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lunes, 10 de diciembre de 2012

Iberia otra vez



Iberia atraviesa por dificultades graves una vez más. Por enésima vez desde la liberalización del sector, en los 90, la dirección de la empresa y los sindicatos andan enfrentados a cuenta del futuro de la sociedad y las consecuencias de la confrontación las van a pagar los clientes. Como siempre. Porque los derrapes de Iberia los pagan siempre los clientes... o los contribuyentes, que vienen a ser los mismos. No conviene olvidar que esta prodigiosa empresa, hoy privada, alcanzó la independencia del papá Estado después de varias inyecciones cuantiosísimas de capital y de negociaciones muy difíciles con las autoridades europeas, a fin de situarla en condiciones de competitividad que le permitieran desenvolverse en el mercado libre con holgura. Antes, ese papá Estado y su régimen de privilegios y monopolios le había permitido a Iberia, y a sus empleados, vivir muy largos años cómodamente  instalados muy por encima del arco iris, donde los cielos son azules como bien cantaba Judy Garland.

Hoy, lo mismo que en los 90, la supervivencia de Iberia es invocada por la Dirección para justificar recortes de envergadura en la empresa que, sólo en lo que a personal se refiere, implican 4.500 despidos. “Si no lo hacemos, Iberia desaparecerá”, dice estos días la Dirección, al tiempo que deja entrever su empeño en “corregir deficiencias estructurales” que la empresa viene arrastrando desde tiempos pretéritos.

A mí, que Iberia arrastre, a estas alturas, “deficiencias estructurales”, me suena a broma mala, además de cara. Porque se supone que las tales deficiencias habían quedado detrás, muy detrás, allá a comienzos de la última década del siglo XX, cuando esta compañía recibió del Estado unos coquetos 120.000 millones (de pesetas) para poner sus cuentas en orden y comprar aviones con los que lanzarse a la jungla salvaje de la libre competencia. En 1992, viene al caso recordarlo, Iberia se comprometió, para hacerse merecedora de aquel dinero, a recortar una plantilla considerada entonces como “largamente sobredimensionada”.Contaba con 120 aviones y 24.000 trabajadores y la Comisión europea, que era la que tenía que autorizar la inyección de capital, le reprochaba a la empresa una muy baja productividad por empleado. 

Por ello, Iberia tuvo que comprometerse a licenciar a 3.300 trabajadores y a recolocar a otros 8.000, con un objetivo confesado en los papeles que circularon por aquel entonces: mejorar la productividad un 50 por ciento. Manuel Rodrigo Jimeno, presidente de Viva Air por aquel entonces y objeto frecuentes de las iras del Sepla, el sindicato de pilotos, denunciaba que la ratio de personal de Iberia por cada avión de la compañía era de 91,88 personas, 31,88 más de las necesarias si se excluía para el cómputo al personal de handling y al de mantenimiento pesado.

Aquel chorro de dinero no fue suficiente y en 1994 la Dirección, igual que ahora, advertía del riesgo de extinción de la sociedad si no mediaba un acuerdo con los sindicatos para ejecutar las reformas comprometidas con Bruselas. A finales de año, las pérdidas acumuladas por la Iberia ascendían a 214.000 millones y la deuda se le había duplicado. Por ello se hizo imperativo  negociar otra recapitalización de la compañía aérea con Bruselas, y se hizo en medio de un clima muy hostil pues la Comisión había advertido que la del 92 sería la última ayuda de Estado que toleraría en Iberia.

La advertencia quedó en papel mojado y en 1996 Bruselas autorizó dos nuevos tramos de ayudas de Estado para la empresa, el primero de 87.000 millones y el segundo de 20.000.

La reestructuración de la sociedad iba a facilitar la corrección de aquellas “deficiencias estructurales” pero a día de hoy las cosas siguen igual. La plantilla de Iberia, según los datos ofrecidos ahora por su Dirección, ronda aún los 20.000 trabajadores de los que le sobran 4.500. Y es que a pesar de las ayudas de Estado de los 80 y los 90, de las promesas de mejora de la productividad por empleado y de todo el esfuerzo desplegado para que esa compañía funcione, Iberia sigue siendo un problema. Y una ruina, lo que, dada su historia, debe preocupar a alguien más que a sus accionistas. 

Si la inmensa tarea de recomponer los equilibrios financieros básicos del país no nublara nuestra percepción, nos sería fácil convenir en nuestra sociedad que lo de Iberia no es admisible. Un país de 46 millones de personas instalado en la élite internacional no se puede permitir –no puede consentir- que una empresa de la talla de Iberia plantee problemas de supervivencia una década tras otra. En medio del debate internacional sobre la desindustrialización de las economías desarrolladas, estas fragilidades no son tolerables. Ni España puede prescindir de un activo de la importancia de Iberia,ni los españoles nos merecemos el permanente chantaje de una empresa que ha demostrado ser tan arrogante como incapaz de subsistir por sus propios medios, después de haber dilapidado los nuestros. Alguien tendría que rendir cuentas.

  En Bélgica, en 2001, quebró la iberia local, que se llamaba Sabena. Un análisis desapasionado de aquel desastre industrial demostró que las responsabilidades del fracaso fueron imputables lo mismo al accionista de referencia (Swissair, que también quebró) que a los directivos de la propia compañía, promotores de una expansión de servicios sin bases financieras suficientes y a los sindicatos, que no habían cedido un ápice en sus reivindicaciones a todo lo largo de la vida de una compañía que sólo había sido capaz de generar beneficios en 2 de sus últimos 40 años de existencia.

¿Veremos en España una sabena-bis?

domingo, 25 de noviembre de 2012

Cobrar pero no pagar

Herman van Rompuy, presentando en rueda de prensa los resultados del Consejo


Las Perspectivas Financieras dan cada siete años lugar a una negociación complicadísima, en la que se discute cuánto dinero van a asignar los Estados miembros a las políticas comunes de la Unión y por qué vías va a resarcirse cada uno de ellos de esas inversiones, en el horizonte temporal de un septenio. En algunos casos, el saldo resultante es negativo y se dice entonces que los países en esa situación son “contribuyentes netos” al presupuesto común. Cuando sucede al revés, nos encontramos ante “beneficiarios netos” del erario europeo. España, que ha formado parte de estos últimos hasta ahora, pasará, en el nuevo periodo de  programación presupuestaria, a la condición de contribuyente neto, debido a su nivel relativo de riqueza.

El hecho de que el MFP (por Marco Financiero Plurianual) se articule a lo largo de 7 años no es un tributo a la extinta hegemonía francesa sobre las cosas de Bruselas, que haría coincidir la programación del gasto europeo con la antigua duración del mandato de su Presidente. Resulta de la época, años 80, en la que Alemania pagaba sin chistar. Cuando le plantearon al entonces canciller Helmut Kohl las necesidades existentes, contestó diciendo que no podía darles encaje en cinco años, el periodo inicialmente contemplado; que prefería hacerlo en siete. Y así se acordó.

Las discusiones a las que asistimos estas últimas semanas sobre el tema, de las que la fracasada cumbre del viernes es una referencia más, no guardan ninguna relación con las de finales de los 80 y mediados de los 90, cuando se aprobaron los primeros “paquetes” de gasto que fueron denominados ,”Delors-1” y “Delors-2”. Contrariamente a lo que entonces sucedía, ahora no se pretende dar satisfacción a ningún listado de necesidades, ni mucho menos ampliar el existente. Lo que se busca es encajar las políticas ya enumeradas en el pasado dentro de un corsé presupuestario que no ha sido diseñado para ellas. El jueves y el viernes, los líderes europeos pelearon por algunas de las opciones sobre la mesa, a cada cual más restrictiva: los 200.000 millones en que Cameron quería recortar la propuesta de la Comisión, de 1,03 billones, y que hubiera llevado a la congelación del gasto europeo, en términos reales, con respecto al programa 2007-2013; los 160.000 o 180.000 de ahorro pretendido por los suecos; los 150.000 de los holandeses; los 130.000 de franceses, checos, finlandeses, austriacos y daneses y los 81.000 de Van Rompuy, el presidente del Consejo Europeo.

Por ende todos los mencionados, España también, pretendían limitar su aportación al presupuesto común, a través de alguna de las vías existentes: los británicos mediante su cheque, los alemanes con la limitación vigente a su contribución al erario común (no puede rebasar un porcentaje del PIB, en función de los acuerdos de la cumbre de Berlín de 1999), los holandeses por el mismo camino, etc. etc. etc. De lo que se trataba, y aún se trata, es de cobrar, pero no pagar. Lo mismo que sucede con el AVE: todo el mundo quiere que pare, pero no que pase.

En semejante escenario, los arreglos eran imposibles. Van Rompuy, que ha asumido todo el protagonismo de la negociación en detrimento de Barroso, se pasó la cumbre moviendo dinero de una partida a otra solamente para constatar que unas veces molestaba a unos, y otras a otros.

Al final, constatada la tacañería de quienes más deberían aportar a las cuentas comunes, a lo que nos encaminamos es a un acuerdo “a la carta”, cuando vuelva a convocarse la cumbre: una solución “especial” para el problema español (una especie de cheque), otra para el francés, y así hasta contabilizar a la totalidad de los contribuyentes netos. No debería extrañar: el MFP en vigor acumula un centenar largo de excepciones y matices.

