Real Time Web Analytics Bruselas10: Parches

lunes, 24 de octubre de 2011

Parches


¿Se acuerdan ustedes de cuando Europa estaba a punto de hundirse porque el proyecto de Constitución europea había sido rechazado por franceses y holandeses? Yo sí; no hace tanto de ello. Aquella crisis data de 2005 y parecía que se iba a llevar por delante medio siglo de integración europea. Durante 4 años, hasta el 1 de diciembre de 2009, cuando el Tratado de Lisboa entró en vigor, el mundo asistió a una obscena confrontación pública de intereses nacionales en la supuestamente armoniosa Europa de los 27, la de las “fotos de familia”, que dejaba las proclamas de los objetivos y medios comunes al nivel de meras formulaciones de buena voluntad.

El malestar, además, no databa de 2005; venía arrastrándose desde la fallida negociación del Tratado de Amsterdam, (junio de 1997),  que intentaba articular una Unión Política con la que contrapesar el lanzamiento de la moneda única, el euro, decidida en 1991 y que vio la luz en 1999 como instrumento fiduciario. Al público llegó en 2002.

Hoy, 24 de octubre de 2011, estamos sufriendo las consecuencias de un diseño de divisa única defectuoso que ni el Tratado de Amsterdam, ni el de Niza (2000),  ni el proyecto de Constitución, ni sucesivas Conferencias Intergubernamentales, ni la Convención,  ni el Tratado de Lisboa que encontraron  acomodo, todos y cada uno de ellos, en algún momento de estos últimos cuatro lustros, han acertado a corregir.
Lo curioso del caso, si se me permite la evocación, es que cada uno de esos jalones de nuestra historia común reciente fue presentado como el instrumento necesario, si no imprescindible, para reforzar el proyecto de construcción comunitaria.

Algo verdaderamente básico está fallando en toda esta arquitectura cuando, tras dos décadas de discusión encarnizada, un socio del euro está a punto de suspender pagos, dos más, Portugal e Irlanda, se alimentan mediante perfusión financiera externa, otros dos, Italia y España, bracean para no ser tragados por el remolino y uno último, Francia, dice que los que bracean lo están haciendo bien, porque si esos caen engullidos por el vórtice, ella será la próxima en sufrir el tirón del abismo.

Las soluciones que se anuncian para esta crisis, la primera en 20 años que nos viene impuesta a los europeos desde fuera, a través de los mercados de capital, son todas ellas trapicheos: que si una refinanciación de la banca privada para compensarla por las pérdidas que va a sufrir cuando Grecia suspenda parcialmente pagos; que si una ampliación de capacidades de un Fondo de Rescate, que si nuevas reformas limitadas del Tratado para impedir el endeudamiento excesivo de los socios comunitarios… Parches.

En el mundo de la globalización, Europa necesita un marco jurídico estable y unos procedimientos eficaces y transparentes para maniobrar adecuadamente en defensa de unos intereses comunes que hay que definir en común. No los tenemos, ni el uno ni los otros, y el festín de los especuladores , tocados periódicamente a rebato por la campana de las agencias de calificación, corre camino de continuar, para zozobra de sociedades enteras que se pretenden prósperas pero que, en el fondo, son sólo caladeros henchidos para las redes de arrastre de los Soros y compañía.

Esto hay que tomárselo en serio de una vez por todas.

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