Real Time Web Analytics Bruselas10: Europa chirría en las curvas

lunes, 11 de febrero de 2013

Europa chirría en las curvas


En octubre de 1997, la Comisión europea que presidía Jacques Santer contribuyó al debate, entonces muy malcarado, sobre el presupuesto de la Unión Europea, con un estudio de su comisario de Economía Erkki Liikanen, en el que se desmontaba, punto por punto, la argumentación alemana sobre el "Justo Retorno". Era este un principio que Berlín quería imponer en los flujos financieros entre los Estados miembros de la UE y las instituciones comunes, a fin de reducir el nivel de sus contribuciones al erario común. Los nacionalistas catalanes y los flamencos belgas han hecho propio el principio en sus disputas con las autoridades centrales respectivas.

Aquel informe ("Contribuciones presupuestarias, gastos de la UE, saldos presupuestarios y prosperidad relativa de los Estados miembros") era taxativo en sus descalificaciones, muy bien argumentadas, sobre la validez de los flujos de caja para evaluar la posición financiera de un Estado miembro en la UE. Negaba la pretendida objetividad de dichos flujos porque ese género de cálculos se basa, decía, en factores y variables que arbitrariamente, alguien concreto elige en un momento determinado. Citaba, como ejemplo, el muy famoso "Cheque Inglés". Equivale este a las dos terceras partes del saldo presupuestario del Reino Unido con la UE, que da siempre negativo porque para calcularlo se utilizan argumentos sesgados, y que se define como la diferencia entre la aportación del país al erario común por IVA y PNB y lo que Londres recupera a través de los "gastos repartidos". Hecha la cuenta, el saldo se multiplica por el total de gastos operacionales y de ese mejunje contable sale el dichoso cheque. ¿Y los intangibles? ¿Y los beneficios de la Unión Aduanera? «No hay -concluía aquel documento- una definición única de la noción de saldo presupuestario. Esta ambigüedad facilita el establecimiento de métodos diferentes para determinar las ventajas presupuestarias que comporta la adhesión a la UE. La elección de un método particular refleja a menudo el propósito de resaltar un punto de vista particular, o de defender aspectos específicos».

Como comprenderán, el debate intelectual y ético subyacente en las discusiones previas y posteriores al informe de 1997 que hoy les traigo a estas páginas, no tiene absolutamente nada que ver con el colorido espectáculo que los Jefes de Estado o de Gobierno de la UE, y sus utilleros Van Rompuy y Barroso, nos depararon en la larga noche del jueves al viernes pasados. De lo que allí se trataba era de buscar un punto de encuentro entre las posiciones del Reino Unido, muy por debajo de las pretensiones de la Comisión europea (de por sí desmejoradas por Van Rompuy) y las que Alemania era capaz de asumir sin perjudicar a sus territorios asistidos de la ex RDA, ni humillar excesivamente, y de paso, a Francia, co-timonel del proyecto común. Lo demás era paja, y como tal ardió en la hoguera de las cansinas conferencias de prensa en las que los actores de la comedia se envanecieron por lo bien que lo habían hecho o dieron muestras inequívocas de resignación o confomidad con los resultados, según el orgullo de cada cual.

Supongo que ese punto de encuentro lo conocen: está en los 908.500 millones de euros que la UE podrá efectivamente gastar durante el próximo septenio. Cameron quería 886 y la Comisión 988. Las cifras finales son, en grueso, 960 en compromisos (la cantidad más publicitada en las conferencias de prensa, por ser la más abultada) y los ya referidos 908 en gastos, que son los que de verdad cuentan. Es una diferencia enorme la que separa a "compromisos" de "pagos", que el Parlamento europeo se prepara a contestar. Los "compromisos" se corresponden con el margen financiero máximo de la UE para actuaciones programables durante el periodo de referencia, pero los pagos no pueden exceder el margen establecido ni para cada ejercicio, ni para el conjunto del septenio. Sí, en cambio, pueden hacerlo los "compromisos", lo que quiere decir que la UE podrá programar gasto más allá de 2020 con cargo a las actuales Perspectivas Financieras, a las que ahora se denomina Marco Financiero Plurianual. Se trata de un subterfugio contable convertido en trampa retórica, porque el margen financiero no suele ser explotado nunca hasta sus límites extremos. Tampoco el de gastos, y si no, recuerden las apreturas últimas del Erasmus.

Toda esta discusión, farragosa, poblada de sobreentendidos, oscura y equívoca, se explica, única y exclusivamente, porque Europa ha perdido el dibujo de sus neumáticos y chirría en las curvas. Es absurdo que, a estas alturas, tres cuartas partes del presupuesto común se gasten en agricultura y políticas denominadas "de cohesión" (de asistencia a socios con un desarrollo inferior a la media). El "Cheque Inglés" tiene su origen en que el Reino Unido, en épocas de Margaret Thatcher, consideraba que Europa le salía cara y extraía poco de ella. Se trata, como hemos visto antes en este artículo, de un argumento ramplón, fácilmente cuestionable, pero fue moralmente difícil de contrarrestar cuando la primera ministra británica lo puso sobre la mesa del Consejo Europeo porque no pocos consideraban, aquel junio de 1984, en Fontainebleau, que la Política Agrícola Común, era el "Cheque Francés", cuando no un mecanismo encubierto de reparaciones de guerra entre Alemania y Francia. Y la Política de la Cohesión, que negoció Felipe González y por la que todavía hoy se le honra, los mismos malpensados podrían entenderla como un modelo imaginativo de compensaciones directas por libre acceso a un mercado. A los primorosos olivares de Jaén la PAC, y la cohesión, les ha venido de perlas, pero al tejido industrial español de los 80, la competencia europea le sentó como una patada. Es verdad que los que se sobrepusieron alcanzaron a sacar la cabeza pero quedaron muchos cadáveres por el camino. Y nadie parece acordarse de ellos.

Lo que de verdad los acuerdos del viernes enseñan es que Europa tiene que hacer un esfuerzo para ponerse de acuerdo sobre sus objetivos comunes. Los heredados de la postguerra y el mundo bipolar no sirven ya. Hay que buscar otros. Y financiarlos adecuadamente. Desde nuevas bases. Sin chequeras, ni verdades a medias.

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