Real Time Web Analytics Bruselas10: Delación Dos

lunes, 28 de julio de 2008

Delación Dos


No crean que me he olvidado de este blog. Llevo unas semanas bastante complicadas, y no he podido dedicarle el tiempo que se merece.

La noticia que daba lugar a mi Post “Delación” ha tenido muchas secuelas. Voy a contárselas.

En primer lugar, y como uno de mis atentos lectores se ha preocupado en precisar, ha habido reacciones dentro de la propia Flandes contra la iniciativa de Overijse. Mario Keulen, ministro flamenco del Interior, condenó la medida, juzgándola “medieval”. Inmediatamente fue criticado por otros políticos flamencos. Como Keulen es liberal, y quienes le criticaron militaban en las filas de la extrema derecha flamenca, o en el radicalizado movimiento socialcristiano del norte del país, cabe preguntarse si tras la reacción no había un puro y simple oportunismo político.

Verán, tanto da. Los idiomas, en Bélgica, no son sólo vehículos de comunicación de ideas y sentimientos, sino también instrumentos políticos para marcar diferencias. Llevo muchísimos años escuchando las muy buenas razones de los políticos que defienden en Bélgica una fórmula lingüística, o su contraria, y he llegado a la conclusión de que es un problema que no tiene solución. Este país nació con este problema. La buena fe que explicó el establecimiento de la frontera lingüística es hoy demasiado frecuentemente sustituida por una arrogancia de cortísimas miras, hija de la soberbia y la incompetencia a partes iguales. En el norte del país como en el sur, porque conviene saber que las primeras demandas de independencia las formularon los valones, no los flamencos.

Verdaderamente, esto es una pena. Bélgica, que es un país estupendo lleno de gente magnífica, culta, rica y creativa, se desgañita en peleas provincianas. Lo viene haciendo desde siempre. El norte se pasa la vida buscando la manera de afianzar una identidad distinta que la del sur, bajo la presión de un nacionalismo radical de derechas o de izquierdas, que no mata, pero que le hace la vida imposible a la gente. El “Walen Buiten”, (“Valones fuera”) con el que por la fuerza los extremistas flamencos quebraron la ley que permitía la existencia de una sección francófona en la Universidad de Lovaina, caída del lado flamenco de la frontera, es decir, de Leuven, está ahí, en la historia de los hechos acontecidos. Los historiadores nacionalistas flamencos se refieren a aquellos episodios como “los incidentes”, y pasan por encima de ellos sin levantar la alfombra, para que no se les alborote el polvo que hay debajo. Lo de los rótulos de Overijse es una manifestación más de una cultura de la exclusión por la vía de la afirmación única de lo propio. Hay otras: los bandos municipales de algunos ayuntamientos flamencos que exigen a los niños no hablar en francés en el recreo, las disposiciones municipales que impiden que el cable televisivo subterráneo dé tránsito a canales francófonos por territorio flamenco, y así.

Una de las discusiones más duras de estos días en la crisis política belga es la escisión del distrito electoral que forman Bruselas y los cantones de Hal y Vilvorde. Los flamencos, sobre todo los radicales coaligados con los socialcristianos, quieren a toda costa esa escisión, que consagraría el territorio flamenco impoluto y libre de cualquier tinte francés. Bueno, la frontera lingüística fue establecida en Bélgica para crear territorios lingüísticos homogéneos, en función de las necesidades de la gente. Pero no era una frontera estática, como la que separa a Francia de España. Podía cambiar, si lo que un día estaba del lado flamenco, al cabo de unos años merecía estar del lado francófono, porque la gente se expresara mayoritariamente en francés. El fiel de esa balanza eran las encuestas censales, en las que se incluía una pregunta muy concreta: “¿En qué idioma habla usted?”. El censo de 1947 fue el último que incluyó la pregunta. Con motivo del de 1960, 200 alcaldes flamencos exigieron que la pregunta de la lengua no fuera incluida en el censo y un ministro socialcristiano como el actual primer ministro, Arthur Gilson, se lo concedió. De manera que no hay forma hoy de saber cuánta gente hay en Hal, o en Vilvorde, hablando francés. Pero se presupone que es mucha.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Real Time Analytics