberal tan criticada, según la cual los mercados son los más adecuados para regularse a sí mismos y cualquier interferencia con ellos no hace otra cosa que falsear la verdad absoluta del beneficio como último referente. 

Londres, en consecuencia, ha confirmado esta noche pasada que se queda fuera del euro. No es una ratificación irrelevante esta: Blair jugó durante años con la posibilidad de integrar a la libra en la divisa común; cuando renunció, fruto de las circunstancias adversas y de su incapacidad para reconducir un clima de opinión entre los británicos contrario a la medida, su figura perdió todo interés para Belín y París. 

El premier británico pretende que las cosas no van a cambiar para el Reino Unido en lo sustancial: el mercado interior va a seguir abierto a sus mercancías. Londres se quedaría, así, al margen de lo que no le interesa y se beneficiaría de lo que le conviene.

Es muy probable, sin embargo, que Cameron peque de opimismo. Quedarse al margen de la "nueva frontera" europea constituye, por lo pronto, una ruptura con la estrategia británica en la UE desde su adhesión en 1973: estar en los foros de decisión, para "acomodar" la legislación comunitaria a sus intereses. 

Constituye también una apuesta difícil de ganar y más aún complicada de cobrar, porque la experiencia muestra que la integración europea es un proceso muy poderoso, que termina cohesionado a sus integrantes más allá de lo previsto en las estrictas proyecciones legislativas. Quedarse al margen de él es muy arriesgado, porque el Reino Unido carece de capacidad para imponer permanentemente sus condiciones a los demás. Si difícil lo tiene desde dentro, desde fuera aún más.

Pero es que, además, París y Berlín no pretenden circunscribir el nuevo modelo de integración a las cuestiones presupuestarias; prevén acciones en materia fiscal (sociedades), laboral y otras, en general incómodas para el Reino Unido. Es decir, que Londres va camino de verse cada vez más aislado en la UE.

Cameron, a mi entender, ha cometido una bobada estratégica. Se ha dejado llevar por el discurso euroescéptico de sus pares más allá de lo que la prudencia recomienda. Ya se sabe: aquella filosofía del "hay niebla en el Canal, luego otra vez el continente está aislado".

En cuanto al resto de los acuerdos, la cosa no es para echar cohetes: habrá algo más de cobertura financiera del FMI pero Alemania no cede en las cuestiones centrales de liquidez que los mercados reclaman para endosar sin reticencias la deuda soberana de los Estados miembros. El baile con la prima va a continuar, aunque a un compás algo más lento.

Declaración Cumbre europea

La Declaración de esta madrugada de los Jefes de Estado o de gobierno de la Eurozona está aquí:

NOTA: Esta es la VERSIÓN REVISADA que el Consejo acaba de distribuir)

http://es.scribd.com/doc/75210964

El comentario sobre los previsibles resultados de la reunión vendrá más tarde.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Esa Tripleta Fantástica


Las agencias de calificación se han convertido en auténticas “bestias negras” para amplios estratos de la opinión pública a ambos lados del Atlántico, y para buena parte de la clase política. Sus irrupciones continuadas en el debate sobre la deuda de los países miembros del euro, las recientes advertencias sobre una posible degradación de la Eurozona en su conjunto e, incluso, del Fondo de Rescate, por no hablar de sus flagrantes y estrepitosos ¿fallos? (Lehman Brothers, Enron, Freddie Mac y Fannie Mae, por citar algunos muy escandalosos de entre los recientes, hay muchos más, hablaremos de ellos), han generalizado el debate sobre la naturaleza de su función, la legitimidad con la que se desenvuelven en nuestras sociedades democráticas y, por encima de todo, sobre los intereses a los que sirven. En Europa se escuchan un día sí y otro también voces que piden actuaciones enérgicas contra ellas y las instituciones comunitarias y los Estados miembros de la UE han apostado abiertamente por crear una agencia de calificación de riesgos europea. Pero nada pasa y Standard & Poor, Fitch y Moody's, esta Tripleta Fantástica de jueces inapelables de las finanzas privadas y públicas, continúa obstaculizando la labor de los políticos que intentan desactivar la denominada “crisis de las deudas soberanas”, con unas valoraciones que el común de los gobernantes califica, cuando menos de inoportunas, algunos de injustas y casi todos de sesgadas.

A pesar de que para muchos, en Europa, su primer encuentro con la realidad de las agencias de notación sea reciente y esté relacionado con los complicados episodios financieros de estos últimos meses, lo cierto es que estas entidades incordian desde hace bastante tiempo. Nunca han vivido un momento de mayor glamur que el actual, es verdad, pero llevan más de una veintena de años haciendo trastadas. Nacieron, como casi todas las buenas ideas, para proteger las inversiones  de las personas, individuales o colectivas, en el laberinto de los mercados financieros, a comienzos del pasado siglo. Standard & Poor, filial de la editora McGraw Hill, se constituyó en 1860, mientras que Moody's lo hizo en 1900. Fitch, la tercera, no podía parangonarse con ese duopolio de facto pero la extraordinaria expansión de los mercados financieros le ha permitido auparse al podio de la fama. Nació en 1913 en Nueva York, pero ahora está en manos mayoritariamente francesas, a través de Fimalac. Las tres se han convertido en un contrapoder, de procedimientos y métodos muy cuestionables.

Como tantas cosas que estos días se revelan muy comprometedoras para el interés del conjunto de la sociedad, las agencias de calificación comenzaron su larga cabalgada hasta el Olimpo que ocupan en la actualidad con la liberalización de los movimientos de capitales, a largo y a corto plazo, en los 80 del pasado siglo. Thomas Friedman, editorialista de política exterior en el New York Times, manifestaba tras la caída del Muro de Berlín (1989) que “después de la Guerra Fría, el mundo cuenta con dos superpotencias, los Estados Unidos y la agencia Moody’s”. Y, continuaba diciendo, “si los Estados Unidos pueden aniquilar a un enemigo haciendo uso de sus arsenales militares, la agencia de notación financiera ‘Moody’s dispone de los medios para estrangular a un país asignándole una mala nota”.

Es posible que estos días los responsables de la Tripleta Fantástica maldigan a Friedman porque, ante las acusaciones de juego sucio que se les lanzan, responden diciendo que “sólo informan”, que “no recomiendan”.

Para informar disponen de recursos fabulosos. No sólo tienen estatutariamente acceso a información privilegiada de las entidades que califican, sino que cuentan con una fuerza de análisis nutridísima, capaz de trillar la información financiera lo mismo de países enteros que de sociedades cotizadas, grandes y pequeñas. La obligatoriedad del rating está muy extendida y se ha generalizado con la extensión del fenómeno de la “titulización”, del que han venido tantos quebrantos (entre otras razones porque la agencias de calificación otorgaron sus mejores notas a productos del mercado de derivados que no valían nada, las hipotecas “basura”).

Por establecer una comparación ilustrativa de las magnitudes con las que nos desenvolvemos, la ficha técnica del proyecto de agencia europea de control y supervisión de las agencias de calificación que fue remitida al Parlamento europeo en 2010 apunta un presupuesto anual de 2,5 millones de euros, entre personal (1,5 millones), edificio, equipamiento y otros gastos administrativos (628.000) y operaciones (300.000). El staff está definido en ¡12 personas!, cuando nuestra Tripleta Fantástica cuenta con miles de analistas.

