La
consultora McKinsey ha hecho público un informe según el cual el proyecto de
nuevo control de tráfico aéreo en Europa, conocido por el acrónimo SESAR (Single
European Sky ATM Research), acrecentaría el PIB conjunto comunitario en un
0,16% (419.000 millones de euros) durante el periodo 2013-2030. El 41% de esos
beneficios lo generaría SESAR directamente, mientras que el 59% restante habría de derivarse del impacto del proyecto en proveedores y terceros. La creación de puestos de
trabajo la cifra McKinsey en 328.000, 42.000 de ellos en la industria
aeronáutica, 116.000 más en empleo indirecto y 170.000 por efectos inducidos.
Para
los pasajeros, SESAR supondrá un recorte de los tiempos de vuelo del 10% o 9
minutos en cada uno de ellos, por término medio claro está, así como una reducción
a la mitad de las cancelaciones y retrasos actuales, y una mejor
predictibilidad de aterrizajes y despegues. La seguridad, en términos globales,
se vería acrecentada.
Las
estimaciones de McKinsey resultan especialmente llamativas si se contemplan a
la luz de la evolución anunciada del tráfico aéreo en el medio y largo plazo. Eurocontrol,
el organismo que gestiona los flujos aéreos por Europa, calcula que de ahora a
2030, el tráfico por los cielos europeos aumentará un 70%.
La
Unión Europea y sus países asociados ya están gastando dinero en este programa,
que fue aprobado en 2004. Se encuentra en ejecución un presupuesto de 2.100
millones de euros, que han sido comprometidos a partes iguales por la Comisión
europea, Eurocontrol y los Estados miembros de la UE. Cubre, este presupuesto,
hasta 2016. Después se pasa a la velocidad superior, con nuevas aportaciones
públicas (otros 3.000 millones que reclama la Comisión en el marco de las
nuevas Perspectivas Financieras 2014-2021), así como inversiones públicas
y privadas adicionales muy importantes. Sólo la adaptación de la aviación militar de los países miembros de
la UE a los nuevos instrumentos de navegación aérea está presupuestada en 7.000
millones. El costo total del programa asciende a 30.000 millones.
La
crisis financiera está trastocando todos estos planes. Los Estados miembros
intentan conseguir el apoyo de la iniciativa privada, y esta reclama garantías
de resarcimiento si, por lo que sea, los rendimientos del sistema no son los
esperados a todo lo largo de su implementación. El compromiso con esas
garantías y su reparto entre los Estados miembros plantea dificultades mayores en estos momentos.
En
el actual clima de restricciones de gasto, las dificultades inherentes a un
proyecto de esta complejidad y dimensiones hacen temer a los responsables
ejecutivos de SESAR que el proyecto esté en peligro; que termine perdiendo la
prioridad que Europa la ha acordado hasta ahora. Un retraso de 10 años en el
desarrollo del nuevo ATM europeo le permitiría a los norteamericanos,
actualmente embarcados en garantizar la cobertura de radar de larga distancia en todo su
territorio, desplegar su potencial tecnológico en el nuevo ATM digital. Con ello, Europa
habría perdido su oportunidad. SESAR pretende
sustituir a medio plazo, hacia 2020, las técnicas y procedimientos de
navegación aérea actuales, basados en muchos casos en tecnologías de datan de
mediados del pasado siglo, de género analógico, por otras digitales. Los nuevos
equipos permitirán triplicar la capacidad del espacio aéreo y abaratar
extraordinariamente los costos operacionales de las compañías aéreas, cuyos
aviones no se verán constreñidos a los clásicos corredores aéreos para alcanzar
sus destinos.
Las
pérdidas que calcula McKinsey para la economía europea si SESAR no evoluciona
según lo previsto son considerables. Si las diferentes partes del programa no
entran en funcionamiento simultáneamente, las deseconomías serían de 62.000
millones en un menor crecimiento del PIB que el previsto, 72.000 puestos de
trabajo menos y un recorte de emisiones de CO2 a la atmósfera 35 millones de
toneladas por debajo de los 50 millones previstos.
El
retraso del 10 años, en fin, costaría 124 millones en términos de crecimiento
de PIB, no se crearían 189.000 puestos de trabajo y las reducciones de CO2 se
verían anuladas.
Los
políticos tienen la responsabilidad de administrar los recursos disponibles, en
función de las prioridades que ellos mismos aciertan a definir, en base a los equilibrios que
consideran necesario preservar o imponer en nuestras sociedades. Hoy les he transmitido un
ejemplo de cómo las torpezas (políticas, financieras), de unos pocos, pueden
comprometer apreciablemente el bienestar de todos. Y en el largo plazo.
(El informe McKinsey, en inglés, está aquí: http://www.scribd.com/doc/68386623/Sesar-Mckinsey-Full)
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