Real Time Web Analytics Bruselas10: diciembre 2011

sábado, 17 de diciembre de 2011

Derechos pesqueros para 2012


Esta madrugada, como suele ser costumbre en los grandes maratones negociadores agrícolas y pesqueros, los ministros de Pesca de la UE han cerrado un acuerdo para regular los derechos de pesca de los diferentes socios comunitarios a todo lo largo de 2012.

En Scribd podrán encontrar un documento en el que se reproducen los resultados de esta negociación, caladero por caladero y especie por especie, referidos a las flotas españolas. El documento, que ha sido elaborado a partir de documentación ofrecida de madrugada por el Ministerio, está aquí:

http://es.scribd.com/doc/75923175

En grandes cifras, el acuerdo comunitario supone derechos pesqueros por un total de 187.322 toneladas de pescado, frente a las 175.112 de 2011 y las 180.800 que ofertaba la Comisión en su propuesta. Las reducciones afectan a la cigala (-15 toneladas, sumados todos los caladeros), el gallo (-213), rayas (-289), el jurel (en el Mar del Norte y el Atlántico noroeste, -318), la gallineta nórdica (-100), el pez espada (-178) y el atún  patudo (-2.146).

Los aumentos más notables conciernen a la merluza (1.026 adicionales con respecto a las de este año tm en todos los caladeros), el rape (1.303), la bacaladilla (14.119) y el bacalao noruego (2.166).

Son, estas cuotas pesqueras de crisis, pues históricamente, Bruselas afloja las tuercas en derechos pesqueros cuando la economía va mal.

viernes, 16 de diciembre de 2011

Mal Rollo

Europa está viviendo momentos muy desagradables, que se traducen en un malhumor y una desconfianza generalizados. Yo, que llevo largo tiempo recorriendo estos pasillos, no tengo conciencia de tensiones equivalentes a las de ahora este cuarto de siglo pasado. Las cosas no van bien y todo el mundo busca culpables. 

Los laboristas británicos, por ejemplo, concentran sus críticas en David Cameron, a quien le reprueban su descuelgue del proyecto europeo. David Miliband no discute las prácticas de la City, faltaría más! Blair las alentó durante sus mandatos. Utilizan el proyecto europeo en clave de política interior y los males de la construcción europea les tienen al pairo. 

Veamos por dónde andan los socialistas franceses. Carentes de un liderazgo consolidado, y divididos para variar, se están esforzando, cada cual desde su rincón, por encontrar un discurso que prenda en la opinión pública. El muy brillante François Hollande, al que la pérdida de peso le ha afilado la cara, pero no las ideas, quiere emular el estropicio que Laurent Fabius le ocasionó a la Constitución europea y amenaza con renegociar el acuerdo fiscal de la pasada cumbre. Pues sí que es brillante este pollo. Sólo faltaba que Francia, que forzó las cosas lo indecible para que Alemania aceptara poner su Deutsche mark en común, se cargara la moneda única por los bostezos de su diletante clase política. 

Las izquierdas españolas tienen las heridas al sol y están empeñados, sus miembros y miembras, en lavarlas con agua salada. El PSOE está llamado a recorrer un largo camino para recomponerse mientras Cayo Lara sostiene posiciones ideológicas ajenas al tiempo y al espacio que le ha tocado vivir.  

La política italiana prosigue con su acelerado descenso a los infiernos, parando en todos y cada uno de los rellanos del descrédito. ¿El último escándalo?: la negativa de la clase política a bajarse el suelo. Los diputados quieren seguir percibiendo sus 11.704 euros mensuales netos. Que se sacrifique el pueblo...

La oposición socialdemócrata alemana ha comenzado a esbozar posiciones novedosas en la crisis de la deuda. Dice que no se opondría a los eurobonos, siempre y cuando hubiera garantías de control previo (ex ante, dicen los cursis) de los proyectos nacionales de presupuestos. Eso es lo que está garantizándose Angela Merkel, pero se guarda aún (yo creo) su compromiso con los eurobonos, por si la voluntad ahorradora de los gobiernos de la Eurozona flaquea.

Merkel se ha convertido en el pim-pam-pum de esta feria. Los franceses dicen que ha vuelto el temible hegemonismo alemán. Los caricaturistas británicos la dibujan con casco prusiano y los griegos le suelen endosar periódicamente las insignias de las Waffen-SS, mientas le reclaman reparaciones de guerra.