Son los mercados financieros y las entidades de regulación, sin duda, los que han hecho grandes a estas sociedades, exigiendo que los productos de inversión dispongan de una especie de “certificado de calidad”, que es en lo que consiste la calificación y que va desde la cotizada “triple A” hasta la “D”.

Pero la Tripleta Fantástica no se ha contentado con los réditos que le proporcionaba su condición de agente necesario en la gran expansión financiera mundial de los últimos 30 años. Se han comportado como auténticos “grandullones” en el patio de la escuela. En 1993, por ejemplo, el condado de Jefferson, en Colorado, se oponía a que Moody’s calificara su emisión de obligaciones; quería que lo hiciera Fitch Investor Services, entonces mucho más pequeña y económica. Bueno pues Moody’s emitió lo que se conoce como una “notación no demandada” o “salvaje” sobre dicha emisión, que fue, por supuesto, negativa, y que la hizo imposible.

Esto de las “notaciones salvajes” tiene su chiste. En 1996, por ejemplo, Moody’s anunció que iba a publicar una nota sobre Egipto. Todo un chantaje, porque el gobierno cairota no tenía previsto efectuar ninguna emisión de obligaciones. Sin embargo, las autoridades egipcias tuvieron que maniobrar de urgencia para, con la colaboración de Goldman Sachs y EFG Hermes, satisfacer algunas exigencias del FMI que le permitieran salvar los muebles. Obtuvieron de Moody’s la notación Ba2, como México o Venezuela.  


Este género de comportamientos, chulescos e intimidatorios, los han prodigado por todo el mundo las agencias de calificación sin rubor alguno por los fallos e injusticias cometidas y, a lo que se ve, sin propósito de la enmienda. A Grecia la han acogotado pero, qué curioso, en 1975, la ciudad de Nueva York tenía una excelente calificación, lo que no impidió que suspendiera pagos.

Es obvio que para llegar a donde han llegado estas entidades han tenido complicidades políticas. A ambos lados del Atlántico, además. Pero también es cierto que la influencia de una notación crítica se ve centuplicada, en los mercados financieros, por la intervención de una serie de mecanismos, calificables directamente de especulativos, contra los que los gobiernos europeos y el estadounidense no están actuando con la energía necesaria.

Al asunto le dedicaremos otro “post”, que el de hoy es ya muy largo.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Dromedarios, camellos y caballos

La reforma del Tratado podría incluirse en el Tratado de Adhesión de Croacia 
Creo haberles dicho ya alguna vez que un camello es un dromedario pasado por una negociación europea, de modo que el resultado de las negociaciones entre Sarkozy y Merkel es, efectivamente, un dromedario de una giba que proyecta la sombra de dos. Pero, como en la caverna de Platón, la aparencia puede ser engañosa y de lo que se trata ahora es de ver si eso no va de caballos de Troya.

Ayer, el presidente francés y la canciller alemana revelaron en París las líneas generales de lo que pretenden hacer aprobar en la cumbre europea del jueves y el viernes. Fiel a mi tesis de "euro o chovinismo", voy a comenzar por la cuestión de la soberanía, diciéndoles que Francia no ha soltado del todo las riendas: será el Consejo, y no la Comisión, quien tendrá la última palabra sobre la imposición de sanciones a los países que incumplan la obligación básica del Pacto de Estabilidad, el conocido límite del 3% del PIB en déficit fiscal. Es verdad que, en el esquema que proponen a los demás Francia y Alemania, el Consejo tendrá que construir una "mayoría supercualificada" para rechazar una eventual propuesta de sanciones de la Comisión, lo que quiere decir que serán al menos 18 de los 27 socios de la UE los que deberán nutrir esa mayoría especial  y no los 14 al uso. Y no podrán ser cualesquiera de entre los socios europeos: deberán reunir al menos 255 votos de los 345 existentes en el Consejo, y tendrán que estar respaldados por no menos del 62% de la población del la UE.

El Tribunal Europeo de Justicia, por otra parte, no tendrá poderes para echar atrás presupuestos nacionales que no respeten la norma del 3%. Estará facultado para decir que la incumplen, pero no podrá tomar medidas judiciales en contra.

El acuerdo endurece extraordinariamente las condiciones del Pacto de Estabilidad vigente. Va más allá, incluso, que lo acordado por el grupo de trabajo que dirigió Van Rompuy para mejorar la operativa del Pacto. Pero no llega a los extremos propugnados por Angela Merkel, que quería que las instituciones comunes actuaran de oficio en estos asuntos, y sin interferencia de los poderes nacionales. La canciller alemana ha decidido asumir este planteamiento; cree que ofrece garantías suficientes para frenar derivas irresponsables de los socios del euro.

El resto de la historia se refiere a la determinación por sacar adelante todo este asunto. Dicen Merkel y Sarkozy que se va a proponer una reforma de los Tratados para encuadrar los nuevos planteaientos. Se intentará que la reforma la aprueben los 27; si no (si los británicos incordian), la reforma se acordará entre los socios del euro, 17 a la fecha, sobre una base bilateral. A mí se me ocurren varios obstáculos de oden jurídico para que un planteamiento así prospere sin reformas constitucionales en varios Estados miembros, España entre ellos. Por ejemplo, la cesión de soberanía presupuestaria no se puede pactar en un Tratado bilateral, aunque ese Tratado sea el de adhesión de Croacia, que se aprueba el viernes. Tengo curiosidad por ver en qué termina esto, y si la adhesión de Croacia no es utilizada como caballo de Troya para un cambio jurídico mayor. Los ingleses van a estar más atentos que yo.


Euro o chovinismo

 Bild 

Parece que ahora va en serio, que a la Unión Europea no le queda otro remedio que lograr acuerdos de gran trascendencia en su cumbre de esta semana próxima, so pena de abocar a la Unión Monetaria a una crisis de tal magnitud que podría terminar dado al traste con el euro y con el propio proyecto de construcción comunitaria.

Los ruidos que preceden a la convocatoria apuntan a un consenso franco alemán sobre los planteamientos que serán sometidos a la cumbre. Se trata de una percepción equivocada, un punto voluntarista, porque las estrategias de fondo de París y de Berlín difieren, aún hoy, en un aspecto sustancial: lo que Merkel quiere es "más Europa" para hacer frente a la crisis, mientras que Sarkozy busca un refuerzo de la cooperación intergubernamental para obtener, espera, los mismos resultados perseguidos por la canciller alemana. Esta, sin embargo, no cree que la intergubernamentalidad, promovida por Sarkozy, sea la fórmula más adecuada para hacer frente a la situación revelada por la que se denomina "crisis de la deuda"; desea, en cambio, reforzar el papel de la Comisión europea en la aplicación de los nuevos mecanismos de supervisión y control económico y presupuestario. Y lo exige como condición previa para relajar su oposición a fórmulas que aliviarían la presión de los mercados sobre las deudas de los países más vulnerables.

Angela Merkel no está sola en esas pretensiones: le apoyan abiertamente los socios del euro que forman parte del "club de la Triple A" (Finlandia, Holanda, Austria), además de muchos de los que, por su escaso peso internacional o lo limitado de sus recursos, confían en la Comisión para proyectar sus ambiciones hacia el exterior.