Lo que pasa es que esto no es Europa sino un mercadillo del peor jaez. La solución pasa por reformular el presupuesto desde sus orígenes, haciéndolo más funcional y eficaz para afrontar las necesidades de los tiempos que corren. Curiosamente eso es algo que vienen reclamando desde hace años el Reino Unido y otros países desarrollados de la UE con escaso peso agrícola e imperativos de cohesión bajos.
Tenía que haberse acometido, ese trabajo de rediseño, en 2008 o, a más tardar, en 2009, según acuerdos del Consejo Europeo, pero primaron los intereses agrícolas y ahora estamos buscando acomodo a traseros demasiado distintos para los dos únicos modelos de sillas disponibles, la agrícola y la de la cohesión. Y España pierde en las dos: un 30% en la PAC y un 17% en Fondos Estructurales según las cifras de la propuesta de Van Rompuy, con respecto al actual MFP, lo que equivale a casi 20.000 millones (13.200 de la PAC y 6.120 de los Fondos Estructurales y el de Cohesión.

En el periodo de programación presupuestaria que vencerá el año próximo, el 2007-2013, España fue ya el país europeo que sufrió una mayor pérdida relativa de ingresos, según reconoció en su día Pedro Solbes.
A ver lo que Rajoy consigue rascar en la próxima reunión del Consejo Europeo. Pero va a ser poco. ¿Qué se apuestan?

domingo, 11 de noviembre de 2012

Pronósticos que se lleva el viento



En tiempos de descrédito como los que vivimos la gente, que necesita certidumbres, suele abrazar creencias asombrosas. La de la Econometría  parece ser una de ellas. Se trata, esta, de una ciencia que intenta desvelar el futuro económico que nos espera a partir de cálculos complejos sobre referencias del presente. La disciplina tiene diferentes sectas que la interpretan a su manera y no garantiza el acierto, pero ya se sabe desde la antigua Grecia que abrir ventanas al futuro es siempre problemático.

Nuestra sociedad, tan crítica con unas verdades reveladas, inclina mansamente la testuz ante otras que aterrizan por sorpresa sobre nuestros quehaceres cotidianos. Es el caso de las Previsiones Económicas de la Comisión europea, que esta semana ha vuelto a pintar un futuro siniestro para nuestro país en el corto plazo. El año que viene, han dicho desde Bruselas, el Producto Interior Bruto español va a caer un 1,4% y a la gente, aquí, se les han abierto las carnes porque el Gobierno, oficiante de esa misma fe econometra y en pretendida condición de sumo sacerdote, además, había anticipado que la caída sería mucho menor: del 0,5 por ciento. Políticos de esos que en nuestro país hay tantos, sindicalistas y profesionales del dinero, también del subsidio, se han lanzado al ruedo para criticar a diestra o siniestra las cifras de unos u otros.

Nadie, sin embargo, ha criticado a las fuentes, es decir a la fe econometra o, por mejor hablar, a la Econometría expresada en términos de fe o dogma. Porque, ¿son creíbles las Previsiones económicas de Bruselas, tal y como nos las presentan cada año? Por el enorme ruido que las acompaña siempre habría que decir que sí, pero es que no. Es que no dan ni una, oiga.

Me he tomado el trabajo de recopilar los documentos que la Comisión europea ha ido haciendo públicos a lo largo de los años, todos los otoños, con sus estimaciones sobre la evolución que habría de seguir la economía en los diferentes estados miembros. La estructura del capítulo del PIB, en esas Previsiones Económicas, es casi siempre la misma: presenta, primero, las cifras de los dos años precedentes (en algunos casos tres) al de la publicación de los datos. Son estas cifras que, a pesar de pertenecer al pasado, cambian a medida que las contabilidades nacionales consolidan sus propios números y se los pasan a la Dirección General de Economía del Ejecutivo comunitario. Vienen a continuación las “Estimaciones”, que son dos, una para el año de publicación de los datos y otra para el siguiente y, finalmente, las “Previsiones en caso de políticas económicas inalteradas”, que marcan una cifra para dos años después.

Con los números correspondientes a España les he construido la tabla que les adjunto. Todo está ahí: las “Estimaciones” y las “Previsiones”, desde otoño de 1994 hasta la fecha, expresadas en Volumen, (valores constantes), porque el PIB también se puede medir a precios de mercado, o a costo de los factores. En ellas se ve, por ejemplo, cómo para 2009, cuando la economía española cayó un 3,7%, la Comisión le vaticinaba a nuestro país un modesto descenso del PIB del -0,2% sólo un año antes.

No es el único desajuste constatado en esta secuencia. Para 2010, la Comisión le anunciaba a España un descenso del PIB del -0,8% y se quedó en el -0,3%. O en 1995, cuando el producto interior bruto español creció el 5%, a pesar de que la Comisión le pronosticaba un más modesto 2,8%.

Con estas cifras y las oficiales de crecimiento del PIB que ofrece Eurostat, el servicio estadístico de la UE, les he construido el segundo cuadro que les adjunto. En él se ve que las estimaciones de la Comisión y la evolución final de la economía española no han coincidido nunca en el periodo contemplado, es decir, desde 1994 hasta 2012. El primero de esos años sólo dos décimas de punto separaron la verdad anticipada por el Oráculo de la que constató la realidad cuando cumplió el tiempo. Otro tanto pasó en 2001 y en 2007 sólo una décima separó la previsión de la realidad.

Se observa, además, una clara tendencia en la Comisión a tirar por debajo en sus estimaciones sobre lo que va a suceder con el PIB español, salvo en 2008, cuando anunció un crecimiento del 3% que se quedó en el 0,9%.



A la Comisión le preocupa, naturalmente, la fiabilidad de sus predicciones. En el número 291 de los Economic Papers de la Dirección General de Economía (The track record of the Commission’s Forecast – an update, 10/2007), se señala que “el error en las predicciones del PIB para la UE en su conjunto, medidas por la ME (error medio) ha crecido desde 0,08 puntos porcentuales para el año corriente a 0,11 pp (mientras que) para el año siguiente la ME ha crecido marginalmente, al 0,34 desde 0,32 pp”. El ME para España el mismo año de la emisión de las previsiones está en el -0.20 y en el -0.13 para el siguiente, pero el MAE, el (error medio absoluto) está en el 0.55 (mismo año) y 0.79 (año siguiente).

¿Qué significa el párrafo anterior? Pues que la Econometría no es una ciencia exacta, entre otras razones porque la valoración subjetiva de quien trabaja con ella influye en el resultado que se presenta tanto o más que las cifras en sí.

Pero en  España, donde hay infinidad de conversos a la nueva fe que generalmente vienen de Letras (como yo), a los números se les concede valores catárticos y la gente despotrica sobre ellos como si fueran nuevos dogmas de Solón.

No lo son. En ningún otro país de la Unión Europea se les concede tanta importancia.  

domingo, 4 de noviembre de 2012

A Berlín le gusta hablar en inglés




El 27 de julio de 1990 Jacques Delors, entonces en la cúspide de su prestigio internacional, se permitió un desahogo retórico espectacular para la época: “Si Dios, dijo, hubiera tenido tantas dificultades para crear a Adán como nosotros estamos encontrando en la Comunidad Europea con Margaret Thatcher, el ser humano no estaría en este mundo”.

Delors estaba cansado de la británica. En 1988 (febrero) se habían cerrado las primeras Perspectivas Financieras que consolidaban el principio de la Cohesión intracomunitaria. Con ese muy complicado asunto encauzado, el presidente de la Comisión encaraba la aún más compleja negociación de lo que después serían la Unión Económica y Monetaria y el euro y la Thatcher enredaba todo lo que podía, e incluso lo que no, para impedirlo.

Cuando llevan transcurridos 23 años desde aquel momento de sinceridad de Delors y están a punto de cumplirse los 40 de la adhesión del Reino Unido a la UE, hoy puede decirse que Europa es, sin duda, más británica que hace medio siglo, como pretendía Margaret Thatcher, pero el Reino Unido no es más europeo que cuando se adhirió a la Comunidad, como posiblemente nadie, al otro lado del Canal, osaba entonces vaticinar. El mestizaje ha seguido una trayectoria unilateral. Los británicos no han sido nunca más euroescépticos que ahora ni sus élites, intelectuales, sociales o políticas, expresado tan generalizada y abiertamente su animadversión o desdén hacia lo comunitario.

Hoy, los británicos se preguntan si el muy reglamentado mercado común europeo no está agotado, como en su día le sucediera a sus antiguas plazas coloniales, y si las obligaciones de su pertenencia a la UE no les están recortando el margen de maniobra y la cintura que creen tener para desenvolverse en el universo de la globalización y de sus mercados emergentes.

Posiblemente esas percepciones sean infundadas, pero el debate sobre lo europeo en el Reino Unido nunca ha tenido mucho de racional.  

La diferencia entre el pasado de Margaret Thatcher y el presente de David Cameron radica en que el actual premier británico ha roto con la estrategia aprestada por los gobiernos británicos, laboristas o conservadores, a lo largo de las cuatro décadas de permanencia de Gran Bretaña en la UE. David Rennie  menciona en un reciente trabajo (The Continent or de Open Sea.- Does Britain have a European Future, Centre for European Reform) cómo Edward McMillan Scott, un antiguo líder de los tories en el Parlamento europeo, recibió el encargo personal de Margaret Thatcher de mantener a sus diputados “donde estén los alemanes”. John Major, tras la retirada de la Dama de Hierro, se encargaría de consolidar aquella estrategia, anclando a los tories en el PPE, el grupo parlamentario del que Cameron les ha sacado ahora, en cumplimiento de una promesa electoral suya posiblemente innecesaria e irreflexivamente formulada. ¿Consecuencia? Los eurodiputados conservadores británicos viven  alejados de su entorno ideológico natural en la Eurocámara. Están ausentes de las cocinas donde se elaboran los platos y los condimentos que terminarán en las mesas europeas.

