Tipo de cambio del dólar frente al euro, desde su creación hasta hoy. Fuente: BCE |
Un viento de locura recorre Europa. Potentados alemanes están comprando propiedades en Suiza a precios astronómicos porque no confían en el euro y temen perder su dinero. Algunos ricos españoles se están haciendo con lujosas viviendas en los mayfairs y chelseas londinenses, porque anticipan la escisión de la moneda única y la devaluación brutal de sus haberes en la divisa que se les asignaría (¿el real, el duro?, la peseta es un invento catalán...) después de tan traumático proceso, en cuyo transcurso se decretarían "corralitos" y "corralones" diversos. Los inversores abandonan los mercados de valores y el Investment Company Institute daba cuenta este jueves (CNN News) de que los títulos de los fondos mutualistas estadounidenses, precisamente los que suelen garantizar (otros también) la estabilidad de las inversiones en bonos de deuda soberana a largo plazo, perdieron 1.500 millones de dólares la última semana de junio, por la desconfianza acentuada en que Europa alcance a salir de la crisis de la deuda. JPMorgan Chase & Co, Goldman Sachs Group Inc y BlackRock cerraron sus fondos en euros a nuevas inversiones tras la rebaja de tipos anunciada por el BCE el jueves (Bloomberg). Y, en fin, el escándalo del Libor londinense emponzoña todo el ambiente financiero, poniendo una interrogante monumental, otra vez, sobre las prácticas de la banca de inversiones.
Mientras tanto, aquí, en Bruselas, el Consulado español no alcanza a atender las peticiones de españoles, muchos de ellos con barba y ellas con pañuelo, de origen circunstancial en Ceuta o Melilla, que utilizan su pasaporte español como trampolín para buscar acomodos preferentes en otros rincones de la Europa de nuestros días. A veces se forman colas y en ellas se llegan a ver, también, a españoles sin barba ni pañuelo que vienen a Bélgica buscando un tajo en el que trabajar, porque allá de donde vienen no hay nada que tajar. Aquí tampoco lo encuentran.
Ustedes me perdonarán, pero este que describo es un clima propio de preguerras. Y no me paso un pelo.
Estos últimos cuatro años han dejado eso que denominábamos "el ideal europeo" por los suelos. Es verdad que esto no ha sido nunca una familia; si acaso, un matrimonio de conveniencias, en el que cada cual tenía su armario: los británicos para el cheque, los franceses para la PAC, los alemanes para el mercado interior. Pero de un tiempo a esta parte todos son reproches. Públicos y muy desagradables. Aún a riesgo de que la síntesis se lleve aspectos trascendentales de la discusión, me atrevería a decir que todo se resume a que un socio europeo, Alemania, se niega a diluir el núcleo de compromisos centrales de la moneda única, asumidos conscientemente por todos, para facilitarle la salida de la crisis, sin demasiados quebrantos, a países como Grecia, Portugal, Irlanda, Italia o España, (quizás también Francia) cuya adhesión al euro fue ampliamente cuestionada en los debates previos al lanzamiento de la moneda única, en los años 90 del pasado siglo.
La negativa de Alemania, que es ampliamente compartida por la opinión pública del país, y por los gobiernos y las poblaciones de otros socios del norte europeo, la personifican los medios y cierta clase política en la figura de Angela Merkel, que ha sido objeto de todo género de insultos y caricaturas, por parte de quienes, en realidad, no están haciendo otra cosa que pagar por el incumplimiento de sus compromisos.
Y políticos de países asistidos, como Juan Fernando López Aguilar, aparecen en TVE reclamando de la canciller alemana, con gran apremio y verborrea, un cambio en los estatutos del BCE para que compre deuda soberana, o la mutualización de la deuda y la emisión de eurobonos. Y todo ello, decía este personaje antes de la última cumbre, a fin de acopiar instrumentos para el relanzamiento económico y la generación de empleo. ¿Acaso desconoce López Aguilar que por cada mil millones de euros emitidos por el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, los contribuyentes alemanes pagan 270 millones en garantías, y 200 los franceses? Con los eurobonos, el riesgo de cobertura para los países garantes aumentarían aún más: 400 millones para Francia por cada 1.000 millones colocados, por ejemplo.
En su sonora carta de esta semana pasada, (está aquí http://www.scribd.com/doc/99486231) Hans-Werner Sinn, presidente del muniqués Ifo Institute, clamaba públicamente contra la socialización de las deudas gubernamentales y bancarias. Calificaba semejantes operaciones de injustas y como nefastas para la correcta utilización de recursos públicos. Y recordaba cómo la socialización de las deudas bancarias estadounidenses de los años 80 le costó al contribuyente americano más de 100.000 millones de dólares.
Las actitudes ante la crisis en los diferentes recovecos de nuestra Europa son tan dispares, y tan enconadas las posiciones, que al final no cabe otra cosa que preguntarse si, verdaderamente, nos merecemos una moneda común.
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