El gasto sanitario por habitante está disparado. (Pinche en el gráfico para desplegarlo) |
Mi “post”
precedente sobre la prolongación de la vida activa de los trabajadores
era muy extenso y me quedé con las ganas de abordar otro aspecto de la cuestión
que, aunque tangencial, tiene una incidencia directa en el argumento económico
de fondo, sobre el que se sustenta la martingala esa de que la gente tiene que
trabajar más tiempo para no depender mucho tiempo del sistema público de
pensiones, porque terminaría por asfixiarlo. Me refiero al costo de la atención
sanitaria.
Yo
no alcanzo a comprender la razón de que los gastos médicos por habitante, en
las naciones desarrolladas, experimenten la deriva absolutamente disparatada
que nos indican las estadísticas. En España, por ejemplo, el gasto sanitario
total per cápita creció un 4 por ciento de media anual entre 2005 y 2009, según
las últimas cifras de la OCDE disponibles, que les adjunto. Y Eurostat, el
servicio estadístico de la UE, nos cuenta que el gasto total en salud por
habitante (las otras cifras que acompañan este trabajo) creció en España un disparatado 43,9 por ciento, esta
vez entre 2003 y 2009. Más del doble que la inflación oficial, que experimentó un
19,3 por ciento de subida en ese periodo, (deflactor de Eurostat), en el que el conjunto
de la UE registró un incremento del precio de la vida del 15,4 por ciento,
cuatro puntos regalados por nuestro país a la competitividad de nuestros socios
europeos. Luego dicen que no hay manera de contener el paro.
El
gasto sanitario en los países desarrollados crece exponencialmente. ¿Por qué?
Yo soy incapaz de responder a esa pregunta. La he formulado decenas de veces durante
los últimos años de mi vida profesional activa (mejor debería decir remunerada)
y no he recibido respuestas, o las que me han sido dadas no eran otra cosa que evasivas:
que si el costo de las máquinas, que si el material sanitario, que si los
gastos de personal…
Pues
el hecho es que España ha pasado de gastar 1.475 euros por persona y año en
atenciones de salud, a 2.122,3 en 2009. Y en 2012 discutimos del copago, cuando
estamos muy lejos de los 3.888 euros que Francia dedica a gasto sanitario por
habitante, de los 3.416,43 belgas, por no hablar de los 4.469 de Dinamarca o
los 5.426 de Estados Unidos. (La estadística comprende todos los orígenes de gasto
sanitario, tanto públicos como privados)
Todas
estas cifras son relevantes porque de la misma manera que la práctica totalidad
de la clase política nos está diciendo estos últimos meses que tenemos que renunciar a la jubilación
a los 65 años, parte de esa misma clase política puede discutir –lo está
haciendo ya-, el margen de financiación admisible para los recursos
presupuestarios públicos en los cuidados médicos. Existen dos caras para esta
moneda: la de los avances de la ciencia, que progresa cada vez más en el alargamiento
de la vida (a un costo que no suele ser discutido por los poderes públicos) y
la de los gerentes de las instalaciones de prestación de servicios sanitarios,
que trabajan con ciertas limitaciones presupuestarias. En Canadá, por ejemplo,
me cuentan quienes tienen la obligación de saberlo que los hospitales se han
marcado un límite de gasto público en el tratamiento de ciertos cánceres muy difíciles
de curar. El límite es de 100.000 dólares canadienses por paciente, lo que
arroja un margen de 76.341,6 euros en gasto por enfermo, al cambio actual.
En
España hay varios tratamientos contra el cáncer que se imparten gratuitamente,
y que superan en pocos días un costo de 150.000 euros.
En
algún momento, la moneda de la que les hablaba antes va a caer de canto y serán
visibles, al mismo tiempo, el haz y su envés.
La
sociedad tiene que estar preparada para afrontar ese debate. Sería ignominioso
que a la gente se le negara un tratamiento curativo, en medio de una discusión sesgada sobre la eutanasia. Antes de llegar a estos extremos, la sociedad
debería exigir un mayor control del gasto sanitario; explicaciones de por qué el
material médico tiene costos variables según hospitales y países; garantías de
que no se derrocha; discutir el costo de los aprovisionamientos; cuestionar a
las multinacionales que fabrican los dispositivos increíblemente costosos que
se utilizan en las modernas terapias… Es decir, lo que no se hace.
Existe
un valor admitido entre el personal sanitario de alto nivel en España. Las
cosas dicen, no pueden seguir así; no se puede hacer medicina “a la soviética”
con medios americanos. Y no se puede
continuar alimentando el monstruoso déficit del modelo con una gestión
deplorable, como las noticias que los medios nos ofrecen estos días, sobre
tratamientos costosos pero inútiles y material caro, además de tóxico,
demuestran. Que lo del “céntimo sanitario” es una mala gracieja, ante la
realidad de un monstruo, la Seguridad Social, que sopla a diario por el cuerno
de la abundancia con gran fruición.
Las estadísticas de la OCDE están aquí: http://www.scribd.com/doc/82019351
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