El viscoso sapo de la avaricia ha anidado en el charco de
petróleo. Reguladores y gobiernos sospechan que en el laberinto del oro negro
se ocultan depredadores infinitamente más letales que el Minotauro de la
antigüedad. Aquella criatura mítica, a fin de cuentas, no salía de su prisión
pero sus émulos de nuestros días han cubierto el planeta con una red que atrapa
lo mismo dólares que euros, yuanes, yenes y rublos, con una eficacia que para
ella misma quisiera la flota pesquera de gran altura.
Lo de la eficacia no es ninguna broma: en España ha sido
noticia este mes que el margen de las petroleras ha crecido un 31 por ciento
desde enero, pero eso apenas son peanuts en comparación con los
beneficios de los 10 traders principales que operan en los mercados de
materias primas, comprando toneladas lo mismo de petróleo que de cobre o de
trigo, reales o de papel. Esa red les ha permitido “cosechar” la
coqueta cifra de 250.000 millones de dólares estos últimos 10 años, según
cifras aparecidas el pasado abril. Algo debe estar pasando, se dicen las
autoridades públicas, cuando en 2000, los beneficios de ese sector, en el que
se cuentan gigantes como Glencore, Cargill, Vitol, Trafigura, Noble Group
o Mitsubishi, “sólo” obtuvieron 2.100 millones de dólares en beneficios. Se trata
de sociedades, estas, en su mayoría privadas y no cotizadas. Sus beneficios
superan a los de la gran banca norteamericana de inversión.
Mientras tanto, los clásicos del medio, las corporaciones
petrolíferas, continúan inflándose los bolsillos. ExxonMobil, la más grande de
entre las grandes, la antigua Standard Oil que fundara John D. Rockefeller,
volvió el año pasado al primer puesto en el ranking norteamericano de empresas
por beneficios que publica Fortune, con 44.880 millones de dólares, lo que representa
un crecimiento del 9,3% respecto a la cifra de 2011. El logro, de todos modos,
está ligeramente por debajo del récord de 45.220 millones de 2008. Y el mundo,
de crisis.
Cito ExxonMobil porque ahora que está de moda la
problemática de la evasión fiscal con los casos de Apple, Google, Amazon o
Starbucks, resulta que la empresa en cuestión, que es la segunda en la lista de
las que registran más beneficios en Bélgica según la clasificación de Trends,
en 2011, sobre una cifra de 2.927 millones en beneficios, devengó sólo 30.381
euros en impuestos al fisco local.
Gobiernos y reguladores desconfían. Constatada la escasa
voluntad de colaboración del sector a los requerimientos de transparencia del
G20, ha llegado la hora de las investigaciones. Las hay para todos los gustos:
La norteamericana Commodity Futures Trading Commission (CFCT), el regulador de
los mercados de materias primas, está investigando, con gran disgusto del
sector, si los contratos de swaps OTC (over the counter, a muy corto)
realizados por las empresas del medio no son, en realidad, contratos
enmascarados de futuros. El sector no es que niegue la práctica; dice que es
cosa del pasado, que desde octubre, prácticamente no se hacen OTCs, que todo
pasa al mercado de futuros (el que define las “apuestas” sobre lo que va a
pasar con el precio de las materias primas a “equis” plazo).
A título de curiosidad, recordaremos que Suiza acoge los
cuarteles generales de algunos de los principales traders del petróleo,
pero Chipre es la sede social, a efectos fiscales, de varias de ellas, como
Mercuria Energy Group Ltd o Gunvor Group Ltd. Ninguna de ellas parece haberse
visto afectada por la crisis financiera chipriota.
La Comisión europea ha entrado también en el baile. Está
investigando a Shell, BP y a la noruega Statoil, en busca de acuerdos espurios de fijación
de precios, además de a la italiana ENI y, significativamente, a Platt’s, la
filial de MacGraw Hill que define a diario los precios para los diferentes
tipos de crudos y derivados del planeta. Sus números son determinantes para el
precio que, al final, el consumidor paga en la estación de gasolina.
La investigación parece ser una consecuencia del oleaje
provocado por el escándalo del Libor, el London Interbank Offered Rate,
cuya manipulación por parte de los bancos que lo definían a diario ha sido
probada.
Ahora se trata de descubrir si los mercados de petróleo y
derivados, físicos o de papel, escasa o nulamente regulados y parcial o
totalmente opacos, están siendo manipulados por un puñado de iniciados. La
investigación puesta en marcha por Bruselas se retrotrae hasta 2002 y
compromete un mercado de 200.000 millones de barriles de crudo al año, evaluado
en unos 20 billones de dólares también al año, que determina sus precios en base a las referencia de Platt’s para el Brent.
Pero la influencia de los precios de Platt’s va aún más
lejos, pues son, a su vez, indicadores para los mercados de futuros y de
derivados que se utilizan en el sector.
Se trata, obviamente, de un tema mayor y los riesgos están a
la altura, porque si las autoridades pierden, los sectores concernidos
reforzarán sus blindajes y será aún más difícil meterlos en vereda.
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