Casi nadie, en las esferas británicas de poder, cuestiona estos hechos ni el discurso oficial, abiertamente antieuropeo y salteado de órdagos. Esta semana, Angela Merkel emprende el camino de Londres para desactivar tanta animosidad. La canciller quiere que Cameron se avenga a discutir un marco presupuestario para la UE menos austero que el que ambicionan los británicos. Pretenden un recorte de 200.000 millones con respecto a las pretensiones de la Comisión, de por sí ya modestas y el premier ha amenazado con vetar todo lo que no respete esa pretensión.

Pero Merkel va a Londres, además, buscando introducir algo de racionalidad en el debate Europa-sí/ Europa-no que promocionan  las autoridades británicas desde el 10 de Downing Street con gran  desparpajo. “Desde una perspectivas alemana, desde el punto de vista de nuestros intereses, (el Reino Unido) es un miembro importante de la UE. Favorecen el libre comercio y son partidarios de una mayor competitividad, luego son un buen socio” dijo Angela Merkel el pasado 29 durante una reunión de su partido, la CDU.

Lo que la canciller no dijo, pero se sabe que lo piensa, es que el Reino Unido es un contrapeso para Francia en el equilibrio europeo de poderes. Luego es Berlín, y no Suecia ni Holanda o Dinamarca, el aliado natural de Londres en el pretendido (por Cameron) pero no acordado proceso de renegociación de las condiciones para la permanencia británica en la UE.

lunes, 29 de octubre de 2012

A Perro Flaco...

Reparto de fondos de la UE para Cohesión por Estado miembro entre 2007 y 2013.
Fuente: Comisión Europea 


Silenciada por el fragor de la batalla que se libra en Europa contra los déficits públicos, la negociación sobre las Perspectivas Financieras 2014-2020, a las que se denomina ahora “Marco Financiero Plurianual 2014-2020”, discurre estos días con sordina, aunque haya producido múltiples víctimas. Por desangramiento. Tantas que hasta se cuestiona ya la capacidad de la propia Comisión europea para programar correctamente la acción comunitaria durante todo un septenio. Sus arcas están  exangües bajo los esquemas de las actuales Perspectivas Financieras, que concluyen a finales del año que viene y las que vienen a sustituirlas se anuncian aún más estrechas.

El calendario establecido determina  que, en teoría, los líderes de la UE deberían estar en condiciones de dar el visto bueno al nuevo marco presupuestario plurianual durante una cumbre extraordinaria, que ha sido convocada para 22 y 23 de noviembre próximos por el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy. En la práctica, todavía no hay cifras solventes sobre las que discutir. La Comisión presentó las suyas hace un año, las corrigió el pasado julio y el Parlamento ha hecho lo propio esta semana, aprobando un informe de dos eurodiputados, uno alemán y otro búlgaro, que critica severamente las posiciones de la Comisión. Pero el Consejo, donde se sientan quienes deben nutrir con sus aportaciones el 85% de ese presupuesto común (el modesto 15% restante se acopia a partir con los recursos propios específicos de la UE), no ha puesto ni una sola cifra sobre la mesa. La presidencia chipriota y Van Rompuy habían prometido una primera negociating box para este fin de semana, pero no han cumplido su palabra.

Un mensaje nítido emerge del Consejo  e impregna el debate: estamos en crisis y hay que ahorrar. Se trata de una nada novedosa tacañería entre los socios europeos más ricos, con el Reino Unido al frente pero a quien siguen estrechamente Alemania, Holanda y, en general, la Europa de los contribuyentes netos, que es como se conoce a los que aportan al presupuesto común más que lo que reciben de él, en términos estrictos de caja (un mal método de cálculo). El mensaje ha generalizado en las instituciones europeas la certidumbre de que se avecinan siete años de grandes estrecheces para Europa. En su informe, la Eurocámara destaca que los 1,03 billones de euros previstos por la Comisión en compromisos para el próximo septenio, tras la revisión de julio, representan el 1,08% de la Renta Nacional Bruta (RNB) de los Estados miembros, Croacia incluida, y se traducen en 988.000 millones en gastos (el 1,03% de la RNB). Apenas dan, dice la Eurocámara, para hacer frente a las políticas establecidas por la Unión Europea, en especial la Agrícola Común, es decir, la PAC, y las derivadas de la Cohesión. Las estrecheces del Programa Erasmus, detectadas estas semanas atrás, corren camino de generalizarse.

El techo europeo de gasto está situado, teóricamente, en el 1,24% de la RNB, o el 1,27% del PIB de los Estados miembros definido en 1991 en Edimburgo; el tránsito a la magnitud de la Renta Bruta desde el previamente utilizado del PIB se produjo a comienzos de la pasada década, a fin de armonizar las referencias contables europeas.

Nos econtramos, en cualquier caso, muy lejos de los techos presupuestarios máximos. El 1% de la RNB fue juzgado escaso para afrontar las necesidades europeas en las negociaciones de 2006 y las nuevas Perspectivas anticipan recortes sustanciales, del orden de 5.500 millones sólo en cohesión, con respecto a la programación de gasto propuesta por la Comisión en 2011. 

Y todo ello aún antes de que el Consejo haya puesto sus cifras sobre la mesa. ¿La clave?: la Comisión computa ahora a Croacia, que entrará en la UE a mediados de 2013 y para la que hay ya asignados 8.728 millones de gasto en cohesión. Pero el monto total de los programas de solidaridad intracomunitaria sólo sube 3.000 millones en la propuesta de julio, con respecto a las cifras de 2011: 339.000 millones frente a los 336.000 contemplados hace un año largo. Es decir que Bruselas, aún sin las cifras del Consejo sobre la mesa, recorta ya casi un billón de las antiguas pesetas en cohesión, respecto a sus documentos originales de 2011.



La negociación va a ser muy dura. Las regiones españolas que rebasen el 75% de la renta media (Castilla La Mancha, Andalucía, Murcia, Melilla y Canarias, que pierden la condición de "Regiones en Convergencia" por el nivel de sus respectivas riquezas regionales) van a perder muchos ingresos de la UE. Precisamente cuando más los necesitan.

domingo, 21 de octubre de 2012

Todo el poder para Merkel

 

La primera lectura que se extrae de la última cumbre europea, la que tuvo lugar los pasados jueves y viernes, es que Angela Merkel no tiene contrapeso real en Europa. La Francia de François Hollande, que tantas esperanzas había despertado en ciertos ambientes, principalmente de izquierdas, no es capaz de introducir cambios sustanciales en el orden de prioridades de la canciller germana. Tampoco en su calendario.

 

Porque si por algo se caracterizan los acuerdos del último Consejo Europeo es por el limpio trazado que le dejan a Angela Merkel en el proceso electoral que se le anticipan para el próximo año (habrá elecciones federales el 27 de octubre) y por el plazo que la banca regional alemana gana con ellos para poner a punto sus comprometidos balances, ante la eventualidad de una supervisión bancaria exterior, la que acometerá en su momento, hacia 2014 en todas sus vertientes, el BCE en su condición de supervisor único de los 6.000 los bancos de la Eurozona, según los pactos de la cumbre.

 

Tampoco el documento que han realizado los presidentes del Consejo Europeo, la Comisión, el BCE y el Eurogrupo (“Hacia una Unión Económica y Monetaria Genuina”) cuya versión provisional aprobó la cumbre el viernes, plantea ninguna dificultad relevante a Berlín.

 

La crisis de la deuda ha consolidado el poder alemán en Europa. A finales de la década pasada, hacia 2008-2009, Alemania era la referencia obligada de todo acuerdo de entidad en la Europa comunitaria. Pero su poder se ejercía habitualmente desde la sombra, en el núcleo de las discusiones a puerta cerrada de las que sólo emergía el consenso alcanzado. Porque la UE nunca habla de sus disensos. Ahora eso ha cambiado; ya sea porque François Hollande ha cortado los puentes tendidos por su predecesor, Nicolas Sarkozy con Berlín, ya porque la arrogancia alemana no soporta simulaciones, lo cierto es que se pretenda y diga lo que se quiera, lo que se hace es lo que acepta la canciller alemana.

 

Angela Merkel no quiere una Unión Bancaria (y su supervisor único) para comienzos de año. Dice que es un tema complicado, que hay que preparar bien y a partir de un marco jurídico concreto. En la práctica, la dilación establecida esta semana con respecto a las declaraciones de la cumbre de junio, permitirá a los bancos regionales alemanes sanear posiciones porque, esta vez sí, ha quedado establecido en la cumbre que la supervisión bancaria europea alcanzará a los 6.000 bancos de la Eurozona. Ya lo apuntó la Comisión europea el pasado mayo, al señalarle a Berlín que sus planes para la mejora de la situación de sus landenbanken adolecían de falta de ambición. Antes, en febrero de 2011, el vicepresidente Almunia había recordado en la capital alemana, durante unas jornadas organizadas por el diario Handelsblatt que los bancos regionales alemanes necesitaban ser reestructurados ya antes de la crisis de los activos tóxicos y que esta exigencia, con aquella, había devenido imperativa. Citó Almunia al WestLB, al HSH Nordbank, al BayernLB, así como al Hypo Real Estate, la gran caja hipotecaria germana ya rescatada en los primeros momentos de la crisis.

 

No debe extrañar, por lo dicho, que en su primera propuesta para la supervisión bancaria europea, Alemania pretendiera circunscribir las competencias del nuevo gendarme a los bancos de alcance sistémico, es decir y por lo que a la RFA respecta, al Deutschebank y al Commerzbank.