A todo esto, Sarkozy no cesa en sus ataques directos a David Cameron, mientras que, como telón de fondo, las agencias de rating siguen saboteando los esfuerzos continentales para estabilizar los mercados monetarios. Las sospechas de que hay intereses anglosajones profundos complotados para impedir la consolidación del euro afloran a la superficie un día sí y otro también, lo mismo que la percepción de que a Alemania le va bien la presión del diferencial de la rentabilidad de las emisiones de deuda, para forzar a los gobiernos derrochadores a volver lo antes posible al redil.

Esta ya es una familia muy mal avenida. ¿Qué quieren que les diga? A mí no me parece que esto pueda aguantar así mucho tiempo más.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Una Jugada muy Arriesgada



La City londinense, el núcleo financiero más importante del mundo
Jean Monnet detalla en sus «Memorias» el desenganche británico del proyecto de Comunidad Económica Europea, a finales de los 40 y a todo lo largo de los 50. Cita, entre otros, a Sir Edwin Plowden, un hombre clave en la organización y la logística británicas de la postguerra. Cuenta cómo éste le explicaba el rechazo al proyecto de vertebración europea en términos simples, pero esclarecedores: «Éramos (la conversación con Plowden que rememora Monnet tiene lugar tiempo después de los hechos narrados) una nación victoriosa, con responsabilidades mundiales y no estábamos listos para establecer vínculos privilegiados con el continente».

Es historia que la Gran Bretaña se quedó al margen del proyecto común porque le venía pequeño y porque no quería mezclarse con perdedores. Tampoco deseaba (decía, refiriéndose a los cuestionables comportamientos italiano y francés durante la contienda) ponerse a la altura de ciertos oportunistas, teniendo, como aún tenía a mediados del siglo pasado, una proyección imperial y una interlocución privilegiada con Washington. También es historia que la realidad marcó el final de aquel espléndido aislamiento a comienzos de los 70, con la arribada de una Inglaterra mucho más humilde al ya próspero continente, con el que Londres necesitaba, imperiosamente, multiplicar sus relaciones comerciales.

Las cosas han cambiado poco desde entonces: el Reino Unido ha hecho muy bien lo que mejor sabe, que es vender. Hoy por hoy, más de la mitad de sus exportaciones tienen destino en sus socios de la Unión europea, con los que comparte mucho más que pan y mantel.

Por eso resulta todavía más incomprensible la salida de pata de banco de David Cameron la madrugada de este viernes, en el Consejo Europeo. Este joven premier británico ha decidido hacer tabla rasa de 40 años de historia y cabalgar por libre hacia no se sabe exactamente dónde.

Invocando la defensa de unos «intereses» presuntamente irrenunciables de la capitalidad financiera británica, que le reporta al Reino Unido en torno a un 10% de su PIB, Cameron ha decidido dejar a su país al margen de la unión fiscal que se anuncia en la UE para reforzar la posición del euro en los mercados internacionales. Y lo ha hecho, a sabiendas de que esta cabalgada la iba a emprender en solitario, de muy malas maneras: despreciando públicamente al euro, que es la moneda del continente.

No es una buena elección. Primero porque los activos que Cameron dice defender no tienen defensa política: uno no puede invocar un principio funcional tan cuestionable como la capacidad de los mercados para regularse por sí mismos, haciendo de ello toda una ideología y la elección estratégica de tu gobierno y cerrar los ojos a la realidad de que ese principio esconde muchísima "letra pequeña", muy poco edificante. Es esa "letra pequeña" la que el continente quiere expurgar de sus potenciales abusivos, porque lo que se denominan "mercados" cobijan, actualmente, a verdaderas tribus de iniciados en conocimientos y técnicas ajenas al común de los mortales, que son utilizadas indiscriminada y sistemáticamente para desplumar, precisamente, a esos mortales comunes. Que alguna vez esas operaciones de expolio encubierto bajo una legalidad tramposa salgan mal, y algún que otro iniciado se quede un rato en la miseria, no otorgan mayor licitud al montaje.