La oposición francesa al refuerzo de poderes de las instituciones europeas tiene que ver con la histórica animadversión de París a que Europa, en su conjunto, desempeñe un papel político sustantivo en la esfera internacional. Ese protagonismo se lo ha reservado históricamente para ella y la UE ha sido, este último medio siglo, la palanca con la que la política francesa ha conseguido mover sus piezas en el tablero de las grandes estrategias planetarias. Alemania, que hasta mediados de los años 90 asumió sin grandes aspavientos la hegemonía política de Francia, no está dispuesta a seguir transigiendo con ella, sobre todo si percibe que el método francés compromete la credibilidad del euro.

De modo que el factor clave que determinará el éxito o el fracaso de la próxima cumbre, a todas luces trascendental, no es si las sanciones a los incumplidores de la austeridad presupuestaria serán automáticas, o si las instancias europeas estarán habilitadas para rechazar de oficio proyectos de presupuestos nacionales, antes de que los Parlamentos respectivos se pronuncien sobre ellos. No. La materia más crítica en esa reunión, la línea de quiebra, estará situada en la aceptación por parte de Sarkozy de una cesión de protagonismo político a las instituciones de la Unión, que hasta ahora rechaza.

Hay razones para pensar que el presidente francés terminará plegándose a las exigencias de la realidad: si la cumbre fracasa, es prácticamente seguro que el remolino subsiguiente de los mercados arrastrará hasta profundidades desconocidas a la calificación de "triple A" que la deuda del país sostiene en precario, y a cuyo mantenimiento Sarkozy ha subordinado su futuro político.

Pero, como dice un amigo mío, «De Gaulle parece haber resucitado en Francia», y los aspavientos chovinistas se multiplican por el hexágono.

Lo que está claro es que Alemania no va a comprometer la estabilidad monetaria con disposiciones que debiliten al euro. Fue su condición previa para discutir la creación de un banco central europeo que gestionara una moneda común: que la lucha contra la inflación fuera la prioridad del futuro instituto emisor, como lo era -y es-, del Bundesbank. Berlín jamás dará ningún paso que permita evocar la "hiperinflación"de los años 20.

Aunque Europa se hunda.

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domingo, 4 de diciembre de 2011

Hoy como ayer



¿Para qué?

Este viernes ha habido en Bruselas una gran manifestación sindical contra las medidas de ahorro aprobadas por los dirigentes políticos que van a formar, por fin, gobierno en Bélgica.

Por hablar con propiedad, la protesta estaba dirigida contra los recortes económicos que esos políticos ha asumido, bajo la presión de los mercados financieros  internacionales, para formular un presupuesto marcado por la austeridad, con el que dar "cuerpo económico" a los cambios institucionales adoptados semanas atrás para proceder a la nueva reforma del Estado. El aspecto más destacado de esos cambios se refiere a la escisión del distrito electoral y judicial que forman, desde comienzos de los años 70, Bruselas y los cantones de Hal y Vilvorde. Se trata, esta separación, de una exigencia irrenunciable de los nacionalistas flamencos, que quieren consolidar la frontera lingüística adoptada a comienzos de los 70.

Había una enormidad de gente en esa manifestación. Unos dicen que 50.000, otros que 80.000 . Da igual: eran muchísimos para los hábitos y la talla demográfica de este país. A mí, que los veía pasar gritando aquello de "el 1% con mucha 'pasta' y el 99% con la rabia ", esta gente me traía a la memoria las grandes huelgas de invierno de 1960 y 1961, cuando los trabajadores, en su mayoría valones, de los sectores minero y siderúrgico, se cruzaron de brazos para protestar por las medidas de austeridad que quería imponer el entonces primer ministro del país (unitario a la fecha), Gaston Eysckens. Como todo su Ejecutivo, Eyskens estaba asustado por la deriva de las finanzas públicas belgas. Perdido el Congo un par de años antes (y aunque no por ello), la deuda pública del Estado comenzaba a montrar un perfil acentuadamente vertical.

El gobierno de coalición socialcristiano y socialista que comandaba Eysckens fracasó en sus esfuerzos por imponer austeridad en el gasto público, porque el sistema belga no fue capaz de acomodar sin graves quebrantos el desplome los sectores siderúrgico y minero de Valonia. Comenzaban el empobrecimiento del otrora próspero sur de Bélgica y los esfuerzos del país para encajar el golpe. No lo consiguió: la deuda pública se situaba en una media del 79% del PIB entre 1974 y 1984, y crecía hasta el 134,3% en 1993.

Para comprender este proceso hay que precisar que el subsidio de desempleo, en Bélgica, es de por vida y que el sector minero perdió al 97% de sus efectivos en sólo 2 años. Para financiar esas necesidades, y para afrontar las imprescindibles reestructuraciones del aparato productivo en un entorno internacional de encarecimiento de la energía, (el primer "choque" petrolífero se produjo en 1973, el segundo en 1979) el déficit presupuestario belga fue, de media, un -8,3% del PIB entre 1974 y 1984, subió al -9% en 1985 y llegó al -9,4% en 1986. Sólo en 1989 Bélgica comenzó a mostrar superávits fiscales.

Con un enorme esfuerzo (la tributación por rentas del trabajo es, en Bélgica, elevadísima y el IVA está desde hace décadas en el 21%) y una estricta contención del gasto público, los belgas comenzaron a reducir esta enorme montaña de deuda, a fin de estar en condiciones de acceder a la Unión Monetaria europea en 1999. En 2007 la dejaban en el 84,1% del PIB pero la crisis ha desbaratado estos esfuerzos y en 2010 estaban otra vez en el 96,2%. Eurostat, el servicio estadístico de la UE, les pronostica el 100,3% para 2013.



Les cuento toda esta historia porque, viendo pasar a aquellos manifestantes, me preguntaba por el margen del gobierno para atender a sus demandas. Creo que es nulo. Es verdad que el hundimiento de Valonia tuvo responsables con nombres y apellidos, empezando por la todopoderosa (entonces) Societé Générale de Belgique, el gran holding financiero e industrial que abandonó a la industria básica valona a su suerte para invertir en Francia, cuando vio que el modelo estaba abocado a su fin. O el Groupe de Launoit, que hizo otro tanto. Se llevaron el dinero donde produciría más y dejaron el “paquete”, quiero decir el paro, a la Seguridad Social, es decir, al contribuyente belga.

También es verdad que los flamencos contribuyeron no poco a este drama. Consiguieron financiación prioritaria del gobierno central para su carbón del Limburgo (97.000 millones de francos belgas de la época), con los que el sector se mantuvo activo aún otros 15 años. Els Witte y Jan Craeybeekx, citados por Bernard Demonty en "Saga Belgica", aseguran que Flandes obtuvo el 57,9% de las ayudas nacionales para expansión económica, mientras que Valonia sólo se quedó con el 38,2%. El 3,9% restante fue a Bruselas.

Pensaba, viendo juntas tantas historias de desconsuelo discurrir ante mí, que hace ahora 50 años Bélgica entró en barrena por una grave crisis industrial, que le obligó a financiar una muy importante tasa de desempleo con los generosos subsidios previstos por una legislación pactada entre socialcristianos y socialistas para estos casos. La reforma del Estado, con la imparable ascensión de los flamencos, consumió demasiadas energías políticas que hacían mucha falta en el rediseño económico del país. 