 

La pretensión no ha prosperado porque ahí está el triste caso de las cajas españolas, que sin ser sistémicas han llevado a las capacidades financieras del Estado español al límite en esta crisis.

 

A España, el cambio de calendario le viene mal, pero nada puede hacer. De ahí que Mariano Rajoy, en la conferencia de prensa con la que concluyó su presencia en Bruselas, enfatizara la determinación de Alemania en resolver los problemas de la Unión Monetaria.

 

Al ritmo alemán, claro.

 

jueves, 4 de octubre de 2012

Fireworks



Ando abrasado por los fuegos de España, los políticos y los otros. De estos últimos, de las hogueras del verano, vengo a hablarles hoy. Lo hago consciente de que, al haberme retrasado unos días en afrontar el tema, tenemos a una parte de la geografía nacional bajo las aguas. Los del periodismo fenomenológico, ayer fuego, hoy lluvia, mañana nieve, no caben de gozo. Qué mina para el telediario.

Pues el caso es que yo no alcanzo a comprender cómo es posible que a un país como el nuestro se le queme en tres décadas una décima parte de todo su territorio. Eso es lo que revelan unas estadísticas que van a ser hechas públicas un día de estos en Bruselas, no sé exactamente cuándo. De 1980 a 2010 han quedado reducidas a pavesas en España ni más ni menos que cinco millones, trescientas sesenta y ocho mil, doscientas veintisiete hectáreas, de los 50,4 millones de que consta el territorio nacional. Lo dicho: del orden de un 10 por ciento.

Viendo lo que está pasando estos días con el proyectado “banco malo”,  me pregunto cómo es posible que se haya abusado tan impunemente de la gente, a la que, primero, se la privó de bosques para hacer sitio al ladrillo y ahora se la obliga a pagar, con impuestos, la ruinosa financiación de no pocos proyectos brotados de las cenizas de la pinocha, no precisamente como si de un ave Fénix se tratara, y de su no menos ruinosa colocación en el mercado. Porque convenido está que la mayor parte de los incendios forestales son intencionados, criminales o no, y que los aprovechamientos urbanísticos de los nuevos yermos estuvieron en el origen de no pocos de aquellos fuegos. Por algo la ley prohíbe construir en ellos ahora; no ha sido así siempre. No parece aventurado aseverar que las chispas de ayer trajeron los lodos de hoy.



Hace ya muchos años, cuando comenzaba en esto del Periodismo, conocí a un personaje singular, Juan Mugarza, que estaba al tanto de todos los misterios de los bosques vascos. Llegué a él llevado por la curiosidad, en una época en la que, un día sí y otro también, ardía un bosque en lo que todavía no era la Comunidad Autónoma Vasca. Por aquel entonces, el ministerio de Agricultura había acuñado un eslogan feliz para concienciar a la ciudadanía sobre la necesidad de proteger las masas forestales: “Cuando un monte se quema, algo suyo se quema” decía el cartel, al que un semanario satírico añadió aquello de “señor conde”, con lo que la campaña se fue al garete.

Supe, por Mugarza, de historias truculentas que darían para series televisivas enteras: de odios atávicos entre agricultores y ganaderos, de torvas animosidades vecinales, de empresarios sin escrúpulos, de propietarios forestales desaprensivos. Nada que se pudiera probar; nada se publicó.

Pero guardo el recuerdo de cómo Juan me contaba que se quemaban los bosques: disponiendo en lugares estratégicos culos de botellas rotas que actuaban como lupas en momentos determinados de periplo solar por los cielos o, incluso, introduciendo colillas de cigarrillos encendidas en mierda de vaca seca. La boñiga se dejaba allá donde más daño podía hacer una vez prendida, y el pirómano abandonaba con total seguridad el lugar del crimen porque la llama tardaba en aflorar.

Canalladas de este género son muy difíciles de descubrir “in situ”, cuando están puestas en marcha; hay que afrontarlas en origen, con una investigación detallada de los intereses que sobrevuelan las zonas comprometidas, el seguimiento discreto de los pirómanos y otras prevenciones que la Guardia Civil maneja bien.

La magnitud del problema parece mostrar que la política seguida hasta ahora no ha sido eficaz para contenerlo. Lo único que sobrevuela esas zonas conflictivas todos los veranos son los helicópteros y Canadairs apagafuegos, que ofrecen buenas imágenes para el telediario, pero que no ocultan el fracaso de toda una comunidad en la contención de uno de sus males más vergonzosos.

(El último informe del EFFIS -European Forest Fire Information System, lo encontrarán aquí: http://www.scribd.com/doc/108959042/incendios-forestales)

lunes, 1 de octubre de 2012

Pintan bastos en Europa para España


Es posible que a Mariano Rajoy no le gusten las prisas y que Luis de Guindos participe de ese sentimiento porque esta misma semana, el ministro de Economía ha establecido una diferencia no precisamente sutil, sino expresa, entre las necesidades de concreción sobre el segundo rescate español (las compras de bonos españoles por parte del BCE en los mercados secundarios de duda) formuladas el día 17 por el comisario Almunia, y la posición oficial de la Comisión europea al respecto, que no existe. Pero se mire la cosa como se mire, forzado es constatar que los perfiles del método diseñado para frenar los carricoches de montaña rusa sobre los que la financiación de España e Italia circula por los mercados monetarios, están difuminándose bajo la agresión combinada de los operadores de esos mercados y de quienes, dentro de la Eurozona, han cuestionado siempre la presencia de economías débiles en la moneda única, con el Bundesbank, el banco central alemán, al frente.


El Gobierno español está haciendo grandes esfuerzos para hacer creíble ante los inversores internacionales su determinación por devolver la estabilidad perdida a las finanzas públicas nacionales. El muy inconfortable proyecto de presupuestos para 2013, presentado el jueves, es el paradigma de esa voluntad.

El problema, para Rajoy, para De Guindos y para todos nosotros, es que Europa tiene sus propios ritmos y, a todas luces, no coinciden con los nuestros.

El pasado día 24, Michael Meister, un halcón de la austeridad presupuestaria y portavoz de Finanzas en la CDU (el partido de Merkel), dijo que Rajoy debería detallar su posición de una vez por todas; “pedir la ayuda (la compra de bonos) si la necesita”. Aunque la posición de Meister no merezca otra consideración que la de un exabrupto más o menos extemporáneo de una persona sin la responsabilidad política exigible para realizar este género de manifestaciones, la verdad es que el clima en Europa se está degradando rápidamente para las conveniencias españolas: Alemania, Holanda y Finlandia han puesto pegas a la financiación directa de los bancos españoles por parte del Futuro Mecanismo de Estabilidad Financiera, MEDE. En ella,  España fiaba el reflotamiento de los bancos nacionales con problemas, la mayor parte de ellos resultado de fusiones entre cajas de ahorros exhaustas por abusos de sus estamentos directivos y por unas políticas de inversión disparatadas. Que la consultora Oliver Wymann cifrara el viernes en 54.000 millones esas necesidades de financiación, por debajo del margen financiero de 100.000 millones aprobado para el caso por la UE, no resta importancia a la incertidumbre derivada de si esas ayudas terminarán contabilizándose como deuda pública adicional para España.

La clarificación reclamada por Meister, también evocada por Almunia, se refería a la petición expresa que Madrid, o Roma, deben hacer para que el BCE inicie las compras masivas de deuda a corto plazo (a uno y tres años) en los mercados secundarios. Duramente criticado por esta iniciativa, el presidente del BCE, Mario Draghi, ha tenido que dar garantías a diferentes estamentos alemanes sobre la severidad de las contrapartidas que serán exigidas a los países que reclamen esa intervención.

Y el debate sobre la deuda, descarnado y muy desagradable, está comenzando a contaminar las negociaciones sobre el marco financiero plurianual de la UE entre 2014 y 2020  (lo que se conocía como “Perspectivas Financieras”). La capacidad que España tenía para reclamar una buena participación en el reparto de la futura cohesión intraeuropea se encuentra muy mermada.

domingo, 8 de julio de 2012

Un viento de locura

Tipo de cambio del dólar frente al euro, desde su creación hasta hoy. Fuente: BCE

Un viento de locura recorre Europa. Potentados alemanes están comprando propiedades en Suiza a precios astronómicos porque no confían en el euro y temen perder su dinero. Algunos ricos españoles se están haciendo con lujosas viviendas en los mayfairs y chelseas londinenses, porque anticipan la escisión de la moneda única y la devaluación brutal de sus haberes en la divisa que se les asignaría (¿el real, el duro?, la peseta es un invento catalán...) después de tan traumático proceso, en cuyo transcurso se decretarían "corralitos" y "corralones" diversos. Los inversores abandonan los mercados de valores y el Investment Company Institute daba cuenta este jueves (CNN News) de que los títulos de los fondos mutualistas estadounidenses, precisamente los que suelen garantizar (otros también) la estabilidad de las inversiones en bonos de deuda soberana a largo plazo, perdieron 1.500 millones de dólares la última semana de junio, por la desconfianza acentuada en que Europa alcance a salir de la crisis de la deuda. JPMorgan Chase & Co, Goldman Sachs Group Inc y BlackRock cerraron sus fondos en euros a nuevas inversiones tras la rebaja de tipos anunciada por el BCE el jueves (Bloomberg). Y, en fin, el escándalo del Libor londinense emponzoña todo el ambiente financiero, poniendo una interrogante monumental, otra vez, sobre las prácticas de la banca de inversiones.