Y, segundo, porque el Reino Unido no va a poder preservar sus privilegios (quedarse fuera y entrar a picotear a voluntad), en la nueva etapa que se anuncia. Cameron cree que sí, pero quizás peque de optimismo. Irse de un sitio haciéndoles pedorretas a tus compañeros de habitación incomoda, y esos hasta ahora tus socios pueden considerar la colaboración contigo, en lo nuevo que se diseñe, de una manera muy displicente, bien distinta que la que te han otorgado.

Skyline londinense
La City londinense es el nuevo imperio británico, un imperio tan planetario como el del siglo XIX lo fue, quizás más. Pero es un imperio sólo financiero, mucho más vulnerable al miedo y a la incertidumbre que los cruceros de la Navy. Tus hasta ahora socios continentales pueden obstaculizar de mil maneras las relaciones de sus agentes económicos con tu imperio. Con impuestos, con papeleo, forzando a que las transacciones en euros se negocien en París, en Fráncfort ... Es cuestión de contrapesar costos y beneficios, en una escala temporal un poco más amplia que la que Cameron parece haber utilizado para su apuesta.

El premier británico cree que si el continente regula en exceso la actividad financiera, la City engordará sus cuentas con los desertores de la unión fiscal. La experiencia, sin embargo, demuestra lo contrario, que el bloque tiende a acentuar su cohesión. Bien podría suceder, por ello, que algunos bancos de Canary Wharf terminen emprendiendo el camino del continente a la vuela de unos cuantos años. Tiempo al tiempo

viernes, 9 de diciembre de 2011

Niebla en el Canal: el continente, aislado

Canary Wharf
Aunque la ruptura pareciera inevitable, no por ello ha dejado de ser estrepitosa: David Cameron, el primer ministro británico, ha decidido dejar a su país al margen del bosquejo de Unión Económica europea que resulta de los acuerdos de la última cumbre de Jefes de Estado o de gobierno de la UE que ha tenido lugar la noche del 8 de diciembre y la mañana del 9. Cameron ha dicho que no, que no está dispuesto a suscribir una reforma del Tratado que conduzca al endurecimiento de la disciplina presupuestaria de los Estados miembros y a la puesta en marcha de diferentes medidas para garantizarla. 

En realidad, el premier británico ha dado el portazo (en forma de veto a un Tratado a 27) porque no ha conseguido colar un protocolo que garantizaba la impunidad del sistema financiero británico ante los planes de regulación de mercados que pretende la Europa continental, con Alemania y Francia a la cabeza. La City londinense es el núcleo de finanzas más importante del mundo, por delante incluso de Nueva York y su Wall Street. Cameron ha hecho ideología nacional de esa filosofía neoliberal tan criticada, según la cual los mercados son los más adecuados para regularse a sí mismos y cualquier interferencia con ellos no hace otra cosa que falsear la verdad absoluta del beneficio como último referente. 

Londres, en consecuencia, ha confirmado esta noche pasada que se queda fuera del euro. No es una ratificación irrelevante esta: Blair jugó durante años con la posibilidad de integrar a la libra en la divisa común; cuando renunció, fruto de las circunstancias adversas y de su incapacidad para reconducir un clima de opinión entre los británicos contrario a la medida, su figura perdió todo interés para Belín y París. 

El premier británico pretende que las cosas no van a cambiar para el Reino Unido en lo sustancial: el mercado interior va a seguir abierto a sus mercancías. Londres se quedaría, así, al margen de lo que no le interesa y se beneficiaría de lo que le conviene.

Es muy probable, sin embargo, que Cameron peque de opimismo. Quedarse al margen de la "nueva frontera" europea constituye, por lo pronto, una ruptura con la estrategia británica en la UE desde su adhesión en 1973: estar en los foros de decisión, para "acomodar" la legislación comunitaria a sus intereses. 

Constituye también una apuesta difícil de ganar y más aún complicada de cobrar, porque la experiencia muestra que la integración europea es un proceso muy poderoso, que termina cohesionado a sus integrantes más allá de lo previsto en las estrictas proyecciones legislativas. Quedarse al margen de él es muy arriesgado, porque el Reino Unido carece de capacidad para imponer permanentemente sus condiciones a los demás. Si difícil lo tiene desde dentro, desde fuera aún más.