Ahora estamos como entonces, ante un grave deterioro de las finanzas públicas y con la gente en la calle,  exigiendo que no les pasen la factura. Pero Bélgica no puede esperar ya indulgencia de los mercados financieros internacionales, ni de la Unión Monetaria europea, cuya estabilidad se encuentra gravemente comprometida por las irresponsabilidades presupuestarias de unos y otros.

De modo que, hoy como ayer, Bélgica afronta un nuevo empobrecimiento, y para toda una generación, como mínimo. Y hoy como ayer el debate sobre la independencia de Flandes dista de estar cerrado: Bart de Weber y su NV-A, que han quedado al margen de los arreglos institucionales y presupuestarios de Bélgica, continúan aumentando su peso político en Flandes. Superan ya el 40% de la intención de voto.

Quien vea en Bélgica un ejemplo de adaptabilidad a las circunstancias ha perdido la visión espacial. Se ha tapado un ojo con un parche.


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martes, 29 de noviembre de 2011

Violencia (de género)

 He seguido con curiosidad la avalancha de informaciones que se ha adueñado de la páginas impresas y de los minutados de televisión, estos día atrás, sobre eso que algunos denominan la "violencia de género" y que a mí me parece violencia a secas. Sí, ya sé que en ciertos ámbitos molesta la útilización del sustantivo genérico, sin calificativo,  pero yo soy de los que desconfían de esas doctrinas oficiales que aparecen arrasando desde los cuatro puntos cardinales, como si fueran las nuevas plagas de nuestra moderna modernidad. Y esta lo es.

Si interpretáramos la catarata de noticias de estos días pasados a la luz del viejo -y sabio- principio de Proporcionalidad, tendríamos que concluir que España es un país de machistas violentos. La enorme profusión de estas temáticas en los medios informativos hablaría, a la luz de las provisiones del principio en cuestión, de una sociedad malsana, violenta y despreciativa con las mujeres.

Bueno, pues resulta que no es así. El otro día, coincidiendo con la jornada mundial que el departamento de Naciones Unidas que dirije la actual jefa de Bibiana Aido, Michelle Bachelet, dedicaba a esto de la violencia (de género, igual si la cosa iba de violencia a secas habría que tratarlo como un asunto judicial, y las dos se quedaban sin trabajo), me puse a buscar estadísticas y descubrí cosas asombrosas. Por ejemplo, que en 2010, en Francia, murieron un total de 173 personas (146 mujeres y 28 hombres) por disputas de raíz doméstica cuando en España, las cifras correspondientes ascendieron ese año a 80 personas, 73 de ellas mujeres, según datos del último informe del Observatorio de Violencia de Género. Y si tomamos en cuenta el censo femenino de ambos países ese 2010, (33,4 y 23,3 millones, respectivamente), encontramos que en nuestro vecino murió ese año una de cada 228.000 mujeres, mientras que en España fue una de cada 319.000. A la luz de la estadística, los franceses son mucho más violentos con las mujeres.

Pero es que, además, se sabía (no yo, lo he descubierto buscando estos datos) que España no es un país particularmente machista. Un informe del Instituto Universitario para el estudio de la Violencia del Centro Reina Sofía, que incluye datos hasta 2006, sitúa a nuestro país por detrás de Austria, Finlandia, Estados Unidos, Francia, el Reino Unido, Noruega o Italia en este tema. Y si en el cómputo se incluye a países de América Latina, el presunto machismo de los españoles se diluye en los últimos puestos de la lista. Del informe en cuestión viene al gráfico que les adjunto.

La violencia de un hombre contra una mujer es vergonzosa e indignante; no admite paliativos. Se ejerce en un ámbito en el que la mujer se confía. Es una violencia que debe ser combatida a todos los niveles: educativos, preventivos, coercitivos y punitivos. Pero de eso a presentar un día sí y otro también a la sociedad española como una banda de crápulas y sátiros hay un abismo.

Y eso, exactamente, es lo que se está haciendo.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Los socios de la UE quieren seguir mangoneando la cohesión



Parece que la crisis de la deuda tenga a toda la actividad comunitaria prendida con alfileres y es posible que la apariencia responda incluso a una realidad objetiva, pero los ríos subterráneos siguen fluyendo y si todo esto no se va al carajo, que no lo creo, terminarán por salir a la superficie.

Es el caso, por ejemplo, de las discusiones en curso sobre las próximas Perspectivas Financieras 2014-2020. Hace ya algún tiempo les contaba (vean el "post" "Bronca en ciernes por el dinero europeo" del 31 de julio, dedicado a este tema) que los Estados miembros que se benefician de estas ayudas estaban tomando posiciones en el debate y que España pretende crear una categoría de  "zonas intermedias", ni en retraso ni en pleno desarrollo, a la que se adherirían aquellas con rentas de entre el 75 y el 90 por ciento de la media comunitaria.

Todo ello, naturalmente, al objeto de no ver muy mermados los ingresos del país por cohesión intracomunitaria durante el nuevo periodo de programación plurianual de gasto.

Otros tienen ideas diferentes. La Comisión, por ejemplo, pretende forzar una concentración del gasto comunitario en tres objetivos específicos, con el propósito, dice, de obtener resultados más aparentes en el desenclavamiento de las "regiones en desarrollo", según la denominación oficial.

La idea -que no es nueva- ha despertado considerables recelos durante una reciente reunión informal de ministros de Desarrollo regional, que ha tenido lugar esta semana en Pozdam, bajo presidencia polaca de la UE. La Comisión quiere que los ejes principales de las inversiones por Cohesión sean la I+D+I (investigación, desarrollo e innovación), el refuerzo de la competitividad de las pymes; y el apoyo a la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono. Los Estados potencialmente beneficiarios de las ayudas, en cambio, discuten el planteamiento y manifiestan que si la agenda de "Europa 2020" consagra 11 objetivos estratégicos, constreñir la cohesión a sólo 3 de estos parece una sinrazón.

Las conclusiones de esta reunión, que les adjunto, reflejan el objetivo de la concentración del gasto pero también, de un modo velado, el malestar que la idea genera entre los beneficiarios, para los que la libertad de acción parece primordial.

Esta actitud no debe extrañar: el interés por concentrar el gasto comunitario, a fin de magnificar sus resultados en una banda estrecha de actuaciones, han estado en el ánimo comunitario desde la formulación del primer "Paquete Delors", en 1988. Contrariamente a los deseos de la Comisión, los Estados miembros dejaron en una relativa indefinición la elegibilidad de objetivos financiables por los fondos estructurales, a fin de atender a las demandas de flexibilidad en las asignaciones de gasto formuladas por los Estados miembros.  Luego, en las discusiones de Edimbrugo que alumbrarían el segundo "paquete Delors", España siguió defendiendo la elegibilidad del conjunto del territorio nacional para el gasto de las ayudas estucturales. De hecho, en 1989 entraron bajo la condición de regiones asistidas (por el entones "Objetivo 2" para las zonas en declive industrial) territorios como Madrid, Barcelona, Gerona o Tarragona, de las que no eran acreedoras pero a las que pudieron asimilarse gracias a que el objetivo porcentual de paro en ellas registrado no fue cifrado en los reglamentos correspondientes.

Se trata, por lo tanto, de una vieja pugna en la que España va a tener un papel de importancia relativa esta vez, porque el grueso de las ayudas va a ir a parar a los adheridos en la última tanda.