Mientras tanto, aquí, en Bruselas, el Consulado español no alcanza a atender las peticiones de españoles, muchos de ellos con barba y ellas con pañuelo, de origen circunstancial en Ceuta o Melilla, que utilizan su pasaporte español como trampolín para buscar acomodos preferentes en otros rincones de la Europa de nuestros días. A veces se forman colas y en ellas se llegan a ver, también, a españoles sin barba ni pañuelo que vienen a Bélgica buscando un tajo en el que trabajar, porque allá de donde vienen no hay nada que tajar. Aquí tampoco lo encuentran.

Ustedes me perdonarán, pero este que describo es un clima propio de preguerras. Y no me paso un pelo.

Estos últimos cuatro años han dejado eso que denominábamos "el ideal europeo" por los suelos. Es verdad que esto no ha sido nunca una familia; si acaso, un matrimonio de conveniencias, en el que cada cual tenía su armario: los británicos para el cheque, los franceses para la PAC, los alemanes para el mercado interior. Pero de un tiempo a esta parte todos son reproches. Públicos y muy desagradables. Aún a riesgo de que la síntesis se lleve aspectos trascendentales de la discusión, me atrevería a decir que todo se resume a que un socio europeo, Alemania, se niega a diluir el núcleo de compromisos centrales de la moneda única, asumidos conscientemente por todos, para facilitarle la salida de la crisis, sin demasiados quebrantos, a países como Grecia, Portugal, Irlanda, Italia o España, (quizás también Francia) cuya adhesión al euro fue ampliamente cuestionada en los debates previos al lanzamiento de la moneda única, en los años 90 del pasado siglo.

La negativa de Alemania, que es ampliamente compartida por la opinión pública del país, y por los gobiernos y las poblaciones de otros socios del norte europeo, la personifican los medios y cierta clase política en la figura de Angela Merkel, que ha sido objeto de todo género de insultos y caricaturas, por parte de quienes, en realidad, no están haciendo otra cosa que pagar por el incumplimiento de sus compromisos.

Y políticos de países asistidos, como Juan Fernando López Aguilar, aparecen en TVE reclamando de la canciller alemana, con gran apremio y verborrea, un cambio en los estatutos del BCE para que compre deuda soberana, o la mutualización de la deuda y la emisión de eurobonos. Y todo ello, decía este personaje antes de la última cumbre, a fin de acopiar instrumentos para el relanzamiento económico y la generación de empleo. ¿Acaso desconoce López Aguilar que por cada mil millones de euros emitidos por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, los contribuyentes alemanes pagan 270 millones en garantías, y 200 los franceses? Con los eurobonos, el riesgo de cobertura para los países garantes aumentarían aún más: 400 millones para Francia por cada 1.000 millones colocados, por ejemplo.

En su sonora carta de esta semana pasada, (está aquí http://www.scribd.com/doc/99486231Hans-Werner Sinn, presidente del muniqués Ifo Institute, clamaba públicamente contra la socialización de las deudas gubernamentales y bancarias. Calificaba semejantes operaciones de injustas y como nefastas para la correcta utilización de recursos públicos. Y recordaba cómo la socialización de las deudas bancarias estadounidenses de los años 80 le costó al contribuyente americano más de 100.000 millones de dólares.

Las actitudes ante la crisis en los diferentes recovecos de nuestra Europa son tan dispares, y tan enconadas las posiciones, que al final no cabe otra cosa que preguntarse si, verdaderamente, nos merecemos una moneda común.

viernes, 6 de julio de 2012

Mucho barco, poca pesca






La Comisión europea ha acentuado hoy sus críticas a la capacidad extractiva de las flotas pesqueras europeas, a través de un informe que está disponible aquí (http://www.scribd.com/doc/99323320/Fleet-Report2012-En)  

El informe, en el que la Comisión se basa para reclamar recortes adicionales en flotas y esfuerzo pesquero, señala que España ha aplicado las directrices europeas en la materia parcialmente, y que es difícil disponer de estadística actualizada sobre el estado del sector debido a la carencia de datos y a la diversidad de las unidades activas.

Entre 2009 y 2010, la capacidad de la flota española se redujo un 2,46% (274 navíos), lo que se traduce en una caída de tonelaje del  5,6% y del 4,5% en potencia.

La Comisión concluye que la adaptación de las flotas pesqueras europeas a los recursos disponibles se efectúa “a un ritmo muy lento”.

martes, 3 de julio de 2012

Libar el libor




“Libar” es un verbo transitivo español que significa, en su primera acepción, “chupar suavemente el jugo de una cosa”, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua y “Libor” pretende ser el acrónimo de “London Interbank Offered Rate”, pero yo estoy convencido de que significan lo mismo, de que el segundo es la versión anglosajona del primero, del verbo castellano.

Al menos, esta es la convicción, firme, que resulta de los hechos extraordinarios que están  saliendo a la luz estos últimos días y que nos cuentan que el precio del dinero que se nos ha prestado a nosotros, o a nuestros países en determinadas circunstancias, puede no responder a la realidad del mercado, - condición exigible e inexcusable última del modelo en el que nos desenvolvemos- sino a la conveniencia de unos manguis que han falseado la realidad en beneficio propio, o, lo que es lo mismo, de los bancos para los que trabajaban, con el muy británico Barclays al frente. De paso, o precisamente por eso, la operación les franqueaban a estos manguis el acceso a monstruosos “bonus” que les permitían pagarse los Bugatti Veyron a millón y pico de euros cada uno, los yates “no 40 ft but 40 mts”, las muñecas rusas y los chateaux en la campiña británica, que es francamente bonita; les recomiendo que la visiten.

La manipulación del “Libor” y, consiguientemente, del “Euribor”, revela tal arrogancia, un cinismo tan extremo en los operadores bancarios que lo gestionaban y de sus jefes (que pretenden llamarse andanas, diciendo que no sabían nada) que pone definitivamente en cuestión el modelo que resulta de la globalización financiera. Porque quienes desde las pantallas de ordenador del Barclays en la City londinense (probado) y de una veintena de bancos más de escala operativa planetaria (aún bajo  investigación), falseaban el precio del dinero que se vendía por el mundo, no estaban alterando las condiciones de un mercado cualquiera: le estaban metiendo la mano en el bolsillo a usted y a mí, a todo el mundo, a un negocio de 360 billones de dólares (trillions en inglés).

El Libor nació en la City londinense a mediados de los 80 del siglo pasado, cuando los mercados financieros comenzaban a sofisticarse y elaboraban ya productos y garantías directas o colaterales complejas, a presente y a futuro. luego llegaron las subprimes. Los bancos necesitaban una referencia concreta y homologada para operar y crearon el Libor. Se trata de una cifra fijada a diario, poco antes de la media mañana, por una serie de bancos, que refleja la media del tipo de interés al que esas instituciones estarían dispuestas a prestarse dinero en diferentes divisas y para un centenar largo de supuestos. Es una estimación, no una realidad y la fijan los operadores privados porque así lo permitieron el Tesoro británico y la Asociación Británica de Banca, que asumió en su día que esa operativa iba a regirse por las normas del fair play. Una broma pesada.

Bueno, pues no ha habido fair play y la City entera huele a todo menos a rosas.

No voy a entrar en los detalles de este escándalo; de ellos se están ocupando mis compañeros en los medios de comunicación habituales. Pero sí quiero hacerles notar un par de cosas o tres. Primera, y como ya les señalé semanas atrás en otro post, que áreas vitales de nuestra existencia se sustraen a las garantías del proceso democrático. El precio del dinero que nos prestan lo calculan sujetos privados y se ha comprobado que lo falseaban en beneficio propio, ante la desatenta mirada de un montón de funcionarios públicos a los que se paga para vigilar que estas cosas no pasen.

Pero también la gasolina o el gasoil que compramos, se fija en instancias privadas, a través de una agencia de nombre Platt’s, que es una filial de McGraw-Hill, el patrón de Standard & Poor’s, la bestia parda de las agencias de calificación junto con Moody’s. La mayor parte de los contratos a plazo del mundo del petróleo que entrañan intercambios físicos de crudo o derivados están cifrados en base a referencias de Platt’s. La International Organization of Securities Commissions (IOSCO), que es regulador internacional de los mercados de valores, ha abierto una investigación sobre ese tinglado a demanda del G20 de Cannes (noviembre de 2011) porque entiende que si bien el método de cálculo que Platt’s utiliza es conocido, el procedimiento de fijación de precios en sí no es transparente. Los miembros del comité que determinan los precios del crudo y de sus derivados, es decir, de las gasolinas, el gasóleo, el keroseno de aviación y las naftas, entre otros productos, que se venden en todo el mundo, así como sus deliberaciones, ¡son secretos!

Mi tercera consideración se refiere a las instituciones europeas, asombrosamente ausentes en este debate. ¿Hasta dónde llegan los riesgos? Porque el Deutsche Bank está siendo investigado… ¿Ustedes se imaginan si, de resultas de todo este follón, se derivan responsabilidades penales para los autores de estos abusos, y  los países y los sujetos individuales defraudados se personan como acusación particular o privada en procesos similares al que se dio en su día por la Merchant Shipping Act británica, que data de las mismas épocas (se promulgó sólo cuatro años más tarde) que el Libor? ¿Dónde se iría eso que llamamos "el sistema"?

martes, 26 de junio de 2012

Intolerancia islámica

Una joven belga que vestía un mini short ha sido objeto de una interpelación abusiva por dos adultos que hablaban en árabe, cuando viajaba a bordo de un Metro de la capital comunitaria, en una línea troncal.