Pero es que, además, París y Berlín no pretenden circunscribir el nuevo modelo de integración a las cuestiones presupuestarias; prevén acciones en materia fiscal (sociedades), laboral y otras, en general incómodas para el Reino Unido. Es decir, que Londres va camino de verse cada vez más aislado en la UE.

Cameron, a mi entender, ha cometido una bobada estratégica. Se ha dejado llevar por el discurso euroescéptico de sus pares más allá de lo que la prudencia recomienda. Ya se sabe: aquella filosofía del "hay niebla en el Canal, luego otra vez el continente está aislado".

En cuanto al resto de los acuerdos, la cosa no es para echar cohetes: habrá algo más de cobertura financiera del FMI pero Alemania no cede en las cuestiones centrales de liquidez que los mercados reclaman para endosar sin reticencias la deuda soberana de los Estados miembros. El baile con la prima va a continuar, aunque a un compás algo más lento.

Declaración Cumbre europea

La Declaración de esta madrugada de los Jefes de Estado o de gobierno de la Eurozona está aquí:

NOTA: Esta es la VERSIÓN REVISADA que el Consejo acaba de distribuir)

http://es.scribd.com/doc/75210964

El comentario sobre los previsibles resultados de la reunión vendrá más tarde.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Esa Tripleta Fantástica


Las agencias de calificación se han convertido en auténticas “bestias negras” para amplios estratos de la opinión pública a ambos lados del Atlántico, y para buena parte de la clase política. Sus irrupciones continuadas en el debate sobre la deuda de los países miembros del euro, las recientes advertencias sobre una posible degradación de la Eurozona en su conjunto e, incluso, del Fondo de Rescate, por no hablar de sus flagrantes y estrepitosos ¿fallos? (Lehman Brothers, Enron, Freddie Mac y Fannie Mae, por citar algunos muy escandalosos de entre los recientes, hay muchos más, hablaremos de ellos), han generalizado el debate sobre la naturaleza de su función, la legitimidad con la que se desenvuelven en nuestras sociedades democráticas y, por encima de todo, sobre los intereses a los que sirven. En Europa se escuchan un día sí y otro también voces que piden actuaciones enérgicas contra ellas y las instituciones comunitarias y los Estados miembros de la UE han apostado abiertamente por crear una agencia de calificación de riesgos europea. Pero nada pasa y Standard & Poor, Fitch y Moody's, esta Tripleta Fantástica de jueces inapelables de las finanzas privadas y públicas, continúa obstaculizando la labor de los políticos que intentan desactivar la denominada “crisis de las deudas soberanas”, con unas valoraciones que el común de los gobernantes califica, cuando menos de inoportunas, algunos de injustas y casi todos de sesgadas.

A pesar de que para muchos, en Europa, su primer encuentro con la realidad de las agencias de notación sea reciente y esté relacionado con los complicados episodios financieros de estos últimos meses, lo cierto es que estas entidades incordian desde hace bastante tiempo. Nunca han vivido un momento de mayor glamur que el actual, es verdad, pero llevan más de una veintena de años haciendo trastadas. Nacieron, como casi todas las buenas ideas, para proteger las inversiones  de las personas, individuales o colectivas, en el laberinto de los mercados financieros, a comienzos del pasado siglo. Standard & Poor, filial de la editora McGraw Hill, se constituyó en 1860, mientras que Moody's lo hizo en 1900. Fitch, la tercera, no podía parangonarse con ese duopolio de facto pero la extraordinaria expansión de los mercados financieros le ha permitido auparse al podio de la fama. Nació en 1913 en Nueva York, pero ahora está en manos mayoritariamente francesas, a través de Fimalac. Las tres se han convertido en un contrapoder, de procedimientos y métodos muy cuestionables.

Como tantas cosas que estos días se revelan muy comprometedoras para el interés del conjunto de la sociedad, las agencias de calificación comenzaron su larga cabalgada hasta el Olimpo que ocupan en la actualidad con la liberalización de los movimientos de capitales, a largo y a corto plazo, en los 80 del pasado siglo. Thomas Friedman, editorialista de política exterior en el New York Times, manifestaba tras la caída del Muro de Berlín (1989) que “después de la Guerra Fría, el mundo cuenta con dos superpotencias, los Estados Unidos y la agencia Moody’s”. Y, continuaba diciendo, “si los Estados Unidos pueden aniquilar a un enemigo haciendo uso de sus arsenales militares, la agencia de notación financiera ‘Moody’s dispone de los medios para estrangular a un país asignándole una mala nota”.

