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domingo, 30 de octubre de 2011

Ser y estar

Sede de la Autoridad Bancaria Europea, en Londres

No tengo suficientes conocimientos sobre la realidad contable de los bancos europeos y sé que no la voy a tener nunca porque ellos no me lo van a contar y porque los órganos de supervisión bancaria, que deberían ser mis aliados en la búsqueda de las verdades financieras de la sociedad en la que vivo, tampoco me la van a revelar. Y conozco lo suficiente de técnicas de maquillaje de balances para creer en esas cuentas prodigiosas, que los grandes del sector suelen presentar en sus juntas generales de accionistas, como para creérmelas.

Pero para decirles lo que a continuación sigue tampoco es que me haga falta una información muy depurada sobre la realidad financiera de las instituciones europeas de ahorro y crédito, porque les voy a hablar de la última cumbre europea y de cómo el liderazgo se construye siempre, siempre, sobre la fuerza bruta.

Incluso en la pretendida por Nicolás Sarkozy "familia" europea.

En mis muchos años de actividad periodística no he asistido jamás a un ejercicio de abuso de autoridad tan descarado como el que tuvo lugar, en la noche del miércoles al jueves pasados, en el "Nivel 50" del Justus Lipsius, del que les hablaba el otro día en una entrada de este blog, el de las "colinas de escayola". En ese lugar y momento el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, tomó la decisión (quizás sería más propio decir que "formalizó" la decisión previamente asumida) de plegarse a las exigencias de Alemania, convalidadas por Francia, para que el Fondo de Rescate europeo (se llama de otra manera, pero a los efectos que nos interesan el nombre vale) alcanzara el billón de euros, lo que, de acuerdo con los cálculos al uso, aliviaría la ansiedad de los mercados monetarios sobre la capacidad de la UE para ayudar a los socios del euro en dificultades financieras.

La contrapartida reclamada por Alemania no era cualquier cosa: una devaluación del valor contable de la deuda española, suscrita sin reservas por los bancos españoles que han acudido reiteradamente en auxilio del Ejecutivo cuando la presión de los mercados arreciaba, y un nivel de recapitalización bancaria exigido a las instituciones españolas sólo superado por el impuesto a Grecia.

Por el conocimiento que tengo de la mecánica interna de los Consejos Europeos, sé que es muy difícil frenar un acuerdo de las características del que se alcanzó en la madrugada del jueves. Pero también entiendo que un país de la talla de España, con los intereses y capacidades financieras que atesora, no puede llegar a una reunión de estas características para quedar arrinconado entre la espada y la pared. Para verse obligados a admitir, sus representantes, una minusvaloración contable y el descrédito público de una banca, la privada española, que está, objetivamente, en mejores condiciones que su homóloga continental.

Fue Rodríguez Zapatero quien planteó inicialmente al propio Consejo Europeo, siguiendo planteamientos del Gobernador del Banco de España, Miguel Angel Fernández Ordóñez, la necesidad de realizar verificaciones sobre la capacidad de resistencia de los bancos europeos a diferentes supuestos, para despejar las dudas de los mercados. De aquella propuesta a la materialización de los primeros tests, que luego se repetirían, transcurrieron dos meses, un lapso de tiempo que nunca fue explicado pero que algunos identificamos como el necesario para que la banca europea se adaptara a las exigencias y fueran definidos los límites de aquel análisis.

Sus resultados estuvieron a la altura de aquellas sospechas: aprobaron bancos que luego tuvieron que ser nacionalizados; incluso los irlandeses y Dexia y un banco alemán se sustrajo al análisis, por razones nada convincentes.

El esfuerzo que la cumbre ha reclamado a los bancos españoles, siguiendo dictados del regulador bancario europeo, en cuyos órganos ejecutivos España no tiene plaza, es injusto y discriminatorio, porque mantiene la valoración nominal de los activos tóxicos que detentan otros bancos europeos, (la deuda griega, por ejemplo), que contamina los balances de instituciones francesas y alemanas. Gracias a esta operación, los balances de estos últimos cuadran con mayor facilidad y no requieren, por ello, inyecciones de capital tan contundenttes como las que se exige a los españoles.