El hecho ha acaecido, hoy, a medio día. La joven viajaba sentada cuando uno de los adultos se le ha encarado, reprochándole lo ligero de su indumentaria. "¡Luego pasa lo que pasa!", le ha dicho el sujeto a la chica, a la que ha exigido que se pusiera de pie. Ella no ha atendido la reclamación del tipo, y ha continuado sentada.

El momento ha sido muy desagradable; para la joven y para el conjunto del pasaje. Los gritos del fanático se han oído en todo el vagón.

El incidente ha tenido lugar cuando el convoy circulaba por el subsuelo de una zona céntrica de la capital, en las inmediaciones de Merode, junto al monumento que conmemora el cincuentenario de la independencia de Bélgica.

En algunos países árabes regidos por la sharia, a las mujeres que muestran sus tobillos por la calle la policía religiosa se los fustiga con varas. Los energúmenos del metro de hoy todavía no se atreven a portar palos para varear a las mujeres occidentales que enseñen más piel que la que ellos consideran soportable.

Hace pocos días, en una comuna (ayuntamiento) de la capital, en la que la comunidad musulmana es abundante, Moelenbeek, un grupo islamista radical, Sharia4Belgium, lideró fuertes altercados callejeros. Su líder, Fouad Belkacem, un sujeto con un largo historial de delincuencia que ha abrazado la ortodoxia sunita manifestó que "las mujeres occidentales, u 'occidentalizadas', no son dignas de respeto".

Sharia4Belgium se inspira en la misma intransigencia de Sharia4UK, prohibida en el Reino Unido.






 

lunes, 25 de junio de 2012

Los tiempos gallegos de Don Mariano




En sus primeros tanteos internacionales, Mariano Rajoy está dando muestras sobradas de que no le gusta ser zarandeado. En general, todos los políticos que en Europa acceden al poder llegan a Bruselas con un considerable desconocimiento de la dinámica comunitaria y de los ritmos internacionales. Le pasó a Sarkozy, un presidente francés demasiado hexagonal en sus inicios, y hasta a Merkel, aunque lo hayamos olvidado. Rajoy creía, pero se equivocaba, que su adscripción ideológica a la familia conservadora, mayoritaria en las instancias del poder comunitario, y la voluntad firme de su gobierno por acometer las reformas que la UE le reclamaba en la economía y las estructuras nacionales obsoletas, le granjearían las simpatías inmediatas de sus pares en el Consejo Europeo. Le ha costado darse cuenta de que su presunción era errónea; que en la esfera internacional no cuentan las promesas, sino los resultados y que la sola voluntad de hacer por parte de un dirigente no restaura la confianza perdida en un país.

A España, en el exterior, se la ve mal. No debería extrañarnos: somos un país que, con Zapatero, ocultó dos puntos y medio de déficit público, acrecentados, además, en cuatro extemporáneas décimas más por las políticas del actual Gobierno (los pagos a proveedores) y al que un sector significativo de su sistema financiero, una parte de sus muy veteranas Cajas de Ahorros, se le ha venido abajo por los disparates de la clase política en la disposición de recursos para proyectos a cada cual más delirante y todos ellos relucientes por la grasilla de la corrupción. Es verdad que se están haciendo cosas para corregir la situación pero todavía no hay resultados. Y esos, los resultados, son los que cuentan. También Papandreu, cuando era primer ministro de Grecia, venía a Bruselas a pedir ayuda y aseguraba que no se escatimarían esfuerzos para poner en orden las cuentas de su país. Hoy es el día en que no se han acometido todavía la mayor parte de las privatizaciones comprometidas por Atenas para acopiar liquidez. No es difícil imaginar que en esos nichos de riqueza pública campan a sus anchas los cachorros de la clase política y sindical que ha llevado a la ruina al país y que los poderosos (y ricos) no quieren abandonar sus canonjías. Que paguen los demás.

A Rajoy, las circunstancias le han hecho caerse del guindo de la peor manera posible: saltando de avión en avión y con los foros políticos y económicos del planeta señalando a su país como el nuevo enfermo de Europa. Su reacción ha sido de autoafirmación: «A mí nadie me pone a marcar el paso», parece haberse dicho el presidente español, que se ciñe a su agenda y a sus composiciones de lugar en una situación que no se esperaba y que reviste una gran complejidad. Su determinación por reservarse la autonomía para cifrar la cuantía del rescate (perdón, del crédito preferencial) a las Cajas arruinadas, una vez conocidos los resultados de las auditorías realizadas por Oliver Wyman y Roland Berger, y sabida ya la estimación del FMI, constituye una evidencia palpable de que el personaje no quiere verse avasallado. En puridad, es correcto que lo haga: él es quien tiene los datos sobre las necesidades reales y a quien le corresponde la responsabilidad de decidir, de escoger entre las diferentes opciones, todas las cuales entrañan una apuesta política diferente y cuyas consecuencias tendrán que depurar nuestros riñones fiscales, y aún los de nuestros hijos.

De esta misma tozudez hizo gala el personaje ya el pasado enero, cuando el Consejo Europeo y la Comisión le reclamaban el anteproyecto de presupuestos y él se negó a facilitarlo por las causas ya sabidas. Menos hipocresías: nadie pierde en un cantón electoral a beneficio de los intereses europeos. Ni siquiera Merkel.

Se ha hablado mucho de la astucia gallega de Rajoy. En Bruselas se la reconocen pero hay dudas aquí de que ese recurso suyo sirva para gestionar la difícil circunstancia de España en la esfera internacional o, en cualquier caso, para hablar al Consejo Europeo en la clave apropiada. Los tiempos de Rajoy están situando el rescate (perdón, el crédito preferencial) de las Cajas en un momento internacional más favorable a los intereses españoles (compromiso europeo de relanzamiento económico tras las presiones de Obama en el G20, formación de un nuevo gobierno heleno pro-euro, alternancia política en Francia con un nuevo presidente en el Elíseo menos amigo de la austeridad a secas que su predecesor), pero a un costo para los demás no desdeñable pues el euro acusa todas estas dudas. Se cambia bajo frente al dólar y los mercados monetarios encuentran más motivos para desconfiar de Europa en su conjunto. Y, en fin, las compras en dólares de hidrocarburos también se encarecen aunque el tipo de cambio del euro abarate las exportaciones y ayude a recomponer nuestra maltrecha balanza comercial.

El momento es extremadamente delicado. Rajoy se juega el salto, en su consideración internacional, de teniente de alcalde a estadista. Los demás arriesgamos hasta la dentadura.

lunes, 11 de junio de 2012

¿Cuánto nos va a costar esto?



La hijuela. En dinero, en credibilidad, en prestigio.

En febrero de 1993, "The Economist" se preguntaba si la entonces inminente reunión de los ministros de Finanzas y de los gobernadores centrales de los países miembros del G-7 no iba a registrar la petición de entrada de España en el exclusivo club de las economías más poderosas del planeta. Citaba, para justificar su suposición, que el PIB canadiense señalado para 1992 por la OCDE ascendía a 567.000 millones de dólares, por detrás de los 585.000 del español y se permitía recordar cómo, en 1987, Italia había superado el PIB británico contabilizando un 18% de su economía sumergida (qué cosas se pueden llegar a hacer, ¿eh?), y que el entonces G-5 pasó a convertirse en G-7 para ahorrarle a Londres la humillación de verse arrojado a la cuneta.

El diferencial de PIB entre España y Canadá sigue manteniéndose, 1,47 billones de dólares para España en 2010 y 1,33 para Canadá, a falta de la estadística canadiense de 2011, pero nadie habla ya de que nuestro país reivindique un "sorpasso" a la italiana sobre esa economía norteamericana. ¿Por qué? Pues porque éramos un país con muchas dificultades económicas, y ahora tenemos a una parte de nuestro sistema financiero enchufada a un catéter por el que nos suministran auxilio económico desde el exterior. Es decir, que no hemos sido capaces de resolver nuestros propios problemas y que los demás han tenido que venir a ayudarnos.

La parte de nuestra banca que ha necesitado ser rescatada con el dinero de los impuestos de otros ciudadanos europeos es la que ha estado más expuesta a las decisiones de representantes políticos con una visión estrecha de la realidad (sus respectivos ámbitos de responsabilidad geográfica) y del corto plazo (el de la reelección) estas últimas décadas: una parte del sistema de cajas de ahorro, en cuyos consejos de administración han tenido silla, y muy bien remunerada, representantes de las formaciones políticas con mando en plaza y aún sin él.

Contrariamente a otros comentaristas, yo no considero que las sucesivas generaciones de políticos autonómicos y locales, en cuyos territorios se fraguaron los socavones financieros ahora aflorados, sean culpables de otra cosa que de estupidez y cortedad de miras. Es verdad que ha habido fraudes, corruptelas sin cuento y otras vergüenzas dolorosas, pero el negocio de la construcción era el lubricante que las administraciones locales necesitaban para funcionar, y lo han utilizado profusamente; mejor o peor, pero a manos llenas.

El problema viene de otro lado: de la total ausencia de corrección de derivas perniciosas por parte de quienes tenían que señalarlas, es decir, la Administración central del Estado y el Banco de España. El Gobierno del Estado -los sucesivos gobiernos que el Estado ha tenido en estos años de democracia y aún antes- han sufrido de la misma cortedad de miras que las corporaciones regionales y locales. Porque la construcción y el crédito que la hacía posible era una de las principales fuentes de riqueza del Estado. Y matar a la gallina de los huevos de oro era, cuando menos, arriesgado y siempre problemático.