Es posible que estos días los responsables de la Tripleta Fantástica maldigan a Friedman porque, ante las acusaciones de juego sucio que se les lanzan, responden diciendo que “sólo informan”, que “no recomiendan”.

Para informar disponen de recursos fabulosos. No sólo tienen estatutariamente acceso a información privilegiada de las entidades que califican, sino que cuentan con una fuerza de análisis nutridísima, capaz de trillar la información financiera lo mismo de países enteros que de sociedades cotizadas, grandes y pequeñas. La obligatoriedad del rating está muy extendida y se ha generalizado con la extensión del fenómeno de la “titulización”, del que han venido tantos quebrantos (entre otras razones porque la agencias de calificación otorgaron sus mejores notas a productos del mercado de derivados que no valían nada, las hipotecas “basura”).

Por establecer una comparación ilustrativa de las magnitudes con las que nos desenvolvemos, la ficha técnica del proyecto de agencia europea de control y supervisión de las agencias de calificación que fue remitida al Parlamento europeo en 2010 apunta un presupuesto anual de 2,5 millones de euros, entre personal (1,5 millones), edificio, equipamiento y otros gastos administrativos (628.000) y operaciones (300.000). El staff está definido en ¡12 personas!, cuando nuestra Tripleta Fantástica cuenta con miles de analistas.

Son los mercados financieros y las entidades de regulación, sin duda, los que han hecho grandes a estas sociedades, exigiendo que los productos de inversión dispongan de una especie de “certificado de calidad”, que es en lo que consiste la calificación y que va desde la cotizada “triple A” hasta la “D”.

Pero la Tripleta Fantástica no se ha contentado con los réditos que le proporcionaba su condición de agente necesario en la gran expansión financiera mundial de los últimos 30 años. Se han comportado como auténticos “grandullones” en el patio de la escuela. En 1993, por ejemplo, el condado de Jefferson, en Colorado, se oponía a que Moody’s calificara su emisión de obligaciones; quería que lo hiciera Fitch Investor Services, entonces mucho más pequeña y económica. Bueno pues Moody’s emitió lo que se conoce como una “notación no demandada” o “salvaje” sobre dicha emisión, que fue, por supuesto, negativa, y que la hizo imposible.

Esto de las “notaciones salvajes” tiene su chiste. En 1996, por ejemplo, Moody’s anunció que iba a publicar una nota sobre Egipto. Todo un chantaje, porque el gobierno cairota no tenía previsto efectuar ninguna emisión de obligaciones. Sin embargo, las autoridades egipcias tuvieron que maniobrar de urgencia para, con la colaboración de Goldman Sachs y EFG Hermes, satisfacer algunas exigencias del FMI que le permitieran salvar los muebles. Obtuvieron de Moody’s la notación Ba2, como México o Venezuela.  


Este género de comportamientos, chulescos e intimidatorios, los han prodigado por todo el mundo las agencias de calificación sin rubor alguno por los fallos e injusticias cometidas y, a lo que se ve, sin propósito de la enmienda. A Grecia la han acogotado pero, qué curioso, en 1975, la ciudad de Nueva York tenía una excelente calificación, lo que no impidió que suspendiera pagos.

Es obvio que para llegar a donde han llegado estas entidades han tenido complicidades políticas. A ambos lados del Atlántico, además. Pero también es cierto que la influencia de una notación crítica se ve centuplicada, en los mercados financieros, por la intervención de una serie de mecanismos, calificables directamente de especulativos, contra los que los gobiernos europeos y el estadounidense no están actuando con la energía necesaria.

Al asunto le dedicaremos otro “post”, que el de hoy es ya muy largo.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Dromedarios, camellos y caballos

La reforma del Tratado podría incluirse en el Tratado de Adhesión de Croacia 
Creo haberles dicho ya alguna vez que un camello es un dromedario pasado por una negociación europea, de modo que el resultado de las negociaciones entre Sarkozy y Merkel es, efectivamente, un dromedario de una giba que proyecta la sombra de dos. Pero, como en la caverna de Platón, la aparencia puede ser engañosa y de lo que se trata ahora es de ver si eso no va de caballos de Troya.

