lunes, 30 de enero de 2012
Estética
Veo que, al final, ha primado una cierta consideración estética y los líderes de la UE han prescindido de los helicópteros para llegar a la reunión del Consejo Europeo, como estaba inicialmente previsto. La consideración de que semejante modo de desplazamiento, au dessus de la melée como se dice, sobre todo cuando la melée son personas de a pie que protestan en huelga general contra los recortes presupuestarios debidos a las políticas de austeridad, era un formato inadecuado para las circunstancias, parece haberse impuesto a las urgencias de los servicios de seguridad y de las agendas e impaciencias de los diferentes Jefes de Estado o de Gobierno que participaban en la reunión.
Digo que han sido consideraciones "estéticas", no éticas, las que han primado en la decisión final sobre el modelo de transporte. Que conducir casi medio centenar de kilómetros por carretera a semejantes personajes plantea dificultades de toda índole.
Lo que no comprendo es la razón de que esta cumbre se haya convocado coincidiendo con una huelga general.Porque la huelga, no conviene olvidarlo, fue anunciada antes que la cumbre. Luego, una de dos: o la Secretaría General del Consejo, por las razones que fuesen, no tomó en la consideración debida las perturbaciones que una huelga general habría de causar al normal desarrollo de una cumbre comunitaria, o, habiéndolas estudiado, decidió mantener sus planes.
Los Jefes de Estado o de gobierno de algunos de los países más poderosos del mundo no deben condicionar sus agendas por factores externos. Dicho lo cual, hay que reconocer que la prudencia política aconseja no forzar la mano en este género de situaciones. Plantear desplazamientos en helicóptero para que los responsables de las políticas europeas de austeridad no se topen con la gente que sale a la calle contra esas políticas de austeridad suena a chulería y a prepotencia. O a torpeza.
Sobrevolando los problemas
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Helicóptero militar belga de la clase "Agusta" |
Pocas
veces como hoy va a ser posible visualizar el abismo que separa a la calle
de quienes deciden, o, si se quiere, a Wall Street de Main Street, por apelar a
la socorrida definición norteamericana de las inquietudes cotidianas de la
gente común, frente a las cábalas financieras de las camarillas de iniciados.
La cumbre se reúne después de una jornada de protestas organizada por la Confederación Europea de Sindicatos (CES) contra las políticas de
austeridad y en medio de una huelga general convocada en Bélgica
contra los recortes en las pensiones y, en general, contra la pérdida de
beneficios del Estado del Bienestar. La cosa se presenta tan enconada que estaba prevista la llegada de los
líderes europeos a un aeropuerto de Flandes bajo control aéreo militar, desde donde serían trasladados al lugar de
la reunión, el edificio central del Consejo, en el Rond Point Schuman, a bordo
de helicópteros del Ejército belga. Una muestra más de la proximidad de
nuestros políticos con la gente y sus problemas...
¿Y
de qué van a hablar en esa “cumbre” que se celebra sólo cinco plantas por
encima del nivel de la calle, (fortificada, a los efectos)? Pues de las
dificultades que encuentran Grecia y sus acreedores privados para pactar los
términos de la quita acordada en julio del año pasado por otra cumbre (economía
financiera), de los nuevos ajustes para el saneamiento y la estabilidad presupuestarias (economía financiera) y de
algunas iniciativas para favorecer el empleo a través del apoyo a la contratación
mediante un aligeramiento de la carga tributaria del trabajo. Una idea que ya
se barajó en los 90, cuando otra crisis de desempleo. Acuérdense de las cumbres
de Luxemburgo (1997) y Viena (1998). El problema estriba en que de lo que se
trata es transferir la carga de la recaudación que se perdería por este camino
hacia otras fuentes de ingresos. Holanda, por ejemplo, lleva lustros sobretasando
el diesel de automoción para aligerar la fiscalidad que gravita sobre los
puestos de trabajo de menos cualificación y todos los holandeses que pueden
pasan a Bélgica a cargar el depósito.
