Real Time Web Analytics Bruselas10: Gasóleo

viernes, 14 de octubre de 2011

Gasóleo


(A día de hoy, esta es la diferencia tributaria de la gasolína sin plomo de 95 NO y el diésel. La Comisión europea quiere que esa diferencia desaparezca y algunos Estados miembros de la UE se están chupando los dedos)
Gráfico: F. Pescador


Hace unos días les revelaba a ustedes que soy bastante escéptico sobre la credibilidad de los argumentos que se nos ofrecen desde las instancias del poder (hay muchísimas, cada día más), para explicar determinadas actuaciones. Hoy tengo que reafirmarme en lo dicho, a cuenta de una historia que está pasando relativamente inadvertida en España: el próximo sartenazo fiscal que se anuncia sobre los carburantes.

La Comisión europea presentó en abril un proyecto de revisión de la Directiva que regula la tributación de los productos energéticos y la gente ha comenzado a echar cuentas. Ayer, por ejemplo, la Federación Belga de Industrias del Automóvil y la Motocicleta,  FEBIAC, denunció que los planes de la Comisión podrían entrañar un sobrecosto de 600 euros al año a los usuarios de vehículos que utilizan gasóleo como carburante. El gasoil sería, de facto, más caro que la gasolina.
Una cosa así sería un disparate económico, porque el gasóleo es más barato de producir que los diferentes tipos de gasolina; requiere menos esfuerzo de refino;  a los fabricantes les cuesta más barato procesar un litro de gasoil que otro de gasolina. Pero hete aquí que las instancias de poder echan mano del argumento ecológico y, bajo su protector manto, hasta la astracanada fiscal más grosera encuentra una justificación. “El efecto principal (de la pretendida reforma de la Directiva) en todos los Estados miembros, decía la Comisión en abril, será que tendrán que poner fin al actual trato fiscal distorsionador de la gasolina y el diesel. Este último paga ahora menos impuestos por litro que la gasolina en todos los Estados miembros salvo uno (el Reino Unido), pese a su mayor contenido energético y de CO2 en volumen. Esto ha llevado a una situación en que las señales de precios ya no pueden desempeñar su función: mientras que el precio del diesel (antes de impuestos) es más alto que el de la gasolina (debido a un exceso de demanda en la UE), esta proporción se invierte en las gasolineras debido a la fiscalidad. Esto se traduce a su vez en una mayor demanda de diesel pese a su penuria en la UE. La propuesta acabará con esta distorsión al aplicar una fiscalidad neutra a la gasolina y el diesel, así como a otros carburantes, tras un período transitorio de diez años para permitir a los agentes del mercado adaptar sus procedimientos industriales. La mayoría de los Estados miembros podrá conseguirlo mediante un aumento del tipo aplicado al diesel o una reducción del aplicado a la gasolina”.

Yves de Partz, especialista del automóvil en un principal periódico belga, abundaba ayer en el argumento “verde”, cuando afirmaba que “El objetivo (perseguido con la subida de impuestos) es uniformizar la tributación de los carburantes en función de la energía y de la contaminación. Suprimir la ventaja de la que, en este sentido, se beneficia hoy el diesel. El diesel consume menos, pero, en cambio, emite partículas para las que se han creado filtros, que no alcanzan a detener las partículas más finas, que son las más peligrosas para la población. Se da una paradoja: gobiernos como el belga incentivan mucho la compra de vehículos diesel, a través de las primas ya conocidas. El objetivo es disminuir las emisiones de CO2, de evitar el calentamiento de la Tierra. Se anima a la gente a comprar vehículos diesel; ahora se les va a tasar”.

¿Se acuerdan ustedes de cuando nuestros gobernantes cantaban las excelencias del diesel? Los coches duran más, consumen menos carburantes y no emiten determinados contaminantes cancerígenos, nos decían, para resaltar a continuación, con un mohín de malicia, que los japoneses no dominaban esa tecnología como los europeos, por lo que comprar un coche de gasoil equivalía a sostener a la industria europea del automóvil.

Lo que quizás ustedes no recuerden, pero yo sí, es que en 1989, cuando se adoptó la normativa sobre emisiones contaminantes de vehículos automóviles luego tantas veces revisada, se calculaba que los coches de cilindrada pequeña verían incrementado su precio en un 5% debido al costo del catalizador y a otras reformas necesarias en el diseño de los vehículos, para cumplir con los requisitos medioambientales entonces establecidos.

¿Y ahora todo eso no vale? ¿La solución está en subir los impuestos? ¿No será  que nuestros gobernantes han visto margen para recaudar más del gasóleo de automoción, por vía de la equiparación tributaria con la gasolina?

Lo dicho, no me creo nada.

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