Ayer, el presidente francés y la canciller alemana revelaron en París las líneas generales de lo que pretenden hacer aprobar en la cumbre europea del jueves y el viernes. Fiel a mi tesis de "euro o chovinismo", voy a comenzar por la cuestión de la soberanía, diciéndoles que Francia no ha soltado del todo las riendas: será el Consejo, y no la Comisión, quien tendrá la última palabra sobre la imposición de sanciones a los países que incumplan la obligación básica del Pacto de Estabilidad, el conocido límite del 3% del PIB en déficit fiscal. Es verdad que, en el esquema que proponen a los demás Francia y Alemania, el Consejo tendrá que construir una "mayoría supercualificada" para rechazar una eventual propuesta de sanciones de la Comisión, lo que quiere decir que serán al menos 18 de los 27 socios de la UE los que deberán nutrir esa mayoría especial  y no los 14 al uso. Y no podrán ser cualesquiera de entre los socios europeos: deberán reunir al menos 255 votos de los 345 existentes en el Consejo, y tendrán que estar respaldados por no menos del 62% de la población del la UE.

El Tribunal Europeo de Justicia, por otra parte, no tendrá poderes para echar atrás presupuestos nacionales que no respeten la norma del 3%. Estará facultado para decir que la incumplen, pero no podrá tomar medidas judiciales en contra.

El acuerdo endurece extraordinariamente las condiciones del Pacto de Estabilidad vigente. Va más allá, incluso, que lo acordado por el grupo de trabajo que dirigió Van Rompuy para mejorar la operativa del Pacto. Pero no llega a los extremos propugnados por Angela Merkel, que quería que las instituciones comunes actuaran de oficio en estos asuntos, y sin interferencia de los poderes nacionales. La canciller alemana ha decidido asumir este planteamiento; cree que ofrece garantías suficientes para frenar derivas irresponsables de los socios del euro.

El resto de la historia se refiere a la determinación por sacar adelante todo este asunto. Dicen Merkel y Sarkozy que se va a proponer una reforma de los Tratados para encuadrar los nuevos planteaientos. Se intentará que la reforma la aprueben los 27; si no (si los británicos incordian), la reforma se acordará entre los socios del euro, 17 a la fecha, sobre una base bilateral. A mí se me ocurren varios obstáculos de oden jurídico para que un planteamiento así prospere sin reformas constitucionales en varios Estados miembros, España entre ellos. Por ejemplo, la cesión de soberanía presupuestaria no se puede pactar en un Tratado bilateral, aunque ese Tratado sea el de adhesión de Croacia, que se aprueba el viernes. Tengo curiosidad por ver en qué termina esto, y si la adhesión de Croacia no es utilizada como caballo de Troya para un cambio jurídico mayor. Los ingleses van a estar más atentos que yo.


Euro o chovinismo

 Bild 

Parece que ahora va en serio, que a la Unión Europea no le queda otro remedio que lograr acuerdos de gran trascendencia en su cumbre de esta semana próxima, so pena de abocar a la Unión Monetaria a una crisis de tal magnitud que podría terminar dado al traste con el euro y con el propio proyecto de construcción comunitaria.

Los ruidos que preceden a la convocatoria apuntan a un consenso franco alemán sobre los planteamientos que serán sometidos a la cumbre. Se trata de una percepción equivocada, un punto voluntarista, porque las estrategias de fondo de París y de Berlín difieren, aún hoy, en un aspecto sustancial: lo que Merkel quiere es "más Europa" para hacer frente a la crisis, mientras que Sarkozy busca un refuerzo de la cooperación intergubernamental para obtener, espera, los mismos resultados perseguidos por la canciller alemana. Esta, sin embargo, no cree que la intergubernamentalidad, promovida por Sarkozy, sea la fórmula más adecuada para hacer frente a la situación revelada por la que se denomina "crisis de la deuda"; desea, en cambio, reforzar el papel de la Comisión europea en la aplicación de los nuevos mecanismos de supervisión y control económico y presupuestario. Y lo exige como condición previa para relajar su oposición a fórmulas que aliviarían la presión de los mercados sobre las deudas de los países más vulnerables.

Angela Merkel no está sola en esas pretensiones: le apoyan abiertamente los socios del euro que forman parte del "club de la Triple A" (Finlandia, Holanda, Austria), además de muchos de los que, por su escaso peso internacional o lo limitado de sus recursos, confían en la Comisión para proyectar sus ambiciones hacia el exterior.

La oposición francesa al refuerzo de poderes de las instituciones europeas tiene que ver con la histórica animadversión de París a que Europa, en su conjunto, desempeñe un papel político sustantivo en la esfera internacional. Ese protagonismo se lo ha reservado históricamente para ella y la UE ha sido, este último medio siglo, la palanca con la que la política francesa ha conseguido mover sus piezas en el tablero de las grandes estrategias planetarias. Alemania, que hasta mediados de los años 90 asumió sin grandes aspavientos la hegemonía política de Francia, no está dispuesta a seguir transigiendo con ella, sobre todo si percibe que el método francés compromete la credibilidad del euro.

De modo que el factor clave que determinará el éxito o el fracaso de la próxima cumbre, a todas luces trascendental, no es si las sanciones a los incumplidores de la austeridad presupuestaria serán automáticas, o si las instancias europeas estarán habilitadas para rechazar de oficio proyectos de presupuestos nacionales, antes de que los Parlamentos respectivos se pronuncien sobre ellos. No. La materia más crítica en esa reunión, la línea de quiebra, estará situada en la aceptación por parte de Sarkozy de una cesión de protagonismo político a las instituciones de la Unión, que hasta ahora rechaza.

Hay razones para pensar que el presidente francés terminará plegándose a las exigencias de la realidad: si la cumbre fracasa, es prácticamente seguro que el remolino subsiguiente de los mercados arrastrará hasta profundidades desconocidas a la calificación de "triple A" que la deuda del país sostiene en precario, y a cuyo mantenimiento Sarkozy ha subordinado su futuro político.

Pero, como dice un amigo mío, «De Gaulle parece haber resucitado en Francia», y los aspavientos chovinistas se multiplican por el hexágono.

Lo que está claro es que Alemania no va a comprometer la estabilidad monetaria con disposiciones que debiliten al euro. Fue su condición previa para discutir la creación de un banco central europeo que gestionara una moneda común: que la lucha contra la inflación fuera la prioridad del futuro instituto emisor, como lo era -y es-, del Bundesbank. Berlín jamás dará ningún paso que permita evocar la "hiperinflación"de los años 20.

Aunque Europa se hunda.

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domingo, 4 de diciembre de 2011

Hoy como ayer



¿Para qué?

Este viernes ha habido en Bruselas una gran manifestación sindical contra las medidas de ahorro aprobadas por los dirigentes políticos que van a formar, por fin, gobierno en Bélgica.

Por hablar con propiedad, la protesta estaba dirigida contra los recortes económicos que esos políticos ha asumido, bajo la presión de los mercados financieros  internacionales, para formular un presupuesto marcado por la austeridad, con el que dar "cuerpo económico" a los cambios institucionales adoptados semanas atrás para proceder a la nueva reforma del Estado. El aspecto más destacado de esos cambios se refiere a la escisión del distrito electoral y judicial que forman, desde comienzos de los años 70, Bruselas y los cantones de Hal y Vilvorde. Se trata, esta separación, de una exigencia irrenunciable de los nacionalistas flamencos, que quieren consolidar la frontera lingüística adoptada a comienzos de los 70.

Había una enormidad de gente en esa manifestación. Unos dicen que 50.000, otros que 80.000 . Da igual: eran muchísimos para los hábitos y la talla demográfica de este país. A mí, que los veía pasar gritando aquello de "el 1% con mucha 'pasta' y el 99% con la rabia ", esta gente me traía a la memoria las grandes huelgas de invierno de 1960 y 1961, cuando los trabajadores, en su mayoría valones, de los sectores minero y siderúrgico, se cruzaron de brazos para protestar por las medidas de austeridad que quería imponer el entonces primer ministro del país (unitario a la fecha), Gaston Eysckens. Como todo su Ejecutivo, Eyskens estaba asustado por la deriva de las finanzas públicas belgas. Perdido el Congo un par de años antes (y aunque no por ello), la deuda pública del Estado comenzaba a montrar un perfil acentuadamente vertical.