El 6 de diciembre, los ministros continuarán discutiendo este asunto en Bruselas, ya en Consejo formal.

Les dejo dos gráficos que tienen un cierto valor: el primero refleja las ayudas recibidas por España por cohesión intracomunitaria desde 1989 (año de entrada en vigor del "Delors-1") hasta 2009, de acuerdo con cifras proporcionadas por la Comisión europea. El segundo ha sido elaborado a partir de datos propios, y refleja el reparto regional de esas ayudas.

Las conclusiones del Consejo informal de Desarrollo de Pozdam están aquí:

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Alemania tropieza

Alemania ha tenido dificultades hoy para colocar una emisión de deuda pública. La Agencia alemana de la Deuda ha tenido que guardarse casi la mitad de un paquete de 6.000 millones a 10 años, porque no encontraba compradores. Es un factor a tener en cuenta, y muy significativo.

En España se está reclamando de Alemania acciones más determinantes para acabar con la crisis de la deuda, pero los gobernantes germanos tienen que sopesar tanto el apoyo o el rechazo de su opinión pública (¿acaso hay un gobierno en la UE que esté dispuesto a ceder el poder por ayudar a Grecia a salir del embrollo en el que se ha metido?) y de los mercados monetarios. Ni el uno, ni los otros, están garantizados. Ni siquiera para Alemania.

Hoy, la Comisión europea ha presentado sus ideas sobre los anhelados Eurobonos, que no serían otra cosa que emisiones conjuntas de deuda que se beneficiarían del prestigio y de la solidez de las principales economías de la Eurozona, para captar dinero a mejor precio en beneficio de los que, como España o Italia, atraviesan más dificultades para financiarse en los mercados internacionales. Merkel no quiere abrir esa vía ahora. Yo soy de los que piensan que lo hará cuando Italia y España asuman compromisos objetivos de recorte del gasto público que reduzcan las incertidumbres de los mercados. Todo ello para no fragilizar al conjunto de la Eurozona.

Lo que ha pasado hoy es un aldabonazo de primer rango.




martes, 22 de noviembre de 2011

Clientelismo político

Italia, Grecia, una parte de Bélgica, otra de España (¿cuánta?), tienen a la democracia corrompida por el clientelismo, el que han practicado, en casos durante décadas, unos políticos mediocres y acomodaticios, aupados al poder de sus Estados respectivos por otros ideales que el servicio público o las convicciones morales y políticas.

El otro día leía yo con curiosidad un artículo publicado en Le Monde por el escritor y ensayista griego, Takis Teodoropoulos. En él se apuntaba claramente al clientelismo político como responsable de la ingobernabilidad actual de Grecia y de la virulencia de las manifestaciones contra la austeridad exigida por las instancias internacionales para inyectar dinero en la economía helena y sacar al país de la quiebra. "El sindicalismo del sector público, dice Teodoropoulos, que ha vivido durante treinta años bajo la tutela de la clase política, se siente huérfano cuando esa misma clase política le abandona a las arenas movedizas de las privatizaciones necesarias para pagar las deudas del país. Y es lo mismo para el propietario de un taxi o el de la farmacia de la esquina, que han vivido tres décadas bajo la protección de un sistema que les permitía controlar la distribución de licencias".

A la luz de esta realidad, tan crudamente descrita or Teodoropoulos, las acusaciones de fraude lanzadas por los manifestantes en la plaza Syntagma ("los políticos se han forrado"), adquieren una profundidad pavorosa. Es la acusación de quien se siente traicionado por aquellos a los que ha ayudado a prosperar y que, en la crisis, ve huir con las maletas hinchadas de billetes, dejando detrás a los compañeros necesarios para la parte precedente del trayecto. Es una versión trágica de nuestro "¿qué hay de lo mío?".

Hay quienes aseguran que la corrupción es consustancial a la democracia. Yo creo, sin dar por bueno el aserto, que en cualquier caso hay gradaciones. Y estoy convencido de que renunciar a la honestidad en política es suicida.  Existe un consenso generalizado sobre la necesidad de corregir los abusos del capitalismo, algunos de cuyos mecanismos se han convertido en referentes internos para un modelo que funciona al margen del sistema. "¡Y menos mal que es así!", te espetan sin arrobo alguno los arcángeles de Wall Street y de la City, significándote la escasa credibilidad de los que nos gobiernan y la nula eficacia del tinglado que han creado. Por corrupto, entre otras cosas. Porque basa su legitimidad, dicen, en unas urnas compradas.

Ante imputaciones de estas características, quienes creemos en la democracia no podemos rasgarnos las vestiduras y clamar que las libertades están en peligro que es, más o menos, lo que ha hecho la clase política cuando los mercados monetarios la han arrastrado por el barro, desacreditando sus planteamientos y esfuerzos. 

La "Tangentopolis" italiana, las periódicas acusaciones de corrupción en el sur de Bélgica, los oscuros tejemanejes del poder en Francia con los Bettencourt, las afirmaciones de los republicanos catalanes, citando a Pedro Solbes, de que en Andalucía las exigencias tributarias están muy relajadas, ofrecen una fachada bien poco ejemplar para contraponer a los dictados excéntricos de las agencias de califición o los comportamientos desorbitados de los especuladores financieros, que despluman a sociedades enteras ante la impotencia de quienes les gobiernan.

En la campaña electoral que ha concluido en España se ha oído hasta la saciedad la cantinela de que quienes más tienen están obligados a ayudar a los desposeídos de fortuna. No ha habido, en cambio, ni una sola referencia a la responsabilidad de quienes reciben esa ayuda por dejar de aceptar peces y ponerse a aprender a pescar. Con la disculpa de la redistribución, las sociedades se deslizan con una relativa facilidad hacia el clientelismo político y luego pasa lo que denuncia Teodoropoulos: que bajo las capuchas de los que prendían fuego al mobiliario urbano en Atenas, causando estragos que el Ayuntamiento no tiene dinero para reparar, no había metalúrgicos o mineros salidos de los archivos de la historia,  sino hijos de pequeñoburgueses acostumbrados a un régimen de vida y a unos privilegios facilitados por unos políticos que han endeudado a su país hasta las cejas para seguir facilitandolos.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Si el euro se hunde, Europa se hundirá con él


Firma del Tratado de Maastricht, en 1992



Se está dando en España y en otros países miembros de la Unión Europea un debate a mi modo de ver gratuito sobre el impacto que tendría en la construcción comunitaria la caída del euro. Yo soy de los que creen que semejante acontecimiento, de producirse, vaciaría de contenido a la Unión y abriría el camino a enormes tensiones que no solo empobrecerían al continente, sino que resucitarían las peores compulsiones de un pasado que creemos, erróneamente, superado.

Existe un lugar común en esa discusión según el cual el euro, la Unión Monetaria, sería el resultado del Tratado de Maastricht de 1992, que fue aprobado en una cumbre celebrada en esa localidad holandesa en diciembre de 1991. «Prescindimos de él y volvemos a la situación precedente, que no era tan mala», afirman quienes proponen hacer tabla rasa de estas dos últimas décadas.