Poco importa que al final, la posición del sistema financiero español vaya a ser más sólida que la de Francia y Alemania, una vez se ejecute la quita del 50% de la deuda griega avalada por la cumbre. La UE ha cometido una arbitrariedad de calibre demasiado grueso como para que sea olvidada porque la evolución de los acontecimientos termine marcada por el signo positivo.

Cabe preguntarse la razones de que España, cuarta economía del euro, no esté presente en los órganos ejecutivos de la Autoridad Bancaria Europea, y sí el Reino Unido, que no es parte de la moneda única. Se trata de un órgano creado en 2010. Tengo varias explicaciones pero hay una que quizás les haya pasado a ustedes inadvertida y que quiero exponerles aquí: España es un país de la Unión Europea asistido por los Fondos Estructurales y aunque una condición así no debería constituir ningún hándicap, en la vida real lo es.

La extraña dualidad de España (un país muy desarrollado en determinados servicios y regiones, y claramente subdesarrollado en otros), constituye un problema objetivo para su encaje como miembro de pleno derecho de lo que podríamos denominar la "cúpula" comunitaria. Así lo entendía Manolo Marín, cuando Felipe González se aprestaba a lanzar la operación de la cohesión comunitaria en 1988. Marín no la quería pero González (y Solchaga) sí. Y ganó, claro, la tesis de estos últimos.

Los flujos financieros europeos a España podrían haber sido justificados de otra manera que como ayudas al desarrollo español, (como compensaciones por desarme arancelario, etc.), pero se escogió la fórmula de la caridad europea porque abría la vía a dos mecanismos de largo alcance: la aceptación por los españoles de los sacrificios que estar en Europa nos iba a reclamar y, por supuesto, la facultad de reparto de dinero líquido que ganaban los políticos con ella.

El inconveniente era que las estructuras desarrolladas del país eran medidas con el rasero de las subdesarrolladas.

No puedo afirmar con certeza que si España no está en el Board de la EAB es porque España ha recibido, grosso modo, un billón de las antiguas pesetas al año desde 1989 hasta la fecha, todas las ayudas sumadas. Lo que sí sé es que los negociadores españoles han tenido que callar en circunstancias muy variadas, cuando se les ha recordado la condición de asistido del país cuyos intereses defendían.

Luego está lo del peso político de nuestros representantes ante Europa y el respeto que despiertan. Me acuerdo de Aznar en Berlín (1999) cuando se negó a aceptar la oferta del canciller Schroeder para las Perspectivas Financieras 2000-2007. Cuando se fumó el puro y obligó al alemán a ceder. En Berlín se dijo aquello de que "un canciller alemán no volverá a ser humillado en un Consejo Europeo".

En el caso que nos ocupa, el humillado ha sido el sector financiero español, por un sistema político en el que España carece de una representación acorde con su nivel.

Se trata, obviamente, de una anomalía que hay que corregir.

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1 comentario:

  1. Es muy fácil vivir del maná del que se ha beneficiado la sociedad española en su conjunto -aunque unos más que otros, como siempre, y los primeros los políticos-, pero si dejas el negocio en manos de un mono con pistolas pasa lo que pasa... y nos vemos donde nos vemos. En mayo de 2009, Charles Grant, del Centre for European Reform (CER), escribió un comentario en el que hacía notar cómo con Zapatero & Co. España había desaparecido del mapa europeo. Se preguntaba si al pairo del nuevo entorno -incluida la conjunción astral que iba a asombrar al mundo con la presidencia española de la UE y Obama en la Casa Blanca de que habló la otra- España podría volver por donde solía. "Es poco probable que España llegue a gozar de la influenca de Reino Unido, Francia o Alemania", concluyó Grant caritativamente.R

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