Es
obvio que la cumbre y la calle van a vivir en momentos políticos diferentes y desde posiciones físicas bien distintas: los
manifestantes gruñendo en la calle por los sacrificios que se les exige en el
presente y quienes se los imponen soñando con un futuro mejor, sobrevolando los
problemas a bordo de helicópteros
militares. Y ese futuro sólo comenzará a visualizarse como una posibilidad real cuando la
canciller alemana, Angela Merkel, tenga garantías suficientes de que la unión
monetaria no peligra por comportamientos manirrotos de sus integrantes. A eso
responde el Tratado de Unión Fiscal que pasará un primer examen de la cumbre,
en el tránsito a su aprobación definitiva en marzo.
jueves, 26 de enero de 2012
El Telón del Euro
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Viktor Orban en el Parlamento Europeo |
Pues con Croacia, que entrará en la UE a mediados del año que viene, ya vamos
para 28. Para 29, en realidad, si contamos a la Alemania del Este, la República
Democrática Alemana como se la conocía, que accedió a la UE por la puerta de
atrás, de la mano de su hermana mayor, la RFA. Y después vendrán Serbia, y
Montenegro, y Macedonia, y Albania ¿y Turquía? Ni Sarkozy, ni Merkel, lo
quieren pero esta Europa de nuestros días es muy diferente de aquella que
discutía el rendimiento de las calderas de calefacción, a finales de los 80 y
va camino de acentuar aún más las diferencias. Miren, si no, la fosa que está
cavando el euro entre los países que han podido adoptarlo y todos los demás. Cuanto interesa, lo que verdaderamente consume la imaginación, los esfuerzos de
los poderosos de Europa y nuestro dinero, y todo ello a manos llenas, es lo que se discute
en el Eurogrupo; lo demás apenas merece un condescendiente desdén.
Es lo que les está
pasando a los países del centro de Europa que se adhirieron a la UE en 2004. Que se encuentran con el desdén. Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría... nombres sonoros en la
historia del continente que estos días parecen haber quedado atrapados tras un
nuevo telón, el monetario, que no el viejo de acero.
Los PECO, como se los
conocía en jerga comunitaria, tenían que haber seguido un proceso similar al
español: periodos transitorios relativamente largos para adaptarse a la
realidad comunitaria y plena homologación con el resto a término, con algunas
diferencias de calidad. La crisis financiera les ha postergado en el orden
europeo de prioridades y están desesperados. Poco tiene que extrañar que las
tendencias autoritarias se manifiesten con tanta virulencia como lo están
haciendo estos últimos tiempos en
Hungría. Antes lo hicieron en Polonia y Vaclav Klaus, desde Praga, más
parece el personaje de una astracanada política que un gobernante homologable
al estándar general. Claro que cuando la réplica a Klaus la daban Berlusconi o
Chirac...
Europa no ha resuelto los
problemas de los PECO; en casos los ha complicado aún más. Hungría, por
ejemplo, que está de moda por lo de la reforma de la Constitución en un
manifiesto ejercicio de autoritarismo por parte del actual primer ministro,
Viktor Orban. Hace un par de años, el
diario Hospodarske Noviny daba cuenta de que el predecesor de Orban, Ferenc Gyurcsány,
estaba dispuesto a suplicar la aceleración de los trámites para que Hungría
pudiera adherirse al euro, en medio de la desesperación por la quiebra
económica del país. Barroso le contestó que todos por igual; que de atajos,
nada.
Gyurcsány, que había mentido
a sus conciudadanos y a sus socios europeos sobre el grado de deterioro real de
la economía húngara, (los griegos no están solos en estas trampas) buscaba al otro lado del telón monetario una estabilidad
que los húngaros perdieron en los últimos estertores del imperio de los soviets
y que no han recuperado aún. Y eso es algo que duele a una población que se
distinguía ya entonces por un nivel de consumo relativamente alto para los
estándares del Comecon. Primero fue la URSS, la que, antes de la caída del
antiguo Telón de Acero, los dejó a su suerte, cuando la carrera armamentista agotaba todas
sus potenciales financieros. Budapest tuvo que mirar al oeste. En 1982 entró en
el FMI y en el Banco Mundial, las estructuras (occidentales) de Bretton Woods.
Janos Kadar, el primer ministro socialdemócrata de la época, lo hizo todo para occidentalizar la economía del país:
creó bancos comerciales, abolió subvenciones, devaluó varias veces el forinto y
puso en marcha una campaña de desregulación de la economía, de liberalización
de precios y del comercio exterior y abrió la puerta a las privatizaciones.
Kadar perdió el poder en
1988, cuando la deuda exterior se había duplicado en sólo dos años, de 1985 a
1987.
Después vino la
catástrofe. Es verdad que los húngaros precipitaron la caída del Muro permitiendo a los alemanes orientales cruzar su frontera hacia el Oeste. Pero ese
prestigio no les salvó de un hundimiento del PIB de en torno al 20 por ciento. Lo que pasa es que mientras
Varsovia recuperaba posiciones y las rebasaba en el curso de los 90, Budapest sólo pudo certificar una equiparación
de la riqueza de 1989 a finales de aquella década.
No quisiera aburrirles,
que esto me está quedando demasiado largo. Después vinieron los esfuerzos sin
cuento para homologar el sistema con la Europa comunitaria, la esperanza de una
recuperación contundente que tampoco
se produjo y el desconcierto final. Jacques Rupnik, del Instituto de Estudios
Políticos de París, asegura que en los PECOS se ha producido un fenómeno de
adaptación democrática inversa: “la izquierda cultural estaba económicamente a
la derecha (favorecía el mercado), mientras que la derecha cultural y los
nacionalistas conservadores, como los hermanos Kaczynski o el Fidesz de Viktor
Orban, se situaban en una izquierda económica estatista”.
¿Y la gente? Pues la
gente es la que vota y la que sitúa a sus políticos en posiciones de poder. Y
los húngaros parecen estar cansados. Perdieron mucho cuando Moscú se
desentendió de ellos después de haberlos invadido en 1956 y ahora, como los demás países de Europa central, según Rupnik, "en
lugar de celebrar una transición ejemplar hacia la democracia, muestra síntomas
de fatiga prematura”. Sufrieron la marginación cuando la caída del
comunismo y sufren ahora dos crisis de gran amplitud: la de la UE y la del
paradigma capitalista.
Cualquier cosa que Europa
acometa con sus nuevos socios del Este tendrá que afrontarla con prudencia. El
resurgimiento de las tensiones nacionalistas (en Hungría, en Polonia, en
Chequia, en Eslovaquia), no es evidencia de otra cosa que de la desesperanza de
poblaciones enteras. Cuando no hay calefacción, las banderas suelen servir de
cortaviento.
Viktor Orban en la
jefatura del gobierno húngaro es la muestra de que la UE está fracasando en los
países del centro europeo. Si el modelo seguido en ellos vuelve a ser utilizado
en los Balcanes, se correrá el riesgo de un nuevo fracaso. Lo que está pasando
allí es grave, pero de este lado del telón monetario no llegamos a percibirlo. Y nuestros socios del Este se dan buena cuenta de ello.
jueves, 19 de enero de 2012
Encocorados
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Tenedores extranjeros de deuda pública española. |
Les supongo informados pero por si no fuera así, me permito traer a este Blog una de las verdades estadísticas de la Deuda pública española cuyo conocimiento resulta más esclarecedor para entender toda esta movida de los mercados financieros, la prima de riesgo y, en general, todo este follón de las cuentas nacionales que tiene encocorada a media población. Quizás incluso a más que a esa media población.
Bueno,
pues resulta que más de las tres cuartas partes de la deuda pública española
está en manos de instituciones y personas físicas afincadas en nuestros muy
queridos y solidarios socios europeos, según la última estadística hecha
pública por el Tesoro español, que incluye datos hasta agosto de 2011.
Casi el
30% de esa deuda púbica (vean el gráfico que les adjunto, que ha elaborado el
Tesoro), está en manos de personas e instituciones francesas, algo menos del 10
entre alemanas, en torno al 5 en
italianas y casi un 15 por ciento se lo reparten los tres país del
Benelux, es decir, Bélgica, Holanda y Luxemburgo, lo que arroja un total
aproximado del 60 por ciento sólo en seis socios de la UE, que son, a su vez,
miembros del Eurogrupo todos ellos. Es decir, que han adoptado el euro como
moneda propia, Otros países de la UE detentan algo así como el 17%, Asia Africa
y otros poco menos del 25%, América del
orden de un 2% y otros países europeos no miembros de la UE rondan el 3%. Las
cifras no puden ser más precisas porque el Tesoro no las facilita; el cuadro no
está respaldado por los números en los que se basa. Por lo visto la
transparencia se agota ahí, en las grandes cifras.
A mí me
parece útil conocer estos datos para comprender el alcance real de los riesgos
que soportamos en esta gran montaña de susceptibilidades que se ha creado con
las deudas soberanas de los países del sur europeo. Porque una cosa es lo que
dicen las agencias de calificación de riesgo y otra, y muy distinta, lo que
hacen quienes compran nuestra deuda o la renuevan. Si por las primeras se
tratara, nuestra Agencia de la Deuda no estaría vendiendo ni un peine, pero
hete aquí que eso no está pasando y que el Tesoro está colocando últimamente
emisiones muy importantes de deuda a medio y largo plazo, con un diferencial
muy moderado respecto al bund alemán.
Lo que
pasa es que las cosas se mezclan –quizás interesadamente- y los ruidos de las
agencias de rating se ven amplificados por otros sobre los tipos de emisión,
con lo que la cosa termina pareciendo una catástrofe. No es así; ni los intereses
asumidos por el Tesoro en los peores momentos de la denominada “crisis de la
deuda” son desorbitados, ni corremos riesgos de quedarnos sin financiación.
En
realidad, todo sigue como siempre: los países del norte europeo financian a los
del sur.
Es
verdad que la moneda única impone otras garantías que las que regían hasta
ahora, y que la época del dinero fácil ha –por el momento- terminado. Pero de
eso a creer que el cielo va a caer sobre nuestras cabezas hay bastante más que
un abismo.
Al
final, en esta historia, las únicas que van camino de hacer el ridículo son las
agencias de calificación. Parecen un Júpiter tonitronante y nadie les hace caso.
miércoles, 18 de enero de 2012
Golosona gasolina
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El precio de la gasolina en España está ya más alto que antes de la crisis |
Hoy he
ido a ponerle gasolina al coche y me he encontrado con el litro de la de 95 a
1.67 euros. ¿Pero esto qué es?, me he dicho ¿No estábamos en crisis? Me he
vuelto a casa y he comenzado a trastear con el ordenador (unos datos por aquí,
otros por allí) y he terminado descubriendo que a día de hoy tenemos unos
precios en venta al público para ese producto sensiblemente más altos que los
que regían antes del inicio de la crisis financiera, en el verano de 2007. En
España, concretamente, los precios de la “normal” de 95NO están ahora un 24 por
ciento más altos que a mediados de julio de 2007 y el litro de ese refinado,
antes de impuestos, ha subido un 31,84% con respecto a esa fecha. Proyectadas
en el gráfico que les adjunto, y que he elaborado a partir de las cifras del
Boletín Petrolero de la UE, he
encontrado, como siempre, una similitud en los movimientos de ambos valores
(sin impuestos y en precio de venta al público), con notables salvedades a
mediados de 2009, cuando el precio final del producto subió más que el costo en
refinería. Y, naturalmente, la tendencia consolidada es al alza, en proyección lineal.
Más en el producto tal y como sale de venta al público que a pie de refinería.
¿Qué
está pasando? Pues lo de siempre: que los especuladores, los mismos que
apuestan porque algunos países de la zona euro van a tener dificultades para
devolver el dinero que les prestan, se han olido que los precios van a a tirar
para arriba a causa de una serie de factores, como el peligro de una confrontación
con Irán que reduciría la oferta, problemas con el refino que la recortarían
aún más, y así. Y están utilizando los mismos instrumentos que han servido para
estrangular financieramente a Grecia y a Portugal, y que a punto han estado de
hacerlo con España o Italia: derivados negociados de tú a tú de los que no
queda constancia en ningún registro accesible para la autoridad.
Ese
mundo, el de los mercados de futuros del petróleo, es conocido como "el de
los barriles de papel", por contraposición al otro, el de los barriles
reales, que es donde venden quienes lo tienen y compran los que lo necesitan.
Actualmente hay una gran divergencia entre uno y otro: el primero, el de los
barriles de papel, lleva tres semanas consecutivas en posición de adquisión de
opciones, mientras que el segundo se está desmoronando. La Agencia
Internacional de la Energía ha anunciado esta mañana que el último trimestre de
2011 se cerró con una caída en la estimación de la demanda ni más ni menos que
de 300.000 barriles al día para todo el año. La contracción en Europa es aún
más acusada: una caída del consumo en 2011 del 4,6 por ciento. Desde la crisis
de las subprime no se había producido una caída en las estimaciones de consumo,
como la de 300.000 barriles al día que la AIE ha ofrecido hoy.
Y si la
economía no tira para adelante y el consumo se retrae, ¿por qué suben los
precios?. Pues porque los carburantes son una auténtiva "vaca
lechera" para las Haciendas nacionales y cuando los precios en origen
bajan, ellas consideran que se les abre un margen recaudatorio adicional, y lo
apuran.
Además,
los precios, en este mundo de oro negro, pero también amarillo, se fijan
siempre en base a las referencias más caras, como los que rigen en los mercados
"spot", que son estríctamente especulativos.
La
estructura empresarial del sector, en fin, es vertical: dominan la
extracción, el transporte, el refino y la distribución. Les basta con cerrar
el grifo en un segmento de la poducción para que los precios suban.
De modo que ya tienen ustedes los motivos de que a día de hoy, los precios de la gasolina estén aún más caros que antes de la crisis, a pesar de una muy importante caída en 2009.
El negocio de la golosona gasolina se ha recuperado, vaya que sí. Pero a costa de una vuelta de tuerca más a la cada vez más reducida clase media.
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martes, 17 de enero de 2012
Poder presupuestario
La Europa desvertebrada, tal y como la vio la presidencia euroescéptica checa en 2009. Foto: F. Pescador |
En Bruselas están pasando cosas muy interesantes que los
focos de la actualidad no alcanzan a resaltar porque están demasiado
concentrados en el brillo del dinero. Se trata de la reforma de los
Tratados de la UE para dar cabida a la que ahora se llama la 'regla de
oro' de la Unión Monetaria: la obligación -exigible- de no presupuestar
por encima de un déficit del 3% del PIB, y todo lo que esa exigencia
llevaría emparejado: judicialización de la acción presupuestaria
nacional, mecanismos automáticos de corrección de la tendencia,
intervención de las instancias supranacionales (Comisión europea) en el
proceso, etc.
Recuerden: en diciembre pasado, una cumbre de jefes de
Estado o de Gobierno decidió ir adelante con lo que se denomina la
'unión fiscal' de la UE. Su traducción más aparente es la
'constitucionalización' del rigor presupuestario, a cambio de lo cual
las principales economías de la UE -luego la alemana-, ampliaban un poco
más la liquidez del Fondo Monetario Internacional y Draghi obtenía más
margen para inyectar dinero en el sistema financiero. Los cambios
tendrían que verse reflejados en un nuevo Tratado, que será aprobado
antes de marzo. El Reino Unido se opuso y boicoteó inicialmente la
refinanciación del FMI, pero ahora está reconsiderando su negativa,
entre otras razones porque la proyectada revisión del Tratado, que
supervisa de cerca a pesar de haberse declarado oficialmente al margen,
no le va mal.
Las negociaciones las están protagonizando personal
esencialmente técnico, representantes de los Tesoros nacionales y altos
diplomáticos, que han avanzado mucho en la definición del nuevo texto.
Se ha llegado, sin embargo, al núcleo de la cuestión, que no es otro,
una vez más, que la soberanía nacional. El problema se enuncia en estos
términos: ¿cómo admitir que una institución de raíces no democráticas,
tal que la Comisión europea, pueda llevar a un país de gobernantes
elegidos democráticamente ante la Justicia europea porque interprete
esta que la traducción constitucional de la 'regla de oro' no se atiene
al Tratado?
No es una discusión fútil. Sintetiza las posiciones más
antagonistas de la construcción europea, en torno a Francia (que se
niega a la judicialización del proceso) y a Alemania (que quiere las
cosas simples y a la Comisión europea interviniendo de oficio). Se
trata, a fin de cuentas, de ceder la soberanía presupuestaria (que nada
tiene que ver con la monetaria, ya concedida al BCE por los países del
euro) o no.
La bronca amenaza con devenir monumental, a poco que las
posiciones se enconen y terminen saliendo a la luz. Hasta ahora, con el
lío de los mercados monetarios de por medio, la han puesto sordina para
que la cosa no llame demasiado la atención, pero está a punto de saltar
a la palestra. A fin de cuentas, la cumbre europea prevista para el 30
de este mes debería dar un primer visto bueno al proyecto de nuevo
Tratado.
Entre tanta dificultad, la irrupción de las autonomías
españolas en el debate, aunque a escala nacional, no deja de sorprender.
Los Estados de la UE están discutiendo la cesión de la soberanía
presupuestaria, pero las autonomías quieren preservar las suyas propias
(o las que interpretan como propias).
A mí, el debate me recuerda a aquello de la independencia
fiscal vasca y su autonomía normativa. Miren en lo que quedó. Como
quedará éste cuando se asuma que las potencialidades presupuestarias
autonómicas se enmarcan en la general del Estado, quien responde
constitucionalmente ante Bruselas.
Y eso de que sea Bruselas quien supervise directamente
las cuentas de las autonomías suena a broma. Pues sí que está la
Comisión para recibir más papeles que los que jurídicamente está obligada a digerir.
domingo, 15 de enero de 2012
PIP
Los panchitos se habían refugiado bajo el corcho del flotante agotados tras su larga huida de los atunes. Se sentían a salvo y comían lo que mis amigos y yo les poníamos en el anzuelo. Viendo lo que está pasando estos días con los implantes mamarios PIP y su etiqueta de conformidad "CE", creo que hubiera hecho mucha mayor fortuna, en mis años de pescador de panchitos, colgando del anzuelo una etiqueta "made in CE" y esperando a los peces al otro lado de la caña. Habría caído de todo: panchitos, lubinas, doradas, merluzas y algún que otro ballenato.
Si he entendido bien lo que está pasando, resulta que hay algo así como medio millón de mujeres regadas por el mundo que están aterrorizadas porque las bolas de silicona que les han puesto en los pechos son venenosas y pueden matarlas a poco que se desgarren. Y se desgarran con bastante facilidad. Las bolsas esas están llenas de un producto -un plástico maleable y fluido- que no debería haber sido utilizado para esos fines porque no había sido verificado por ninguna autoridad de certificación. Lo compuso el dueño de la empresa y lo empleaba porque le salía mucho más barato que los aprobados para estos usos. Cinco euros por litro del producto "malo" frente a 35 del "bueno", según "Le Monde" del pasado 6 de enero.
Las bolsas venenosas no se distribuian clandestinamente. Una empresa alemana de certificación, TÜV Rheinland, un gigante del sector, les daba el visto bueno, en base a un protocolo legal que es de risa. Gila lo contaría así: "Oye, ¿que eres el de PIP?. Que te voy a visitar. Sí. El martes. A las 11:30. Que tú verás"
Y el otro "veía": sustituía las referencias a los componentes de sus productos en los ordenadores por otras, cambiaba nombres y así. Y TÜV Rheinhal leía los papeles, sólo los papeles, y decía que "bien". Y las prótesis salían de fábrica con ese "bien" y los países europeos la admitían como válidas, sin verificar el plástico del interior, porque hay una cosa que se llama la "licencia europea", que consiste en que cuando un país socio de la UE le da el visto bueno a algo susceptible de "autorización común", la cosa en cuestión circula por toda Europa, como si la hubieran certificado todos y cada uno de los países miembros de la UE.
Esa certificación es la que invocan los distribuidores (búlgaros, italianos y brasileños, entre otros) que compraron las bolas y las regaron por el mundo. Lo mismo que los hospitales que las adquirieron y que se las facilitaron a los cirujanos que las implantaron en panchitos agotados de huir de atunes y para los que la etiqueta "made in CE" era la protectora sombra del flotante, una garantía de seguridad.
Los sistemas públicos de salud de medio mundo tienen un problema con esas bolas tóxicas. Su implantación pudo costar del orden de 6.000 euros a cada una que las compró, pero el tratamiento de los cánceres derivados multiplicaría la cifra fácilmente por 10.
Pero Europa tiene, toda ella, un enorme problema de credibilidad. Recuerden: las "vacas locas" de los 90 y las certificaciones, técnicas y políticas, que no sirvieron para nada; otros problemas de contaminación alimentaria como las carnes de aves con dioxinas, las alarmas de todo género sobre pandemías varias que nunca llegaron a verificarse, los productos financieros sin valor que se vendieron a la gente como muy prometedores, pero que no lo eran y que la gente compró porque otorgaba a sus interlocutores bancarios una confianza ("tú no me harás eso") que estos no merecían...
Y,a todo esto, nutridos cuerpos de funcionarios supervisando.
Como esto siga así, y no detecto indicios de que vaya a cambiar, si yo fuera panchito, lubina, dorada, merluza o ballenato, no mordería el anzuelo del "made in CE". Ni aunque me lo presentaran debajo del flotante.,
jueves, 12 de enero de 2012
Directorios y Directores
Percibo
una considerable inquietud en España –por hablar con propiedad en determinados
medios y entre determinados intelectuales, de izquierdas como de derechas-
sobre el gran protagonismo que han cobrado Alemania y Francia en la gestión de
la que se ha venido a llamar la “crisis de la deuda” de la Eurozona. Alarma el protagonismo
y el muy aparente diktat que le sigue invariablemente. A mí no me preocupa
mucho. En realidad no me preocupa nada y les voy a decir por qué.