Es una percepción equivocada. En realidad, la Unión Monetaria ha estado en el núcleo del pensamiento europeo desde sus planteamientos originarios, que no son demasiado ajenos al Zollverein, la unión aduanera germana del siglo XIX. El proceso de integración comunitaria seguiría los pasos de la moderna Alemania, que removió las tarifas internas entre los Estados federados en 1834, dando lugar a un mercado interior que precedería a la unión política de la federación en 1871, cuando se creó el Reichsbank. El marco llegó en 1876.

La construcción europea comenzó a mediados de la pasada década como una unión aduanera, que reclamaba, desde sus muy tempranos momentos, un mecanismo de cambios estables. Ese fue el origen del Sistema Monetario Europeo, creado por una cumbre de jefes de Gobierno de la CE el 5 de diciembre de 1978, a instancias del entonces presidente de Francia, Valery Giscard d"Estaign y el canciller alemán Helmut Schmidt

Subterfugios como el "ecu" -la "cesta monetaria" contra la que se definían las fluctuaciones máximas de las monedas que componían el SME- y el mucho más esotérico "ecu verde", el que se utilizaba para liquidar las ayudas del Fondo de Garantía Agrícola, con sus correspondientes «montantes compensatorios monetarios» negativos o positivos, complicaban la vida de una realidad económica y mercantil común hasta extremos a veces ridículos. El Informe Werner de 1970, en el que se enunciaba abiertamente la necesidad de que Europa construyera, a más tardar para 1980, su unión monetaria, no hizo otra cosa que dar carta de naturaleza a aquellos deseos.

El euro, la moneda única, es la culminación de los enormes esfuerzos acometidos este último medio siglo para dar coherencia económica a la construcción europea. Cuando Kohl y Mitterrand firmaron, en enero de 1988 en París, los protocolos que institucionalizaban el eje francoalemán, en el XXV aniversario del Tratado del Elíseo, lo que Francia esperaba de los nuevos instrumentos creados (el Consejo Económico y Financiero entre ellos, el otro era el Consejo de Defensa y Seguridad) era que se sentaran inmediatamente las bases para la creación del Banco Central Europeo. Alemania, al principio, no quería. Ese año, el ministro germano de finanzas, Gerhard Stoltember, en perfecta sintonía con el presidente del Bundesbank, Karl-Otto Pöhl, ponía el acento en la liberalización de los movimientos de capitales y la cooperación entre bancos centrales en materias fiscales, económicas o regionales, además de monetarias, antes que en una unión monetaria con su correspondiente banco central. Stoltemberg reclamaba, concretamente, una unión política europea, que condujera a la unión monetaria. El Zollverein.

Luego, como siempre pasan las cosas en la UE, las voluntades de unos y otros fueron cuadrando, de manera que en 1999, el euro pudo ver la luz como instrumento fiduciario.

Si el euro cae víctima de las actuales tensiones monetarias, no sucumbirá solo una expresión más de la Europa común; desaparecerá el núcleo central de sus anhelos. El resentimiento contra aquellos a los que se considere culpables de la defunción (lo sean realmente o no, estas cosas siempre son discutibles) y la inestabilidad derivada de la pérdida de los equilibrios continentales de este último medio siglo harán el resto del trabajo. Europa, como proyecto común, dejará de ser una realidad y pasará a los libros de historia.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Ver lo invisible

La visualización de datos se está convirtiendo en una disciplina básica en nuestra sociedad de la información. Existen técnicas muy interesantes que ofrecen resultados espectaculares. Yo les traigo aquí hoy una visualización del tráfico de correos electrónicos de Yahoo, que me ha asombrado. Es posible separar las palabras más utilizadas en esos correos electrónicos y rastrear su importancia a lo largo del tiempo. La aplicación la ha desarrollado una sociedad norteamericana, de nombre Periscopic, que ha acometido otros proyectos, como rastrear las palabras utilizadas por los candidatos republicanos de los EE.UU en sus intervenciones.
Les sugiero que echen una ojeada a estos recursos y se pregunten por las técnicas de monitorización y rastreo a las que nos vemos sometidos en nuestros días.


Periscopic está en



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jueves, 17 de noviembre de 2011

Monetarismo de Izquierdas


El debate actual sobre la Europa a dos o más velocidades es conceptualmente abusivo. No se trata ya de que fuentes informativas de muy alto nivel nieguen taxativamente que Francia y Alemania estén preparando un “núcleo duro” de miembros del euro, (que me lo niegan y yo las creo), sino que constituye una contradicción básica pretender a estas alturas una concepción “técnica” de la Unión Monetaria” (los que cumplen los criterios, dentro, los que no, fuera, e inmediatamente), cuando esta es una construcción política, y va a continuar siéndolo.

Si la Unión Monetaria (UEM) se constituía con las monedas de la cuenca del Rin y sus aledaños inmediatos, o no, fue un debate de los años 90. Su momento de máxima relevancia tuvo lugar en torno a 1997, cuando los halcones alemanes del Bundesbank y otros teóricos de la jaez exigían a voz en cuello una concepción ortodoxa de la UEM, para evitar derivas inflacionarias de la futura moneda única que comprometieran la clave estatutaria del Bundesbank: la estabilidad monetaria. En Davos, en 1997, varios banqueros, en su mayoría alemanes, cargaron contra la admisión de los socios mediterráneos en la “primera línea” del euro y se supo que existía un informe que dejaba a España, Portugal e Italia en un “stand by” de la Unión Monetaria, cuando esta comenzara su andadura, en 1999. El propio Kohl tuvo que salir al quite y garantizar que el calendario del euro se cumpliría a rajatabla, rachazando apremios del Bundesbank y de Kenneth Clarke, el canciller del Exchequer británico, que pedían retrasar el lanzamiento de la moneda única.

Antes, a comienzos de década, la idea de que la Unión Monetaria se iba a construir a “dos velocidades” había sido moneda de cambio corriente. Delors no lo recomendaba pero reconocía la necesidad de que las economías “débiles” de la UE aceptaran periodos transitorios antes de asumir plenamente la moneda única y la presidencia holandesa de la UE llegó  a articular el proyecto, durante su mandato de la segunda mitad de 1991. Al final, la idea fue abandonada porque en las múltiples deliberaciones previas a la cumbre de mayo de 1998, en la que se estableció la lista de miembros del euro y el cambio de sus monedas con respecto a la divisa común, quedó claro que el costo político (y posiblemente económico) que soportarían los países que se quedaban fuera sería excesivo. De modo que se alivió ligeramente el criterio de deuda (el 60% del PIB permaneció, pero se decidió dar por bueno que quienes lo superaran mostraran una tendencia de aproximación a él, como claramente había precisado Kohl a Romano Prodi previamente), y la Unión Monetaria comenzó “a 11”, con pie político.

Lo que ha pasado estos últimos meses y años, además de la golfada de los bancos norteamericanos de inversión y sus “subprimes”, es la constatación de que las salvaguardias establecidas en el Pacto de Estabilidad para garantizar la austeridad presupuestaria fueron insuficientes.

Están pasando también otras cosas, como el alto costo que la mayoría de los socios de la Eurozona están soportando para refinanciar sus deudas, pero es lo que cabía esperar después de la suspensión parcial de pagos griega. Los que prestan el dinero tienen razones para desconfiar de los débiles.

