Viktor Orban en el Parlamento Europeo |
Pues con Croacia, que entrará en la UE a mediados del año que viene, ya vamos
para 28. Para 29, en realidad, si contamos a la Alemania del Este, la República
Democrática Alemana como se la conocía, que accedió a la UE por la puerta de
atrás, de la mano de su hermana mayor, la RFA. Y después vendrán Serbia, y
Montenegro, y Macedonia, y Albania ¿y Turquía? Ni Sarkozy, ni Merkel, lo
quieren pero esta Europa de nuestros días es muy diferente de aquella que
discutía el rendimiento de las calderas de calefacción, a finales de los 80 y
va camino de acentuar aún más las diferencias. Miren, si no, la fosa que está
cavando el euro entre los países que han podido adoptarlo y todos los demás. Cuanto interesa, lo que verdaderamente consume la imaginación, los esfuerzos de
los poderosos de Europa y nuestro dinero, y todo ello a manos llenas, es lo que se discute
en el Eurogrupo; lo demás apenas merece un condescendiente desdén.
Es lo que les está
pasando a los países del centro de Europa que se adhirieron a la UE en 2004. Que se encuentran con el desdén. Polonia, la República Checa, Eslovaquia, Hungría... nombres sonoros en la
historia del continente que estos días parecen haber quedado atrapados tras un
nuevo telón, el monetario, que no el viejo de acero.
Los PECO, como se los
conocía en jerga comunitaria, tenían que haber seguido un proceso similar al
español: periodos transitorios relativamente largos para adaptarse a la
realidad comunitaria y plena homologación con el resto a término, con algunas
diferencias de calidad. La crisis financiera les ha postergado en el orden
europeo de prioridades y están desesperados. Poco tiene que extrañar que las
tendencias autoritarias se manifiesten con tanta virulencia como lo están
haciendo estos últimos tiempos en
Hungría. Antes lo hicieron en Polonia y Vaclav Klaus, desde Praga, más
parece el personaje de una astracanada política que un gobernante homologable
al estándar general. Claro que cuando la réplica a Klaus la daban Berlusconi o
Chirac...
Europa no ha resuelto los
problemas de los PECO; en casos los ha complicado aún más. Hungría, por
ejemplo, que está de moda por lo de la reforma de la Constitución en un
manifiesto ejercicio de autoritarismo por parte del actual primer ministro,
Viktor Orban. Hace un par de años, el
diario Hospodarske Noviny daba cuenta de que el predecesor de Orban, Ferenc Gyurcsány,
estaba dispuesto a suplicar la aceleración de los trámites para que Hungría
pudiera adherirse al euro, en medio de la desesperación por la quiebra
económica del país. Barroso le contestó que todos por igual; que de atajos,
nada.
Gyurcsány, que había mentido
a sus conciudadanos y a sus socios europeos sobre el grado de deterioro real de
la economía húngara, (los griegos no están solos en estas trampas) buscaba al otro lado del telón monetario una estabilidad
que los húngaros perdieron en los últimos estertores del imperio de los soviets
y que no han recuperado aún. Y eso es algo que duele a una población que se
distinguía ya entonces por un nivel de consumo relativamente alto para los
estándares del Comecon. Primero fue la URSS, la que, antes de la caída del
antiguo Telón de Acero, los dejó a su suerte, cuando la carrera armamentista agotaba todas
sus potenciales financieros. Budapest tuvo que mirar al oeste. En 1982 entró en
el FMI y en el Banco Mundial, las estructuras (occidentales) de Bretton Woods.
Janos Kadar, el primer ministro socialdemócrata de la época, lo hizo todo para occidentalizar la economía del país:
creó bancos comerciales, abolió subvenciones, devaluó varias veces el forinto y
puso en marcha una campaña de desregulación de la economía, de liberalización
de precios y del comercio exterior y abrió la puerta a las privatizaciones.
Kadar perdió el poder en
1988, cuando la deuda exterior se había duplicado en sólo dos años, de 1985 a
1987.
Después vino la
catástrofe. Es verdad que los húngaros precipitaron la caída del Muro permitiendo a los alemanes orientales cruzar su frontera hacia el Oeste. Pero ese
prestigio no les salvó de un hundimiento del PIB de en torno al 20 por ciento. Lo que pasa es que mientras
Varsovia recuperaba posiciones y las rebasaba en el curso de los 90, Budapest sólo pudo certificar una equiparación
de la riqueza de 1989 a finales de aquella década.
No quisiera aburrirles,
que esto me está quedando demasiado largo. Después vinieron los esfuerzos sin
cuento para homologar el sistema con la Europa comunitaria, la esperanza de una
recuperación contundente que tampoco
se produjo y el desconcierto final. Jacques Rupnik, del Instituto de Estudios
Políticos de París, asegura que en los PECOS se ha producido un fenómeno de
adaptación democrática inversa: “la izquierda cultural estaba económicamente a
la derecha (favorecía el mercado), mientras que la derecha cultural y los
nacionalistas conservadores, como los hermanos Kaczynski o el Fidesz de Viktor
Orban, se situaban en una izquierda económica estatista”.
¿Y la gente? Pues la
gente es la que vota y la que sitúa a sus políticos en posiciones de poder. Y
los húngaros parecen estar cansados. Perdieron mucho cuando Moscú se
desentendió de ellos después de haberlos invadido en 1956 y ahora, como los demás países de Europa central, según Rupnik, "en
lugar de celebrar una transición ejemplar hacia la democracia, muestra síntomas
de fatiga prematura”. Sufrieron la marginación cuando la caída del
comunismo y sufren ahora dos crisis de gran amplitud: la de la UE y la del
paradigma capitalista.
Cualquier cosa que Europa
acometa con sus nuevos socios del Este tendrá que afrontarla con prudencia. El
resurgimiento de las tensiones nacionalistas (en Hungría, en Polonia, en
Chequia, en Eslovaquia), no es evidencia de otra cosa que de la desesperanza de
poblaciones enteras. Cuando no hay calefacción, las banderas suelen servir de
cortaviento.
Viktor Orban en la
jefatura del gobierno húngaro es la muestra de que la UE está fracasando en los
países del centro europeo. Si el modelo seguido en ellos vuelve a ser utilizado
en los Balcanes, se correrá el riesgo de un nuevo fracaso. Lo que está pasando
allí es grave, pero de este lado del telón monetario no llegamos a percibirlo. Y nuestros socios del Este se dan buena cuenta de ello.
No hay comentarios:
Publicar un comentario