¿Pero el Banco de España? El comunicado del Fondo Monetario Internacional emitido en la madrugada del sábado asegura que los organismos supervisores nacionales, el BdE entre ellos, «cuentan con un personal sumamente experimentado y respetado, respaldado por buenos sistemas de información». Pero, continúa, «en los últimos años, el enfoque gradual aplicado a la adopción de medidas correctivas les permitió a los bancos débiles continuar operando en detrimento de la estabilidad financiera».

En otras palabras, que el BdE ha dejado hacer.

Una de las condiciones básicas de la Unión Monetaria Europea es la independencia de los bancos centrales de los países que la integran. España asumió este requisito cuando se adhirió al euro. Miguel Ángel Fernández Ordóñez, nombrado para el cargo en 2006 por José Luis Rodríguez Zapatero, no tenía ni el perfil ni el prestigio que la institución demandaba. A estas alturas de la película, está bastante claro que las labores de supervisión que el BdE debía haber llevado a cabo no han sido diligenciadas con el rigor exigible. De ahí que vayan a ser entidades extranjeras las que emitan un veredicto final sobre la situación de nuestro sector financiero, pues ni nuestros socios comunitarios, ni los mercados, se creen las que les proporcionamos.

Triste corolario para el país que propuso al Consejo Europeo la realización de los primeros test de resistencia bancaria, al considerar a su sistema como el más sólido del continente.

En el G-7 no se está para figurar. Mis amigos me cuentan que cuando los fotógrafos terminan su labor y se cierran las puertas, empiezan a pedirte dinero: que si 400 millones para Sudán, que si 700 para un fondo de apoyo a Latinoamérica, y así. ¿Y cómo un país que no es capaz de taponar los agujeros de una parte de su sistema financiero podría sentarse para hacer otras cosas que la foto de sus dirigentes?

Europa, dando una vez más muestras de solidaridad, nos vuelve a sacar las castañas del fuego, pero que nuestros dirigentes tengan claro que la próxima negociación de las Perspectivas Financieras acusará estas debilidades y que pasarán muchos años antes de que se nos vuelva a tomar en serio en los círculos internacionales de poder.


lunes, 28 de mayo de 2012

La pregunta equivocada




Demasiada gente está formulándose estos días la pregunta equivocada. ¿Qué pasaría, se dicen, si Grecia abandonara el euro? Yo creo que lo que hay que preguntarse es, más bien, lo que sucedería si Alemania firmara la defunción de la moneda única.

La llegada de François Hollande al poder en Francia ha sido interpretada por amplios sectores de opinión como la quiebra de tándem franco-alemán y la relajación de las políticas de austeridad en la eurozona. Tal percepción resulta de un análisis de la situación erróneo y de otro de cálculo aún más importante.

Las políticas de austeridad que Berlín está imponiendo a los miembros de la moneda única son el estricto resultado de los equilibrios básicos sobre los que se sustenta el euro. Es historia ya sabida que la moneda única la reclamaron los franceses y los alemanes sólo asumieron la demanda cuando les fueron aceptadas las estrictas condiciones que exigían para ponerla en marcha. Buena parte de ellas estaban relacionadas con las prioridades del instituto emisor de dicha moneda, el Banco Central Europeo.

En la idiosincrasia del pueblo alemán, y de sus estamentos dirigentes, está profundamente arraigado el rechazo a la hiperinflación de los años 20 del pasado siglo, que tuvo una expresión más moderada al término de la Segunda Guerra Mundial. Ambas arruinaron a los alemanes que habían sobrevivido a las dos grandes guerras. Cuando Angela Merkel, en el riguroso cumplimiento de las normas  definidas para el funcionamiento del euro, se opone a políticas monetarias expansivas, en un entorno inflacionario por la evolución de los precios energéticos, no está haciendo otra cosa que defender el Deutsche Mark, al que, en Alemania llaman euro y cada una de cuyas unidades vale, exactamente, dos marcos.

De la misma manera, cuando Alemania exige a Grecia un rigor en políticas y comportamientos que nunca se han encontrado presentes en los hábitos de aquél país, está defendiendo la solvencia del marco alemán.

Francia arrastra un pecado original en la Unión Monetaria que nunca ha reconocido y que con Hollande pasará aún más inadvertido: que vive por encima de sus posibilidades y que no tiene intención de renunciar a ello. Una simple mirada a las curvas que les adjunto les permitirá constatar que los presupuestos franceses han mostrado siempre déficit y que el objetivo central del Pacto de Estabilidad, el equilibrio presupuestario, no ha entrado nunca en los cálculos de París. Salvo quizás en los meramente retóricos. No así en los de Madrid, que desde el lanzamiento del euro, y hasta 2007, ha mantenido sus cuentas en franca proximidad con el déficit “cero”, si no abiertamente en superávit.

El nuevo presidente francés parece tener una cosa clara: que con la austeridad del Pacto de Estabilidad (al que precisamente Francia ya le añadió la “C” de “Crecimiento”, por lo que su acrónimo se escribe “PEC”) no puede mantener los niveles de gasto que necesita para que su electorado no perciba mermas significativas en el denominado “Estado del bienestar”. De ahí que haya hablado en campaña de paquetes de inversión fresca de 30.000 millones, entre otras alegrías.

El problema es que Francia  no tiene ese dinero, ni posibilidad de presupuestarlo a déficit por las limitaciones del PEC.

O sea que, una de dos: o François Hollande incumple sus compromisos electorales –lo más probable-, o Alemania termina viéndose abocada a elegir entre el euro y el marco alemán, que es el escenario al que invariablemente nos conduciría una Francia alineada con la “volatilidad” (dichosa palabreja) del sur europeo. Esa es la pregunta correcta: si Francia pondrá a los alemanes en esa disyuntiva.


lunes, 23 de abril de 2012

Argentina y el abismo



La nacionalización de YPF era previsible. El paso dado por el gobierno de Cristina Fernández parecía hace tiempo inevitable y la voluntad política de darlo había sido manifestada con mayores o menores ambigüedades desde el mandato del anterior presidente argentino, Néstor Kirchner, difunto esposo de la actual ocupante de la Casa Rosada. Sólo ha hecho falta esperar a una conjunción de circunstancias para que la operación adquiriera carta de naturaleza. La pérdida de liderazgo de las grandes empresas petrolíferas multinacionales en la batalla por la explotación de los nuevos yacimientos y el confuso momento político y económico que vive Europa, en el que España se desenvuelve con mayor debilidad relativa por sus problemas específicos, han creado el caldo de cultivo para que germinara la deformidad. El desbarajuste económico y social argentino, en aceleración exponencial, ha terminado por precipitar los acontecimientos.

En el orden práctico, la decisión argentina pone a Repsol, y a España en su conjunto, en una situación complicada. La multinacional pierde una parte muy significativa de sus reservas (casi la mitad y más de una cuarta parte de su beneficio de explotación) y se ve enajenada de unas posibilidades de futuro brillantes, a través de los hallazgos de hidrocarburos no convencionales en el enclave argentino de Vaca Muerta. España, por su parte, se ve privada de la “profundidad energética” que la proyección de Repsol en la república suramericana le proporcionaba. En la lucha sin cuartel por los recursos energéticos, todos los grandes del planeta tienen sus piezas sobre el tablero y a España, en este lance le han comido un alfil.

Inevitablemente, los ojos de las autoridades políticas y económicas españolas se han vuelto hacia el entorno asociativo del país, en busca de apoyo. Los resultados han sido magros: declaraciones contundentes, aunque genéricas, de Barroso, Asthon y una reclamación voluntarista de sanciones comerciales por parte de la Eurocámara, configuran el desleído ramillete de las solidaridades acopiadas. El contundente respaldo británico, los interesados de México y Bolivia y el renuente de Estados Unidos, completan una panoplia de apoyos de la que, ciertamente, el Gobierno español no puede darse por satisfecho. Pero no hay mucho más margen para reacciones concretas en el corto plazo. La reclamación de responsabilidades ante la Organización Mundial de Comercio es inviable por la naturaleza de la materia controvertida y es muy poco probable que la UE se embarque en una guerra comercial con Argentina por la trapacería de YPF. La privación a la Argentina del Sistema de Preferencias Generalizadas que la UE otorga a sus socios comerciales, reclamada por el Parlamento europeo, parece poco realista y tendría repercusiones negativas en la propia Europa.

Otra cosa es el medio y el largo plazo. Ahí, Argentina pierde. No sólo ya porque la renacionalización de YPF constituya un paso más en una deriva proteccionista, la adoptada por el gobierno de Cristina Fernández, contradictoria por principio con sus imperiosas necesidades de capitales internacionales para financiar el despegue del país, sino porque hay todavía mucha historia por escribir en las relaciones de aquella república con Europa y España no va a engrasar el proceso, como había venido haciendo hasta ahora.

Todo ello sin contar con que Cristina Fernández y sus asesores marxistas han dado el paso que más ahuyenta a los capitales internacionales, la nacionalización de una empresa, precisamente cuando más los necesitan. “Nadie, en el buen uso de sus facultades mentales, invertiría ahora en Argentina”, ha dicho Felipe Calderón, presidente de México.

¿Nadie? Argentina ha puesto en marcha una amplia campaña de charme para embarcar a nuevos socios en sus aventuras. Esta semana ha habido reuniones con la brasileña Petrobras, la actual las habrá con la francesa Total y China se mantiene tras el telón del foro, esperando la oportunidad para saltar a escena. El mundo del petróleo es el del riesgo por excelencia. Todo consiste en cifrar el sobrecosto por la precariedad jurídica que ha demostrado Argentina, y exigirlo. 

