Real Time Web Analytics Bruselas10: Hoy como ayer

domingo, 4 de diciembre de 2011

Hoy como ayer



¿Para qué?

Este viernes ha habido en Bruselas una gran manifestación sindical contra las medidas de ahorro aprobadas por los dirigentes políticos que van a formar, por fin, gobierno en Bélgica.

Por hablar con propiedad, la protesta estaba dirigida contra los recortes económicos que esos políticos ha asumido, bajo la presión de los mercados financieros  internacionales, para formular un presupuesto marcado por la austeridad, con el que dar "cuerpo económico" a los cambios institucionales adoptados semanas atrás para proceder a la nueva reforma del Estado. El aspecto más destacado de esos cambios se refiere a la escisión del distrito electoral y judicial que forman, desde comienzos de los años 70, Bruselas y los cantones de Hal y Vilvorde. Se trata, esta separación, de una exigencia irrenunciable de los nacionalistas flamencos, que quieren consolidar la frontera lingüística adoptada a comienzos de los 70.

Había una enormidad de gente en esa manifestación. Unos dicen que 50.000, otros que 80.000 . Da igual: eran muchísimos para los hábitos y la talla demográfica de este país. A mí, que los veía pasar gritando aquello de "el 1% con mucha 'pasta' y el 99% con la rabia ", esta gente me traía a la memoria las grandes huelgas de invierno de 1960 y 1961, cuando los trabajadores, en su mayoría valones, de los sectores minero y siderúrgico, se cruzaron de brazos para protestar por las medidas de austeridad que quería imponer el entonces primer ministro del país (unitario a la fecha), Gaston Eysckens. Como todo su Ejecutivo, Eyskens estaba asustado por la deriva de las finanzas públicas belgas. Perdido el Congo un par de años antes (y aunque no por ello), la deuda pública del Estado comenzaba a montrar un perfil acentuadamente vertical.

El gobierno de coalición socialcristiano y socialista que comandaba Eysckens fracasó en sus esfuerzos por imponer austeridad en el gasto público, porque el sistema belga no fue capaz de acomodar sin graves quebrantos el desplome los sectores siderúrgico y minero de Valonia. Comenzaban el empobrecimiento del otrora próspero sur de Bélgica y los esfuerzos del país para encajar el golpe. No lo consiguió: la deuda pública se situaba en una media del 79% del PIB entre 1974 y 1984, y crecía hasta el 134,3% en 1993.

Para comprender este proceso hay que precisar que el subsidio de desempleo, en Bélgica, es de por vida y que el sector minero perdió al 97% de sus efectivos en sólo 2 años. Para financiar esas necesidades, y para afrontar las imprescindibles reestructuraciones del aparato productivo en un entorno internacional de encarecimiento de la energía, (el primer "choque" petrolífero se produjo en 1973, el segundo en 1979) el déficit presupuestario belga fue, de media, un -8,3% del PIB entre 1974 y 1984, subió al -9% en 1985 y llegó al -9,4% en 1986. Sólo en 1989 Bélgica comenzó a mostrar superávits fiscales.

Con un enorme esfuerzo (la tributación por rentas del trabajo es, en Bélgica, elevadísima y el IVA está desde hace décadas en el 21%) y una estricta contención del gasto público, los belgas comenzaron a reducir esta enorme montaña de deuda, a fin de estar en condiciones de acceder a la Unión Monetaria europea en 1999. En 2007 la dejaban en el 84,1% del PIB pero la crisis ha desbaratado estos esfuerzos y en 2010 estaban otra vez en el 96,2%. Eurostat, el servicio estadístico de la UE, les pronostica el 100,3% para 2013.



Les cuento toda esta historia porque, viendo pasar a aquellos manifestantes, me preguntaba por el margen del gobierno para atender a sus demandas. Creo que es nulo. Es verdad que el hundimiento de Valonia tuvo responsables con nombres y apellidos, empezando por la todopoderosa (entonces) Societé Générale de Belgique, el gran holding financiero e industrial que abandonó a la industria básica valona a su suerte para invertir en Francia, cuando vio que el modelo estaba abocado a su fin. O el Groupe de Launoit, que hizo otro tanto. Se llevaron el dinero donde produciría más y dejaron el “paquete”, quiero decir el paro, a la Seguridad Social, es decir, al contribuyente belga.

También es verdad que los flamencos contribuyeron no poco a este drama. Consiguieron financiación prioritaria del gobierno central para su carbón del Limburgo (97.000 millones de francos belgas de la época), con los que el sector se mantuvo activo aún otros 15 años. Els Witte y Jan Craeybeekx, citados por Bernard Demonty en "Saga Belgica", aseguran que Flandes obtuvo el 57,9% de las ayudas nacionales para expansión económica, mientras que Valonia sólo se quedó con el 38,2%. El 3,9% restante fue a Bruselas.

Pensaba, viendo juntas tantas historias de desconsuelo discurrir ante mí, que hace ahora 50 años Bélgica entró en barrena por una grave crisis industrial, que le obligó a financiar una muy importante tasa de desempleo con los generosos subsidios previstos por una legislación pactada entre socialcristianos y socialistas para estos casos. La reforma del Estado, con la imparable ascensión de los flamencos, consumió demasiadas energías políticas que hacían mucha falta en el rediseño económico del país. 

Ahora estamos como entonces, ante un grave deterioro de las finanzas públicas y con la gente en la calle,  exigiendo que no les pasen la factura. Pero Bélgica no puede esperar ya indulgencia de los mercados financieros internacionales, ni de la Unión Monetaria europea, cuya estabilidad se encuentra gravemente comprometida por las irresponsabilidades presupuestarias de unos y otros.

De modo que, hoy como ayer, Bélgica afronta un nuevo empobrecimiento, y para toda una generación, como mínimo. Y hoy como ayer el debate sobre la independencia de Flandes dista de estar cerrado: Bart de Weber y su NV-A, que han quedado al margen de los arreglos institucionales y presupuestarios de Bélgica, continúan aumentando su peso político en Flandes. Superan ya el 40% de la intención de voto.

Quien vea en Bélgica un ejemplo de adaptabilidad a las circunstancias ha perdido la visión espacial. Se ha tapado un ojo con un parche.


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