Herman van Rompuy, presentando en rueda de prensa los resultados del Consejo |
Las Perspectivas
Financieras dan cada siete años lugar a una negociación complicadísima, en la
que se discute cuánto dinero van a asignar los Estados miembros a las políticas
comunes de la Unión y por qué vías va a resarcirse cada uno de ellos de esas
inversiones, en el horizonte temporal de un septenio. En algunos casos, el
saldo resultante es negativo y se dice entonces que los países en esa situación
son “contribuyentes netos” al presupuesto común. Cuando sucede al revés, nos
encontramos ante “beneficiarios netos” del erario europeo. España, que ha
formado parte de estos últimos hasta ahora, pasará, en el nuevo periodo de programación presupuestaria, a la condición de
contribuyente neto, debido a su nivel relativo de riqueza.
El
hecho de que el MFP (por Marco Financiero Plurianual) se articule a lo largo de
7 años no es un tributo a la extinta hegemonía francesa sobre las cosas de
Bruselas, que haría coincidir la programación del gasto europeo con la antigua
duración del mandato de su Presidente. Resulta de la época, años 80, en la que
Alemania pagaba sin chistar. Cuando le plantearon al entonces canciller Helmut
Kohl las necesidades existentes, contestó diciendo que no podía darles encaje
en cinco años, el periodo inicialmente contemplado; que prefería hacerlo en
siete. Y así se acordó.
Las
discusiones a las que asistimos estas últimas semanas sobre el tema, de las que
la fracasada cumbre del viernes es una referencia más, no guardan ninguna
relación con las de finales de los 80 y mediados de los 90, cuando se aprobaron
los primeros “paquetes” de gasto que fueron denominados ,”Delors-1” y
“Delors-2”. Contrariamente a lo que entonces sucedía, ahora no se pretende dar
satisfacción a ningún listado de necesidades, ni mucho menos ampliar el
existente. Lo que se busca es encajar las políticas ya enumeradas en el pasado
dentro de un corsé presupuestario que no ha sido diseñado para ellas. El jueves
y el viernes, los líderes europeos pelearon por algunas de las opciones sobre
la mesa, a cada cual más restrictiva: los 200.000 millones en que Cameron
quería recortar la propuesta de la Comisión, de 1,03 billones, y que hubiera
llevado a la congelación del gasto europeo, en términos reales, con respecto al
programa 2007-2013; los 160.000 o 180.000 de ahorro pretendido por los suecos;
los 150.000 de los holandeses; los 130.000 de franceses, checos, finlandeses,
austriacos y daneses y los 81.000 de Van Rompuy, el presidente del Consejo
Europeo.
Por ende
todos los mencionados, España también, pretendían limitar su aportación al
presupuesto común, a través de alguna de las vías existentes: los británicos mediante
su cheque, los alemanes con la limitación vigente a su contribución al erario
común (no puede rebasar un porcentaje del PIB, en función de los acuerdos de
la cumbre de Berlín de 1999), los holandeses por el mismo camino, etc. etc.
etc. De lo que se trataba, y aún se trata, es de cobrar, pero no pagar. Lo
mismo que sucede con el AVE: todo el mundo quiere que pare, pero no que pase.
En
semejante escenario, los arreglos eran imposibles. Van Rompuy, que ha asumido
todo el protagonismo de la negociación en detrimento de Barroso, se pasó la
cumbre moviendo dinero de una partida a otra solamente para constatar que unas
veces molestaba a unos, y otras a otros.
Al
final, constatada la tacañería de quienes más deberían aportar a las cuentas
comunes, a lo que nos encaminamos es a un acuerdo “a la carta”, cuando vuelva a
convocarse la cumbre: una solución “especial” para el problema español (una
especie de cheque), otra para el francés, y así hasta contabilizar a la
totalidad de los contribuyentes netos. No debería extrañar: el MFP en vigor
acumula un centenar largo de excepciones y matices.
Lo que
pasa es que esto no es Europa sino un mercadillo del peor jaez. La solución
pasa por reformular el presupuesto desde sus orígenes, haciéndolo más funcional
y eficaz para afrontar las necesidades de los tiempos que corren. Curiosamente eso
es algo que vienen reclamando desde hace años el Reino Unido y otros países
desarrollados de la UE con escaso peso agrícola e imperativos de cohesión bajos.
Tenía
que haberse acometido, ese trabajo de rediseño, en 2008 o, a más tardar, en
2009, según acuerdos del Consejo Europeo, pero primaron los intereses agrícolas
y ahora estamos buscando acomodo a traseros demasiado distintos para los dos
únicos modelos de sillas disponibles, la agrícola y la de la cohesión. Y España
pierde en las dos: un 30% en la PAC y un 17% en Fondos Estructurales según las
cifras de la propuesta de Van Rompuy, con respecto al actual MFP, lo que
equivale a casi 20.000 millones (13.200 de la PAC y 6.120 de los Fondos
Estructurales y el de Cohesión.
En el
periodo de programación presupuestaria que vencerá el año próximo, el
2007-2013, España fue ya el país europeo que sufrió una mayor pérdida relativa de
ingresos, según reconoció en su día Pedro Solbes.
A ver
lo que Rajoy consigue rascar en la próxima reunión del Consejo Europeo. Pero va
a ser poco. ¿Qué se apuestan?
Enhorabuena por ésta y tantas otras crónicas hechas con rigor, profundo análisis, criterio y exquisito dominio del lenguaje. No es nada fácil encontrar hoy en día tal calidad de trabajo periodístico.
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