El negocio que han diseñado Cristina Fernández, su hijo Máximo y el vicesecretario de Economía, el ya célebre Axel Kicillof, puede muy bien no dar los réditos esperados y sus resultados ser infinitamente peores para el país que los cosechados de Repsol, empresa a la que, además, tendrán que indemnizar con cantidades a definir en el largo litigio que se anuncia. Por desgracia para Argentina.

lunes, 2 de abril de 2012

Competitividad




Competitividad. La que le falta a la economía española y que es directamente responsable de la enorme tasa de paro que soporta el país. Nuestro sistema productivo no fabrica bienes y servicios en condiciones atractivas para que nos los compren nuestros vecinos. ¿Consecuencias?: un abultado déficit exterior y el paro que nos transfieren quienes sí producen bienes y servicios atrayentes.

Se trata, esto de la competitividad, de una especie de mantra de nuestros días. Alemania está sobrellevando bien la crisis, te dicen, porque ha sabido preservar una economía industrial altamente competitiva. Otro tanto le sucede a Holanda, al norte de Italia, a determinados sectores productivos del Reino Unido… Quienes fabrican cosas que se venden lo llevan mejor que los que fabricamos casas que no se venden.

Para recuperar competitividad, te dicen también, los gobiernos cuya inacción política o cuyas torpezas han conducido al desastre, tienen, en circunstancias ordinarias, el recurso de la devaluación monetaria. Instantáneamente, lo que produce ese país se abarata (un 10, un 20 por ciento, lo que se decida) y se restablece la competitividad perdida. Claro que la población se empobrece, igualmente, en el porcentaje de la devaluación, pero como el entorno se denomina en la misma moneda no hay sensación de pérdida. Otra cosa es la inflación subsiguiente y cuando se viaja al extranjero. ¿Se acuerdan ustedes de las pesetas? ¿De las últimas en circulación? Eran una ridícula expresión monetaria, una minúscula lenteja de aluminio, el valor de cuyo metal posiblemente rebasaba el poder de compra de la moneda en sí. A esa miseria nos habían conducido décadas de mal hacer económico.

En el euro no hay la posibilidad de la devaluación, pero tampoco parece que los salarios reales, los que se devalúan en términos reales con la depreciación de la moneda, estén contribuyendo en el país a la recuperación de esa competitividad perdida. Les adjunto dos gráficos que he elaborado con datos de Eurostat, el servicio estadístico de la UE. Permiten constatar que los costos nominales de la mano de obra han crecido en España muy por encima de los alemanes a todo lo largo de esta década pasada. Sólo en 2011 esos costos, que comprenden básicamente salario y otros gastos no salariales soportados por el empresario) crecían en Alemania por encima de los registrados en España. Y en el cuarto trimestre de 2011, todavía en España el costo de la mano de obra crecía un 2,9 por ciento, con respecto al mismo periodo de 2010 (en Alemania lo hacían un 3,6%).

Una cosa es el porcentaje en el que los costos laborales suben o bajan, y otra muy distinta el precio de esa hora de trabajo, expresado en valores reales. Es el otro gráfico que les adjunto. En él se aprecia que a los empresarios españoles, la hora de trabajo en la industria y los servicios les costaba 14,94 euros en 1996, contra los 22,9 euros que les suponía a sus homólogos germanos. En 2010, las referencias eran 20,73 y 28,70 euros.

Esas cifras quieren decir dos cosas: una primera que los costos salariales reales en España se están aproximando a los de Alemania y, una segunda, que la economía alemana es capaz de vender bienes y servicios cuya producción cuesta mucho más. ¿Por qué? Pues porque su modelo es mucho más productivo.

La crisis de la deuda en España va camino de resolverse. A costa de una cura de caballo para cuadrar unas cuentas públicas que el gobierno anterior había desatendido. Lo que viene inmediatamente después es devolver competitividad al sistema productivo nacional, cuyos activos hay que preservar como hacen todos nuestros socios europeos. El debate de los 80 y los 90 sobre la economía basada en los servicios, por contraposición a la economía industrial o “productiva”, que se saldó en España con la promoción de la primera, suena hoy en día escandalosa y vergonzante. Toca contención salarial y defensa y potenciación del tejido productivo. No hacerlo relegará al país a la cola de la Europa próspera.

lunes, 26 de marzo de 2012

Copago




No sé ustedes pero lo que es a mí, la política española me da pocas satisfacciones. Desde luego, el debate en curso sobre el copago sanitario no forma parte de esas últimas. La verdad es que me irrita bastante que un asunto de tamaña trascendencia haya quedado reducido a los eslóganes de una campaña electoral (“no me gusta” y “seguro que nos lo ponen el 26”), como si la cosa no mereciera más que los 15 segundos que los propagandistas juzgan límite para mantener fijada la atención del telespectador, antes de que comience a desconectar. Pero así están las cosas: un discurso rayano al exabrupto y la batalla ideológica de derechas e izquierdas como referencia ideológica última para el debate.

El asunto, obviamente, merece otra armadura intelectual, aquella con la que se han vestido todos los países que, gobernados por derechas como por izquierdas, se han visto en la tesitura de buscar una solución a sus problemas de financiación de la sanidad en algún momento de sus historias recientes. Les adjunto una tabla 
(http://www.scribd.com/doc/86771893que he elaborado a partir de un informe de la Organización Mundial de la Salud sobre esta materia, para que constaten hasta qué punto el problema está generalizado y cómo se le ha dado respuesta entre nuestros vecinos. El informe en sí lo encontrarán aquí (http://www.scribd.com/doc/86771226). Es antiguo pero ayuda a comprender el alcance del problema. Sobre todo porque la tendencia seguida por las naciones europeas no se ha orientado a extender los supuestos de gratuidad sino, en todo caso, a restringirlos.

El movimiento es común: los gastos sanitarios crecen por encima del PIB y los déficits se disparan. Me remito a mi post de estos días atrás sobre la explosión de los gastos en salud. La tentación de transferir una parte de esos costos al paciente es grande. ¿Pero por qué crecen esos gastos así? ¿Es que no hay manera de contenerlos? Los especialistas (Alternatives Economiques hors série nº 92, Politiques Publiques, Peut-on maîtriser les dépenses de Santé?) consideran que el envejecimiento de la población tiene un impacto directo sobre la estructura financiera de la Seguridad Social, pero no tanto sobre los gastos sanitarios. "Son los avances tecnológicos los que contribuyen más acusadamente (al encarecimiento de la sanidad): imaginería médica de punta, moléculas resultantes de la biotecnología, nuevos dispositivos de diagnóstico preventivo... Curar hoy es mucho más caro que hace treinta años, con ganancias reales, pero más débiles (que antaño) en las perspectivas de vida "

En Francia, el consumo de medicamentos ha crecido un 125% en 5 años, y la factura comienza a ser insostenible. "Sometidos a la presión de las empresas farmacéuticas, los médicos prescriben demasiado. Además, muchas de las novedades, más caras, no tienen necesariamente un valor terapéutico real respecto a las moléculas disponibles en el mercado. Según el informe Debré-Even, son más de 2.000 moléculas, correspondientes a 4.500 marcas diferentes (dejados los genéricos de lado), los que se han acumulado, cuando la propia Organización Mundial de la Salud considera que son verdaderamente necesarias sólo 500 moléculas” (cnfr. op.cit. pags. 30-31)

La referencia tangencial del informe que les cito más arriba a la presión de los laboratorios farmacéuticos sobre el mercado adquiere plena dimensión a la luz de otro informe, que también les adjunto (http://www.scribd.com/doc/86772202) y según el cual los países de la Unión Europea, que se gastan un billón de euros (el millón de millones, no el “billion” anglosajón, que son mil millones) al año en prestar atención sanitaria para sus ciudadanos, soporta un fraude o mala utilización de 56.000 millones y que 180.000 millones se pierden al año de los 3,3 billones de euros que la Organización Mundial de la Salud considera que se invierten anualmente en sanidad en todo el mundo.

En “The World Health Report.-Financing for Universal Coverage”, la OMS destaca, como segundo factor que obstaculiza la generalización de la cobertura universal, “la excesiva vinculación de los pagos directos y el momento en el que la gente necesita atención sanitaria. Aquellos comprenden pagos inmediatos por medicinas y tarifas por consultas y otros procedimientos”. Este informe, que usted puede consultar aquí (http://www.scribd.com/doc/86770753) señala (pag. 41) que “los pagos directos no están restringidos a los países con bajos niveles de ingresos o a sistemas de financiación de la salud. Cobrar a quienes necesitan atención médica es el mecanismo prioritario de captación de recursos financieros en 33 países y aporta más de la cuarta parte de todos los fondos (asignados a estos fines) en otros 75”.
Como conclusión, la OMS establece que (op. cit. pags. 52-53) que “las tres últimas décadas han mostrado las limitaciones de los pagos directos tales que las tarifas para el usuario en la financiación de los sistemas de salud. La respuesta apunta una evolución hacia sistemas de prepago y pago compartido, asumiendo en común los riesgos financieros de la enfermedad en los grupos más amplios de población posibles (…) A largo plazo, el objetivo sería reducir el nivel del pago directo por debajo del 15 o el 20 por ciento del total del gasto en salud, y de incrementar la proporción del gasto gubernamental y del seguro obligatorio a en tono al 5 o el 6 por ciento del PIB”.

Todo este material lo pongo a su disposición con el propósito de facilitarles elementos de juicio con los que analizar un problema que está siendo planteado a una población culta y desarrollada de una manera absolutamente deplorable. Es obvio, a la luz de lo que en el se puede leer, que el copago no es cuestión de ideología y que el problema es muy profundo. Más aún que los 15.000 millones de agujero que el sistema genera en España. 
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