Helicóptero militar belga de la clase "Agusta" |
Pocas
veces como hoy va a ser posible visualizar el abismo que separa a la calle
de quienes deciden, o, si se quiere, a Wall Street de Main Street, por apelar a
la socorrida definición norteamericana de las inquietudes cotidianas de la
gente común, frente a las cábalas financieras de las camarillas de iniciados.
La cumbre se reúne después de una jornada de protestas organizada por la Confederación Europea de Sindicatos (CES) contra las políticas de
austeridad y en medio de una huelga general convocada en Bélgica
contra los recortes en las pensiones y, en general, contra la pérdida de
beneficios del Estado del Bienestar. La cosa se presenta tan enconada que estaba prevista la llegada de los
líderes europeos a un aeropuerto de Flandes bajo control aéreo militar, desde donde serían trasladados al lugar de
la reunión, el edificio central del Consejo, en el Rond Point Schuman, a bordo
de helicópteros del Ejército belga. Una muestra más de la proximidad de
nuestros políticos con la gente y sus problemas...
¿Y
de qué van a hablar en esa “cumbre” que se celebra sólo cinco plantas por
encima del nivel de la calle, (fortificada, a los efectos)? Pues de las
dificultades que encuentran Grecia y sus acreedores privados para pactar los
términos de la quita acordada en julio del año pasado por otra cumbre (economía
financiera), de los nuevos ajustes para el saneamiento y la estabilidad presupuestarias (economía financiera) y de
algunas iniciativas para favorecer el empleo a través del apoyo a la contratación
mediante un aligeramiento de la carga tributaria del trabajo. Una idea que ya
se barajó en los 90, cuando otra crisis de desempleo. Acuérdense de las cumbres
de Luxemburgo (1997) y Viena (1998). El problema estriba en que de lo que se
trata es transferir la carga de la recaudación que se perdería por este camino
hacia otras fuentes de ingresos. Holanda, por ejemplo, lleva lustros sobretasando
el diesel de automoción para aligerar la fiscalidad que gravita sobre los
puestos de trabajo de menos cualificación y todos los holandeses que pueden
pasan a Bélgica a cargar el depósito.
Es
obvio que la cumbre y la calle van a vivir en momentos políticos diferentes y desde posiciones físicas bien distintas: los
manifestantes gruñendo en la calle por los sacrificios que se les exige en el
presente y quienes se los imponen soñando con un futuro mejor, sobrevolando los
problemas a bordo de helicópteros
militares. Y ese futuro sólo comenzará a visualizarse como una posibilidad real cuando la
canciller alemana, Angela Merkel, tenga garantías suficientes de que la unión
monetaria no peligra por comportamientos manirrotos de sus integrantes. A eso
responde el Tratado de Unión Fiscal que pasará un primer examen de la cumbre,
en el tránsito a su aprobación definitiva en marzo.
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