Real Time Web Analytics Bruselas10: Argentina y el abismo

lunes, 23 de abril de 2012

Argentina y el abismo



La nacionalización de YPF era previsible. El paso dado por el gobierno de Cristina Fernández parecía hace tiempo inevitable y la voluntad política de darlo había sido manifestada con mayores o menores ambigüedades desde el mandato del anterior presidente argentino, Néstor Kirchner, difunto esposo de la actual ocupante de la Casa Rosada. Sólo ha hecho falta esperar a una conjunción de circunstancias para que la operación adquiriera carta de naturaleza. La pérdida de liderazgo de las grandes empresas petrolíferas multinacionales en la batalla por la explotación de los nuevos yacimientos y el confuso momento político y económico que vive Europa, en el que España se desenvuelve con mayor debilidad relativa por sus problemas específicos, han creado el caldo de cultivo para que germinara la deformidad. El desbarajuste económico y social argentino, en aceleración exponencial, ha terminado por precipitar los acontecimientos.

En el orden práctico, la decisión argentina pone a Repsol, y a España en su conjunto, en una situación complicada. La multinacional pierde una parte muy significativa de sus reservas (casi la mitad y más de una cuarta parte de su beneficio de explotación) y se ve enajenada de unas posibilidades de futuro brillantes, a través de los hallazgos de hidrocarburos no convencionales en el enclave argentino de Vaca Muerta. España, por su parte, se ve privada de la “profundidad energética” que la proyección de Repsol en la república suramericana le proporcionaba. En la lucha sin cuartel por los recursos energéticos, todos los grandes del planeta tienen sus piezas sobre el tablero y a España, en este lance le han comido un alfil.

Inevitablemente, los ojos de las autoridades políticas y económicas españolas se han vuelto hacia el entorno asociativo del país, en busca de apoyo. Los resultados han sido magros: declaraciones contundentes, aunque genéricas, de Barroso, Asthon y una reclamación voluntarista de sanciones comerciales por parte de la Eurocámara, configuran el desleído ramillete de las solidaridades acopiadas. El contundente respaldo británico, los interesados de México y Bolivia y el renuente de Estados Unidos, completan una panoplia de apoyos de la que, ciertamente, el Gobierno español no puede darse por satisfecho. Pero no hay mucho más margen para reacciones concretas en el corto plazo. La reclamación de responsabilidades ante la Organización Mundial de Comercio es inviable por la naturaleza de la materia controvertida y es muy poco probable que la UE se embarque en una guerra comercial con Argentina por la trapacería de YPF. La privación a la Argentina del Sistema de Preferencias Generalizadas que la UE otorga a sus socios comerciales, reclamada por el Parlamento europeo, parece poco realista y tendría repercusiones negativas en la propia Europa.

Otra cosa es el medio y el largo plazo. Ahí, Argentina pierde. No sólo ya porque la renacionalización de YPF constituya un paso más en una deriva proteccionista, la adoptada por el gobierno de Cristina Fernández, contradictoria por principio con sus imperiosas necesidades de capitales internacionales para financiar el despegue del país, sino porque hay todavía mucha historia por escribir en las relaciones de aquella república con Europa y España no va a engrasar el proceso, como había venido haciendo hasta ahora.

Todo ello sin contar con que Cristina Fernández y sus asesores marxistas han dado el paso que más ahuyenta a los capitales internacionales, la nacionalización de una empresa, precisamente cuando más los necesitan. “Nadie, en el buen uso de sus facultades mentales, invertiría ahora en Argentina”, ha dicho Felipe Calderón, presidente de México.

¿Nadie? Argentina ha puesto en marcha una amplia campaña de charme para embarcar a nuevos socios en sus aventuras. Esta semana ha habido reuniones con la brasileña Petrobras, la actual las habrá con la francesa Total y China se mantiene tras el telón del foro, esperando la oportunidad para saltar a escena. El mundo del petróleo es el del riesgo por excelencia. Todo consiste en cifrar el sobrecosto por la precariedad jurídica que ha demostrado Argentina, y exigirlo. 

El negocio que han diseñado Cristina Fernández, su hijo Máximo y el vicesecretario de Economía, el ya célebre Axel Kicillof, puede muy bien no dar los réditos esperados y sus resultados ser infinitamente peores para el país que los cosechados de Repsol, empresa a la que, además, tendrán que indemnizar con cantidades a definir en el largo litigio que se anuncia. Por desgracia para Argentina.

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