El gobierno de coalición socialcristiano y socialista que comandaba Eysckens fracasó en sus esfuerzos por imponer austeridad en el gasto público, porque el sistema belga no fue capaz de acomodar sin graves quebrantos el desplome los sectores siderúrgico y minero de Valonia. Comenzaban el empobrecimiento del otrora próspero sur de Bélgica y los esfuerzos del país para encajar el golpe. No lo consiguió: la deuda pública se situaba en una media del 79% del PIB entre 1974 y 1984, y crecía hasta el 134,3% en 1993.

Para comprender este proceso hay que precisar que el subsidio de desempleo, en Bélgica, es de por vida y que el sector minero perdió al 97% de sus efectivos en sólo 2 años. Para financiar esas necesidades, y para afrontar las imprescindibles reestructuraciones del aparato productivo en un entorno internacional de encarecimiento de la energía, (el primer "choque" petrolífero se produjo en 1973, el segundo en 1979) el déficit presupuestario belga fue, de media, un -8,3% del PIB entre 1974 y 1984, subió al -9% en 1985 y llegó al -9,4% en 1986. Sólo en 1989 Bélgica comenzó a mostrar superávits fiscales.

Con un enorme esfuerzo (la tributación por rentas del trabajo es, en Bélgica, elevadísima y el IVA está desde hace décadas en el 21%) y una estricta contención del gasto público, los belgas comenzaron a reducir esta enorme montaña de deuda, a fin de estar en condiciones de acceder a la Unión Monetaria europea en 1999. En 2007 la dejaban en el 84,1% del PIB pero la crisis ha desbaratado estos esfuerzos y en 2010 estaban otra vez en el 96,2%. Eurostat, el servicio estadístico de la UE, les pronostica el 100,3% para 2013.



Les cuento toda esta historia porque, viendo pasar a aquellos manifestantes, me preguntaba por el margen del gobierno para atender a sus demandas. Creo que es nulo. Es verdad que el hundimiento de Valonia tuvo responsables con nombres y apellidos, empezando por la todopoderosa (entonces) Societé Générale de Belgique, el gran holding financiero e industrial que abandonó a la industria básica valona a su suerte para invertir en Francia, cuando vio que el modelo estaba abocado a su fin. O el Groupe de Launoit, que hizo otro tanto. Se llevaron el dinero donde produciría más y dejaron el “paquete”, quiero decir el paro, a la Seguridad Social, es decir, al contribuyente belga.

También es verdad que los flamencos contribuyeron no poco a este drama. Consiguieron financiación prioritaria del gobierno central para su carbón del Limburgo (97.000 millones de francos belgas de la época), con los que el sector se mantuvo activo aún otros 15 años. Els Witte y Jan Craeybeekx, citados por Bernard Demonty en "Saga Belgica", aseguran que Flandes obtuvo el 57,9% de las ayudas nacionales para expansión económica, mientras que Valonia sólo se quedó con el 38,2%. El 3,9% restante fue a Bruselas.

Pensaba, viendo juntas tantas historias de desconsuelo discurrir ante mí, que hace ahora 50 años Bélgica entró en barrena por una grave crisis industrial, que le obligó a financiar una muy importante tasa de desempleo con los generosos subsidios previstos por una legislación pactada entre socialcristianos y socialistas para estos casos. La reforma del Estado, con la imparable ascensión de los flamencos, consumió demasiadas energías políticas que hacían mucha falta en el rediseño económico del país. 

Ahora estamos como entonces, ante un grave deterioro de las finanzas públicas y con la gente en la calle,  exigiendo que no les pasen la factura. Pero Bélgica no puede esperar ya indulgencia de los mercados financieros internacionales, ni de la Unión Monetaria europea, cuya estabilidad se encuentra gravemente comprometida por las irresponsabilidades presupuestarias de unos y otros.

De modo que, hoy como ayer, Bélgica afronta un nuevo empobrecimiento, y para toda una generación, como mínimo. Y hoy como ayer el debate sobre la independencia de Flandes dista de estar cerrado: Bart de Weber y su NV-A, que han quedado al margen de los arreglos institucionales y presupuestarios de Bélgica, continúan aumentando su peso político en Flandes. Superan ya el 40% de la intención de voto.

Quien vea en Bélgica un ejemplo de adaptabilidad a las circunstancias ha perdido la visión espacial. Se ha tapado un ojo con un parche.


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