El
G8 de de Lough Erne, en Irlanda del Norte, ha concluido esta semana con sonoros
llamamientos de las potencias mundiales a la lucha contra la evasión fiscal y
el dinero negro que circula por el planeta sin pagar impuestos. Se dice que la suma total de esos capitales
asciende a entre 21 y 32 billones de dólares y que los impuestos defraudados alcanzan
los 120.000 millones de euros, sólo para las Administraciones tributarias de la
UE, según el ICIJ y Oxfam.
Los
planteamientos de la cumbre han sido acogidos, en general, con entusiasmo
variable, aunque en todo caso positivo. Yo soy de los escépticos y les voy a
decir por qué.
La
declaración del G8, como las precedentes de la misma índole del Consejo
Europeo, la OCDE o países individualizados, se suscitan en medio del escándalo
provocado por las revelaciones, a cada cual más llamativa, de archivos informáticos secretos con referencias
concretas a la amplitud del fraude fiscal y la circulación de dinero negro por
los paraísos fiscales del planeta. Tan incómodas verdades están difundiéndose,
además, cuando nuestras sociedades se encuentran sometidas a fuertes apreturas
presupuestarias por la crisis financiera internacional.
El
dinero denominado "negro" obviamente no lo es; exhibe siempre las
coloridas plumas que sus creadores le han dado. Si se le califica así es
porque, a efectos fiscales, está oculto detrás de un biombo de oscuridad,
dispuesto intencionadamente por personas concretas. Y en la "foto de
familia" del último G8 yo identifiqué fácilmente a tres personas que están
del otro lado del biombo: Barak Obama, David Cameron y Vladimir Putin. Y otros
(Angela Merkel o François Hollande), tienen capacidad para echar de vez en
cuando una mirada rápida a lo que pasa tras esa cortina de oscuridad.
Los
paraísos fiscales atesoran una historia vieja de décadas (de siglos si nos
remontamos a la época de piratas y corsarios), pero sus dimensiones y la
trascendencia de su papel en la economía internacional data de las dos últimas
décadas, coincidiendo con el elefantiásico desarrollo de la economía
financiera. Y muchos de ellos están directamente vinculados a la metrópolis
londinense, a Washington o a La Haya, por no decir que a Moscú, aunque sea este último un
sistema que nos cae a desmano. La City londinense ha sido públicamente acusada
de actuar como una gigantesca "lavadora" para el dinero negro del
planeta, operando estrictamente en Londres o a través de la red tentacular que
tiene desplegada en las Islas Vírgenes, las Caimán, Bermudas etc.
En
el imperio planetario del momento que preside Barak Obama existen territorios
como Delaware, Wyoming o Nevada en los que es posible, con poco dinero,
emprender una fructuosa y rápida carrera hacia la opacidad fiscal. En Delaware
tienen sede social muchas de las compañías del índice "Fortune 500" y
la filial de una empresa holandesa, CT Corporation, actúa allí como registro
para 278.000 compañías de todo el mundo. Pero hete aquí que todos estos
territorios y prácticas quedaron libres de culpa en el G20 de Londres, (abril
de 2008) cuando se redactó una lista de países con operativas sospechosas. Lo
mismo que las islas británicas. Lo denunció entonces el primer ministro
luxemburgués, Jean-Claude Juncker, en una intervención ante la Cámara del Gran
Ducado. Y lo dijo doliéndose del poco caso que británicos y norteamericanos
habían prestado a sus propuestas al G7-Finanzas de 2007, en tanto que
presidente del Eurogrupo, para regular la actividad de los Hedge Funds, las
agencias de notación y otras instituciones financieras cuya intervención en las últimas crisis está harto probada.
David
Cameron se presentó en la última cumbre de Bruselas, la del 22 de mayo, con una
carta dirigida a 10 paraísos o refugios
fiscales dependientes de la City, en la que les reclamaba la identificación de
los propietarios efectivos del dinero que se esconde tras recursos genuinamente
anglosajones como los "trusts", en los que una razón jurídica pagada
para ello figura como pantalla, como biombo de oscuridad, para el auténtico
dueño del capital. Cameron dijo que tenía el acuerdo de estos enclaves para
realizar una lista centralizada de propiedades ocultas tras los
"trust", pero Bermuda ya ha dicho que no lo tiene nada claro.
Por
otra parte, la armonización de la fiscalidad del ahorro de los no residentes
comenzó a ser discutida por la UE el 14
de febrero de 1989. La Directiva que lo regula, que concierne sólo al ahorro de
las personas físicas en imposiciones ordinarias, entró en vigor en 2005, 16
años después. Este jueves pasado, la Comisión europea, reclamó a Italia,
Bélgica, Polonia, Grecia y las Islas finlandesas Aland, la trasposición a los
ordenamientos interiores respectivos de la legislación en vigor sobre evasión
fiscal.
Y
las islas anglonormandas del Canal, y otros territorios dependientes del Reino
Unido, estaban obligadas por los acuerdos de la cumbre de Feira (Portugal,
2000), a proceder al intercambio automático de información fiscal con los
países de la UE. No deben estar haciéndolo porque el G8 de esta semana ha asegurado que estarán obligados a
realizarlo. Y lo ha dicho como un triunfo de la reunión.
La
Comisión europea ha anunciado que presentará, en lo que queda de año, un
proyecto de directiva para extender el ámbito de ampliación de las
disposiciones en vigor sobre fiscalidad del ahorro a otras figuras. Es la misma
Comisión que en mayo de 2008, consideraba excesivo extender la aplicación de la
norma a las personas jurídicas. Échale hilo a la cometa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario