Real Time Web Analytics Bruselas10: Directorios y Directores

jueves, 12 de enero de 2012

Directorios y Directores



Percibo una considerable inquietud en España –por hablar con propiedad en determinados medios y entre determinados  intelectuales, de izquierdas como de derechas- sobre el gran protagonismo que han cobrado Alemania y Francia en la gestión de la que se ha venido a llamar la “crisis de la deuda” de la Eurozona. Alarma el protagonismo y el muy aparente diktat que le sigue invariablemente. A mí no me preocupa mucho. En realidad no me preocupa nada y les voy a decir por qué.

La moneda única es un invento francés aceptado a regañadientes por Alemania. Nació con unas condiciones arbitrarias, como documentadamente recordaba Xavier Vidal-Folch el otro día en El País, porque se trataba de un engendro político. Todas las monedas lo son. Quienes la creaban pusieron sus condiciones y los demás las aceptamos. En España con gran alborozo, según revelaba en enero de 1996 una encuesta de la Comisión europea, que mostraba un índice de aceptación del proyecto en nuestro país del 66%, detrás de Italia (74%), Luxemburgo (70%) y Francia (68%).

La irresponsabilidad o los errores de las clases gobernantes en la crisis financiera de 2007 han debilitado gravemente los fundamentos de la moneda única, que no eran particularmente firmes. Ya sé que Grecia es una minucia en la economía de la Eurozona y que se puede ser más o menos intemperante en el análisis de unos datos cuya contabilización merece ser interpretada. Y si no, que se lo digan al nuevo Gobierno de España, que ha basado un durísimo plan de ajuste en cuentas que no estarán cerradas hasta marzo. ¡Aúpa ahí! Pero el hecho cierto es que Grecia ni cumplía ni tenía voluntad política de cumplir (aún ahora sigue sin estar claro que quiera hacerlo del todo), que Italia no sólo no cumplía, sino que no tenía previsto hacerlo, y que a la España de Zapatero el incremento del déficit público le importaba un comino, como el propio presidente del Gobierno dejó bien claro ante las cámaras de la televisión, cuando asumió que la crisis era real y que los dispendios acometidos iban a tener una traducción en déficit  y en deuda. Y que Francia, no conviene olvidarlo, jamás se ha siquiera aproximado al objetivo del equilibrio presupuestario.

O sea que quienes quieren ver en la purga aplicada a Grecia el origen de todos los males que nos afligen, se equivocan. Al menos, así lo creo yo. 

Estamos en un tiempo político y económico distinto que el que vio el nacimiento de la moneda única. El desbarate financiero causado por la banca norteamericana de inversión a escala planetaria y los mecanismos de autoprotección desarrollados por el sistema tras las pifias precedentes (el crash bolsista de 1987 con Reagan o la crisis financiera asiática de 1997 cuando Clinton) han moldeado un escenario completamente diferente. Gustará más o menos, pero es el que hay. Y en este escenario, quien te arruina no te presta ni con intereses de usura si no tiene claro que le vas a devolver su dinero. Esa desconfianza, que antes estaba reservada para los pobres, ahora alcanza a los ricos, como con escándalo señalaba el pasado diciembre en una conferencia el presidente de la BBK, Mario Fernández, recordando que a España le cuesta más endeudarse que a países como Egipto o Namibia.

Pero la historia nos enseña que las suspensiones de pagos no han estado reservadas a los pobres.

La fragilidad de la base sobre la que se sustenta la moneda única ha llevado a Alemania principalmente, y a Francia con menos entusiasmo, a tomar posiciones para evitar el descarrilamiento definitivo del proyecto común. Incluso se ha acuñado un término feliz, “Merkozy”, para denominar su acción. Hay mucha gente molesta con “Merkozy”, pero ¿quién podía tomar la iniciativa, o si acaso compartirla con ese dúo? ¿El Berlusconi del bunga-bunga y el Zapatero a quien Jordi Sevilla quería dar un par de clases de economía, porque notaba que le hacían falta?

En las fotos de “Merkozy” aparece últimamente una nueva cara, la de Mario Monti. Es normal. El italiano aporta soluciones y no problemas. Y la cosa no va de narcisos.

De todas las teorías que se han construido sobre la posibilidad del Directorio en una UE constituida por una treintena larga de países, la única que tiene alguna verosimilitud, a mi juicio, es la que apunta a una coordinación de posiciones entre Alemania, Francia, Italia, España y Polonia, en tanto en cuanto el Reino Unido reme por libre. Es lo que determina la realidad demográfica e histórica del continente.  Lo de “Merkozy” es fruto de la urgencia; lo otro requiere tiempo. Pero es lo que quedará.

1 comentario:

  1. Debo reconocer que yo soy uno de esos "inquietos" por el cariz que va tomando la cuestión. Pero debo añadir que ya antes de la crisis de 2007, cada vez que salía en la prensa (tv) la expresión "eje franco-alemán" sentía 'repelús'(alergia).
    No quiero un Directorio para Europa, ni siquiera uno en el que España esté presente. Un saludo: emilio

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