La
moneda única es un invento francés aceptado a regañadientes por Alemania. Nació
con unas condiciones arbitrarias, como documentadamente recordaba Xavier Vidal-Folch
el otro día en El País, porque se trataba de un engendro político. Todas las
monedas lo son. Quienes la creaban pusieron sus condiciones y los demás las
aceptamos. En España con gran alborozo, según revelaba en enero de 1996 una
encuesta de la Comisión europea, que mostraba un índice de aceptación del
proyecto en nuestro país del 66%, detrás de Italia (74%), Luxemburgo (70%) y
Francia (68%).
La
irresponsabilidad o los errores de las clases gobernantes en la crisis
financiera de 2007 han debilitado gravemente los fundamentos de la moneda única,
que no eran particularmente firmes. Ya sé que Grecia es una minucia en la
economía de la Eurozona y que se puede ser más o menos intemperante en el
análisis de unos datos cuya contabilización merece ser interpretada. Y si no,
que se lo digan al nuevo Gobierno de España, que ha basado un durísimo plan de
ajuste en cuentas que no estarán cerradas hasta marzo. ¡Aúpa ahí! Pero el hecho
cierto es que Grecia ni cumplía ni tenía voluntad política de cumplir (aún
ahora sigue sin estar claro que quiera hacerlo del todo), que Italia no sólo no
cumplía, sino que no tenía previsto hacerlo, y que a la España de Zapatero el incremento
del déficit público le importaba un comino, como el propio presidente del
Gobierno dejó bien claro ante las cámaras de la televisión, cuando asumió que
la crisis era real y que los dispendios acometidos iban a tener una traducción
en déficit y en deuda. Y que Francia, no conviene olvidarlo, jamás se ha siquiera aproximado al objetivo del equilibrio presupuestario.
O sea
que quienes quieren ver en la purga aplicada a Grecia el origen de todos los
males que nos afligen, se equivocan. Al menos, así lo creo yo.
Estamos en un
tiempo político y económico distinto que el que vio el nacimiento de la moneda
única. El desbarate financiero causado por la banca norteamericana de inversión
a escala planetaria y los mecanismos de autoprotección desarrollados por el
sistema tras las pifias precedentes (el crash bolsista de 1987 con Reagan o la
crisis financiera asiática de 1997 cuando Clinton) han moldeado un escenario
completamente diferente. Gustará más o menos, pero es el que hay. Y en este
escenario, quien te arruina no te presta ni con intereses de usura si no tiene
claro que le vas a devolver su dinero. Esa desconfianza, que antes estaba
reservada para los pobres, ahora alcanza a los ricos, como con escándalo
señalaba el pasado diciembre en una conferencia el presidente de la BBK, Mario
Fernández, recordando que a España le cuesta más endeudarse que a países como
Egipto o Namibia.
Pero la historia nos enseña que las suspensiones de pagos no han estado reservadas a los pobres.
La fragilidad
de la base sobre la que se sustenta la moneda única ha llevado a Alemania
principalmente, y a Francia con menos entusiasmo, a tomar posiciones para evitar
el descarrilamiento definitivo del proyecto común. Incluso se ha acuñado un término
feliz, “Merkozy”, para denominar su acción. Hay mucha gente molesta con “Merkozy”,
pero ¿quién podía tomar la iniciativa, o si acaso compartirla con ese dúo? ¿El
Berlusconi del bunga-bunga y el Zapatero a quien Jordi Sevilla quería dar un
par de clases de economía, porque notaba que le hacían falta?
En las
fotos de “Merkozy” aparece últimamente una nueva cara, la de Mario Monti. Es
normal. El italiano aporta soluciones y no problemas. Y la cosa no va de narcisos.
De
todas las teorías que se han construido sobre la posibilidad del Directorio en
una UE constituida por una treintena larga de países, la única que tiene alguna
verosimilitud, a mi juicio, es la que apunta a una coordinación de posiciones entre
Alemania, Francia, Italia, España y Polonia, en tanto en cuanto el Reino Unido
reme por libre. Es lo que determina la realidad demográfica e histórica del continente.
Lo de “Merkozy” es fruto de la urgencia;
lo otro requiere tiempo. Pero es lo que quedará.
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