“Libar”
es un verbo transitivo español que significa, en su primera acepción, “chupar
suavemente el jugo de una cosa”, según el Diccionario de la Real Academia de la
Lengua y “Libor” pretende ser el acrónimo de “London Interbank Offered Rate”,
pero yo estoy convencido de que significan lo mismo, de que el segundo es la
versión anglosajona del primero, del verbo castellano.
Al
menos, esta es la convicción, firme, que resulta de los hechos extraordinarios que están saliendo a la
luz estos últimos días y que nos cuentan que el precio del dinero que se nos
ha prestado a nosotros, o a nuestros países en determinadas circunstancias, puede
no responder a la realidad del mercado, - condición exigible e inexcusable
última del modelo en el que nos desenvolvemos- sino a la conveniencia de unos manguis que han falseado la realidad en
beneficio propio, o, lo que es lo mismo, de los bancos para los que trabajaban,
con el muy británico Barclays al frente. De paso, o precisamente por eso, la
operación les franqueaban a estos manguis
el acceso a monstruosos “bonus” que les permitían pagarse los Bugatti Veyron a millón y pico de euros cada uno, los
yates “no 40 ft but 40 mts”, las muñecas
rusas y los chateaux en la campiña
británica, que es francamente bonita; les recomiendo que la visiten.
La
manipulación del “Libor” y, consiguientemente, del “Euribor”, revela tal
arrogancia, un cinismo tan extremo en los operadores bancarios que lo
gestionaban y de sus jefes (que pretenden llamarse andanas, diciendo que no
sabían nada) que pone definitivamente en cuestión el modelo que resulta de la
globalización financiera. Porque quienes desde las pantallas de ordenador del
Barclays en la City londinense (probado) y de una veintena de bancos más de escala
operativa planetaria (aún bajo investigación), falseaban el precio del dinero
que se vendía por el mundo, no estaban alterando las condiciones de un mercado
cualquiera: le estaban metiendo la mano en el bolsillo a usted y a mí, a todo
el mundo, a un negocio de 360 billones de dólares (trillions en inglés).
El
Libor nació en la City londinense a mediados de los 80 del siglo pasado, cuando
los mercados financieros comenzaban a sofisticarse y elaboraban ya productos y
garantías directas o colaterales complejas, a presente y a futuro. luego llegaron las subprimes. Los bancos
necesitaban una referencia concreta y homologada para operar y crearon el Libor.
Se trata de una cifra fijada a diario, poco antes de la media mañana, por una
serie de bancos, que refleja la media del tipo de interés al que esas instituciones
estarían dispuestas a prestarse dinero en diferentes divisas y para un centenar largo de supuestos. Es una estimación, no una realidad y la
fijan los operadores privados porque así lo permitieron el Tesoro británico y
la Asociación Británica de Banca, que asumió en su día que esa operativa iba a
regirse por las normas del fair play.
Una broma pesada.
Bueno, pues
no ha habido fair play y la City entera
huele a todo menos a rosas.
No voy
a entrar en los detalles de este escándalo; de ellos se están ocupando mis
compañeros en los medios de comunicación habituales. Pero sí quiero hacerles
notar un par de cosas o tres. Primera, y como ya les señalé semanas atrás en
otro post, que áreas vitales de
nuestra existencia se sustraen a las garantías del proceso democrático. El
precio del dinero que nos prestan lo calculan sujetos privados y se ha
comprobado que lo falseaban en beneficio propio, ante la desatenta mirada de un montón de funcionarios públicos a los que se paga para vigilar que estas cosas no pasen.
Pero también
la gasolina o el gasoil que compramos, se fija en instancias privadas, a través
de una agencia de nombre Platt’s, que es una filial de McGraw-Hill, el patrón
de Standard & Poor’s, la bestia parda de las agencias de calificación junto
con Moody’s. La mayor parte de los contratos a plazo del mundo del petróleo que
entrañan intercambios físicos de crudo o derivados están cifrados en base a
referencias de Platt’s. La International Organization of Securities Commissions
(IOSCO), que es regulador internacional de los mercados de valores, ha abierto
una investigación sobre ese tinglado a demanda del G20 de Cannes (noviembre de
2011) porque entiende que si bien el método de cálculo que Platt’s utiliza es
conocido, el procedimiento de fijación de precios en sí no es transparente. Los
miembros del comité que determinan los precios del crudo y de sus derivados, es
decir, de las gasolinas, el gasóleo, el keroseno de aviación y las naftas,
entre otros productos, que se venden en todo el mundo, así como sus deliberaciones, ¡son
secretos!
Mi
tercera consideración se refiere a las instituciones europeas, asombrosamente ausentes
en este debate. ¿Hasta dónde llegan los riesgos? Porque el Deutsche Bank está
siendo investigado… ¿Ustedes se imaginan si, de resultas de todo este follón, se derivan responsabilidades penales para los autores de estos abusos, y los países y los sujetos individuales defraudados se personan como acusación particular o privada en procesos similares al que se dio en su día por la Merchant Shipping Act británica, que data de las mismas épocas (se promulgó sólo cuatro años más tarde) que el Libor? ¿Dónde se iría eso que llamamos "el sistema"?
Si, Fernando, el libor libador. Y ya que estamos en el mundo 'anglo' podemos decir aquello de 'we the people'... siendo timados, como siempre, por jetas de todos los hemisferios. ¡Ay, qué poco uso de hace de El Dueso, Alcatraz y demás! R.
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