Volviendo a las salvaguardias: después de la trapacería de Grecia, está claro que la Unión Monetaria necesita garantías más rigurosas sobre la satisfacción de los criterios de austeridad subyacentes en su filosofía. Nadie debería escandalizarse: la Unión Monetaria es un proyecto monetarista, no colectivista y fue aprobado por todas las izquierdas moderadas del continente. Empezando por los italianos del Partido Democrático de Izquierda (PDS), herederos del PCI e integrados en la coalición de centro izquierda conocida como El Olivo, que tomaron el poder en 1996 con la aquiescencia de las derechas ilustradas del país, católicas como laicas. La otra facción del extinto PCI, los de la Refundación Comunista de Bertinotti, quedó al margen.

El dato (podríamos haber utilizado el de la España de Felipe González, pero es más conocido) sirve para constatar que Maastricht, y su monetarismo ideológico, no sólo fue un resultado de las derechas europeas, sino también de las izquierdas con opciones de gobierno.

El Olivo fracasó en la reforma del Estado italiano que perseguía, como le ha pasado a Berlusconi y el país paga ahora la desconfianza de los mercados.

La reforma del Tratado de Lisboa que se está preparando no busca consagrar una Europa a dos (o más) velocidades. Pretende poner negro sobre blanco lo ya aceptado: que habrá una supervisión presupuestaria de los presupuestos nacionales por parte de las instancias comunitarias antes de que las grandes cuentas sean presentadas a los Parlamentos respectivos; que habrá una amenaza real y efectiva de sanciones pecuniarias para los países que incumplan las limitaciones de gasto público; que se multiplicarán las ocasiones de supervisión macroeconómica entre los socios del euro, etc. Todo ha sido ya aprobado por sucesivas cumbres; ahora hay que ponerlo en aplicación, como está previsto en 2012.

Y es imaginable que los socios del euro pongan en marcha lo que decidieron en la trascendental cumbre del pasado octubre: “a la vez que reforzamos nuestros instrumentos para luchar contra la crisis en la zona del euro, decía la Declaración entonces adoptada, seguiremos avanzando en la integración de las políticas económicas y presupuestarias mediante el refuerzo de la coordinación, la supervisión y la disciplina. Desarrollaremos las políticas necesarias para apoyar el funcionamiento de la zona de la moneda única”.

También cabe prever que los candidatos al euro tendrán que cumplir a rajatabla las condiciones de Maastricht y que, por ello, habrá retrasos en la entrada de nuevos socios.

No son imaginables cambios mayores en el derecho básico de la UE porque estos demandarían revisiones importantes de los Tratados, algo que ha sido expresamente descartado por los principales actores europeos.

Queda abierta, naturalmente, la posibilidad de que grupos pequeños de países avancen más en el proceso de integración, merced al mecanismo de “cooperaciones reforzadas” que prevén los últimos Tratados y que el de Lisboa facilita considerablemente.

Hablaremos de ellas cuando se planteen.

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jueves, 10 de noviembre de 2011

¿Pero qué negocia esta gente?


No sé ustedes pero yo estoy bastante sorprendido por los meandros por lo que las clases políticas de los países en crisis se ponen a navegar, cuando la presión internacional arrecia. Porque, si Grecia no tiene dinero para pagar los sueldos de sus funcionarios ni las pensiones de sus clases pasivas, ¿qué han negociado tan intensamente estos días atrás el Pasok (el partido del primer ministro saliente, Yorgos Papandreu) y la Nueva Democracia de Antonis Samaras? ¿Y por qué se empeña Silvio Berlusconi en aferrarse al poder? ¿Pero es que no percibe este personaje que la credibilidad de Italia, muy comprometida en los foros internacionales, se ve aún más dañada por un empecinamiento, el suyo, que es percibido comúnmente ya como una gesticulación gratuita y estéril?

Da la impresión de que, en Grecia, la clase política está al "sálvese quien pueda", mientras que en Italia, Silvio anda más bien por el "esperad a que me salve yo y después os apañáis como mejor os venga". Esa es la conclusión que cabe extraer sin grandes dificultades en el primero de los casos; si los conservadores de Nueva Democracia (los que falsearon la estadística de Grecia para entrar en el euro) no apoyaban los ajustes propuestos por Papandreu, después de haberlos negociado este con la Unión Europea y el FMI, (¿qué margen había ahí?), es porque querían gestionarlos ellos mismos. ¿Con qué fines? ¿Los del bien común que no han respetado hasta ahora, o los suyos propios?.

Lo de los partidos políticos griegos semeja, al menos a mí me lo parece, a lo que  sucedió en Portugal con el socialista Sócrates y la oposición conservadora de Pedro Passos Coehlo. En uno y otro caso, esa oposición ha conseguido auparse al poder, en el caso griego por la puerta de atrás, mediante un denominado "gobierno de concentración" nacional. Pero ¿cabe creer que quenes han contribuido tan activamente a la postración extrema en la que Grecia (y Portugal) se encuentran, vayan a trabajar acertadamente ahora para sacarlas de ese estado?

En Italia, el presidente del Consejo de Ministros (que así se denomina oficialmente el cargo) parece vivir completamente aislado de la realidad. Vamos a decirlo así. El hombre más rico de tan rico país, que viene exhibiendo estos últimos años en un escaparate público de farolillos rojos y luz negra una senectud indecorosa y lasciva, parece pensar que Europa, Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional son tan maleables como su Parlamento, al que ha arrancado una y otra vez, con triquiñuelas clientelistas, leyes y decretos que le han permitido escapar de los tribunales. Si con sus dilaciones (la última hasta las elecciones de febrero) espera que los tiempos se calmen para comprar su sucesión, se equivoca. Merkel y Sarkozy no le dan ya más crédito y las agencias de calificación y los mercados financieros tampoco. 

Y unos y otros, que quieren que les diga, tienen razón. Italia, con Belusconi ahora, antes con otros, lleva demasiado tiempo sin acometer reformas muy importantes para contener el derroche de gasto público y ya no despierta confianza. Lástima que la credibilidad de un individuo esté llevando al hoyo a la cuarta economía de la Eurozona, miembro de pleno derecho del G7. La canciller y el presidente francés sonrieron cuando les preguntaron, en la última cumbre europea, si creían en la determinación de Berlusconi por poner en orden las cuentas públicas del país. El FMI y la Comisión europea se van a ocupar de eso: el Financial Times citaba ayer un documento de los inspectores internacionales desplazados a Italia en el que se reclama una lista de propiedades del gobierno que puedan ser puestas en venta, a fin de aumentar en 5.000 millones la reducción anual de la deuda pública emitida por Roma (cerca de 2 billones de euros), porque consta ya que Italia no va a cumplir con sus objetivos de déficit en 2012 y 2013.

Lo más lamentable de esta historia es que la economía italiana no amenaza quiebra. Está diversificada y es grande, los déficits anuales son pequeños y cuenta con un sector bancario sólido.

Más que una crisis de la deuda, me parece que lo que verdaderamente ha entrado en barrena, en Europa, es una cierta manera de hacer política.

Les dejo el vídeo de aquella patochada de Berlusconi, en la cumbre del 60 aniversario de la OTAN, en el puente que une Estrasburgo y Kehl, cuando despreció a los anfitriones haciéndoles esperar mientras hablaba por teléfono. ¿Con quién? 




miércoles, 9 de noviembre de 2011

El clima económico empeora

Un instituto alemán de estudios económicos, el IFO, con sede en Munich y que se encuentra imbricado en la Universidad de aquella ciudad, ha hecho públicas hoy unas estimaciones bastante negativas sobre el clima económico de la Eurozona, este cuarto trimestre de 2011.

