Real Time Web Analytics Bruselas10: Turquía se sale

sábado, 16 de marzo de 2013

Turquía se sale





En diciembre de 2004, una cumbre de la Unión Europea acordó ofrecer a Turquía la apertura de negociaciones de adhesión a partir de octubre de 2005, con la vista puesta en una entrada del problemático candidato en la estructura de la UE no antes de 2015.

Recuerdo las justificaciones que alguno de los que habían urdido aquel extraño acuerdo (una “patada hacia adelante” de más de una década no es cualquier cosa) daba para explicarlo. Quién sabe cómo será la Unión Europea en 2015, decía con aire enigmático, fuera de micrófonos, aquella gente.

Había suficiencia en aquellas previsiones. La suficiencia propia de quien se siente tocado por la gracia de los dioses. Cuando se le dijo a Turquía aquel “sí, pero más tarde”,  el euro llevaba un par de años en la calle y era ya percibido como un éxito, la Eurozona crecía al 2,2% (España al 3,3), su deuda conjunta andaba por el 69%, los déficits presupuestarios se situaban en un cómodo 2,9 del PIB y el desempleo rozaba el 9% (el 10,6 en España). Había motivos para pensar que el tiempo, y los esfuerzos combinados de unos y otros, permitirían a Turquía allanar las distancias que aún la separaban de la UE y a esta misma a diluir desconfianzas y otras prevenciones.

No podemos menos que sorprendernos por los resultados de esta mirada atrás. Las cosas han evolucionado, ciertamente, pero a peor. Europa no se reconoce a sí misma en el duro proceso de ajuste presupuestario acometido para reconducir los déficits públicos y sus consecuencias más aparentes ofuscan la capacidad de percepción de políticos y ciudadanía: el PIB de la UE27 cayó en 2012 un 0,6%, el paro rondaba ese año el 12% -el 26% en España- y la deuda pública en la Eurozona se situaba en el 90% del PIB. 

Mientras, Turquía sigue ahí, esperando que suene la campana prometida, pero el tañido sigue sin dejarse oír. Alemania y Francia, los dos socios comunitarios que, junto con Austria, más se oponían a la entrada del país euro-asiático en la UE, ha hecho gestos estos últimos días hacia Ankara. Angela Merkel, que actúa, de facto, como presidenta de la UE, viajó a finales de febrero a la capital turca y se declaró partidaria de reanudar las negociaciones, interrumpidas en ocho capítulos fundamentales desde diciembre de 2006, aunque dejara claro de que la perspectiva de una adhesión plena del país a la UE no está garantizada; que ella prefiere el acuerdo preferencial.

Francia por su parte, había declarado a mediados estar dispuesta a retomar las negociaciones en uno de los capítulos bloqueados, el de las ayudas a las regiones menos favorecidas. Hollande se distanciaba así de la política obstruccionista de su predecesor, Nicolas Sarkozy.

Es muy probable que esos esfuerzos, nimios, resulten insuficientes para satisfacer a las autoridades turcas. En el país, según sondeos recientes, las actitudes pro europeas han caído significativamente. Encuestas llevadas a cabo a finales de enero mostraban que sólo el 33% de la población es actualmente partidaria de continuar las negociaciones de adhesión, mientras que casi el 60% prefería olvidar la perspectiva europea. Y el gobierno islamista de Erdogán, por su parte, da señales de estar mirando ya a otro lado, a la Organización de Cooperación de Shanghái, creada en 2011  y de la que forman parte  Rusia, China, Kazajstán, Kirguizistán, Uzbekistán y Tayikistán. Turquía forma parte de ella desde 2012 como “asociado para el diálogo”.

Erdogán ha dicho que el grupo de Shanghái le conviene a Turquía y que si se adhiere formalmente a él, su país dirá formalmente adiós a la UE. En Europa no se concede gran crédito a esas balandronadas pero si Turquía continúa con su desenganche, ese candidato problemático a la adhesión se irá por su propio pie y voluntad. Un desprestigio adicional para la renqueante Unión Europea del esplendor perdido.

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