El informe asegura que el Indicador de Clima Económico (uno índice compuesto) ha retrocedido severamente este cuarto trimestre del año con respecto al tercero. Se encuentra, actualmente, "significativamente por debajo de la media en el largo plazo".

El diagnóstico negativo concierne lo mismo a la situación actual que a las perspectivas para los seis próximos meses.

España, en el análisis, figura agrupada con Grecia y Portugal, a pesar de que los mercados parecen haber dado  una pausa a nuestro país. Italia figura en otro grupo, con Irlanda y Francia. En los tres, la situación económica es percibida como "floja.

Estos datos se publican pocos días antes de que la Comisión europea haga públicas sus Previsiones Económicas de Otoño, que se anuncian conflictivas.

Les dejo el informe en Scribd: http://es.scribd.com/doc/72175864

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Esta limitación va a impedirme advertirles a ustedes por correo electrónico de las publicaciones de nuevos blogs; yo no tengo los recursos financieros de Apple. Pero, afortunadamente, y si desean seguir honrándome con  su interés, hay una manera muy fácil de estar al tanto de los movimientos en Bruselas10: suscribiéndose usted, directamente, al Blog. Para ello, deberá introducir el correo electrónico al que quiere que le lleguen los avisos de publicación en la ventanilla que le señalo en la foto. Inmediatamente después de hecho, y tras apretar el botón "Submit" , se abrirá otra ventana en la que le pedirán que reproduzca unos caracteres que aparecen escritos en ella de una manera un poco rara. Si falla (a veces no son fáciles de reproducir) se le presentarán otros las veces que haga falta. Se suele acertar a la primera o a la segunda. Después le llegará un correo electrónico de "Feedburner Email Subscriptions", con el título "Activate your Email Subscripton to: Bruselas10", en el que le pedirán que ratifique su petición. Toque el link que se le presentará en él, y la cosa estará hecha.

No se preocupe, esta operación no conlleva ninguna otra servidumbre que la de la suscribirse a mi Blog. Su correo no será utilizado para otros fines que este específico.

La única razón que tengo para regalar en Internet algo de lo que hasta hace pocos meses ha sido mi trabajo es alcanzar una audiencia. Tengo que confesarles que estoy bastante asombrado, y satisfecho, por la buena acogida que mi Blog ha tenido, pero mis procedimientos para comunicarme con ustedes fuera de él tienen que cambiar.

Gracias por su acogida.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Superradar de velocidad

Este asunto tiene poco que ver con los problemas europeos, pero lo he visto en un Blog de nuevas tecnologías y me ha asombrado tanto que he decidido compartirlo con ustedes. Se trata de un nuevo modelo de radar de tráfico que es capaz de monitorizar, simultáneamente, todos los coches que aparecen en su haz de rastreo. Un detector de matrículas lee las placas y  superpone los resultados en una ventana que se desplaza al unísono del vehículo sobre la filmación. En el extremo de la ventana se sobreimprime la velocidad específica a la que circula el automóvil; en rojo si rebasa la velocidad máxima, en amarillo si está próximo del límite y en verde si rueda de acuerdo con las normas.

Las informaciones disponibles apuntan que el artefacto en cuestión comenzará a ser desplegado a comienzos de 2012 en las carreteras estadounidenses pero yo sospecho que se va a hacer rápidamente un hueco en las nuestras.


Italia, el enfermo que nunca estuvo sano

Los anglosajones son aficionados a buscar al "enfermo" en las situaciones financieras complicadas y lo encuentran invariablemente en los demás; ellos no lo son nunca. Ahora señalan a Italia, en la Eurozona, como merecedora del calificativo pero yo creo que ese enfermo no ha estado nunca sano.

Berlusconi ha tenido que aceptar, en la última cumbre del G20, la llegada a los pasillos de la economía italiana de husmeadores del FMI y de la Comisión europea. Van allí a certificar que el gobierno de Roma cumple con sus compromisos de ajuste presupuestario y control del gasto público. El polémico presidente del Consejo italiano de ministros considera esta intrusión menos humillante que la perfusión financiera del FMI, que dice haber rechazado, pero Cristine Lagarde, la directora gerente de esa institución, niega habérsela ofrecido. Enredos florentinos. Lo verdaderamente sustancial es que la comunidad financiera internacional no cree ya en la virtud de la tercera economía de la Eurozona, cuyo PIB, groso modo, supera al español un 50% en volumen (1,59 billones la primera, 1,08 la segunda este 2011, según estimaciones efectuadas por Eurostat).

Virtuosa, lo que se dice virtuosa, la economía italiana no lo ha sido nunca. La desconfianza declarada estas semanas atrás hacia la capacidad romana para honrar sus compromisos financieros internacionales no es, ni mucho menos, nueva, pero había quedado adormecida por los vapores balsámicos del euro, desde su lanzamiento en 1999.

Italia llegó a la moneda única por los pelos. Por una decisión política. La misma que permitió que España, Bélgica o Portugal formaran parte del grupo de socios fundadores del euro. Grecia entró después, en 2001, como se sabe haciendo trampas con los números. Durante mucho tiempo hubo sospechas, no del todo despejadas, de que Italia había hecho otro tanto.

Los criterios para abrir el acceso al euro, establecidos por una cumbre europea en diciembre de 1991, (aquella famosa reunión de Maastricht), cifraban inequívocamente un límite para el criterio de deuda del 60% del PIB en los candidatos a la moneda única. Aún así, Alemania aceptó in extremis, para franquear el acceso a Roma (y a Bélgica, que cojeaba del mismo pie), que la guillotina del 60% fuera sustituida provisionalmente por «una tendencia hacia» el 60%. Así, la deuda italiana representó en 1999 el 113,7% del PIB, el 109,2% en 2000 y hasta el 103,9% en 2004. Después la tendencia cambió y se le anticipa para este año un espectacular 120,3% del Producto Interior Bruto. España andará en el 71% en 2012, según la Comisión europea.

En aquellos mediados de los 90, España estaba lanzada a satisfacer los criterios de Maastricht y Aznar llegaba a criticar a Prodi, entonces presidente del Consejo italiano de ministros, en entrevistas que concedía a la prensa internacional, como una muy sonada de octubre de 1996 al Financial Times.

A Alemania, entonces, Italia le preocupaba mucho más que España, por la sencilla razón de que la deuda romana era, ella sola, un cuarto de la acumulada por el conjunto de la Eurozona. La española y la belga apenas representaban un mero 6% cada una. En los pasillos de Bruselas se oía que «la deuda italiana puede tumbar el euro». Era, y es, verdad.

Estamos, pues, donde estábamos. Con la deuda italiana amenazando la supervivencia de la moneda única. La diferencia con respecto a finales de los 90 pasados es que los mercados financieros creían en la cohesión interna de la Eurozona y ahora no.

La otra diferencia la marca Alemania: quienes entonces aceptaron contemporizar con la deuda, ahora no están por la labor. Exigen disciplina. El sábado, Merkel decía que a Europa, controlar sus déficits públicos le va a costar una década. El horizonte de sacrificios está bien claro.
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