La
Comisión europea ha convalidado, como cabía esperar, el nudo central del
expediente contra España por ayudas de Estado en el sector Naval. El comisario
Almunia, que es, al tiempo, vicepresidente de la Comisión, lo ha confirmado en la
sala de prensa del Ejecutivo comunitario sin dar muestras de duda alguna o
confusión, y sin dejar de contestar a ninguna de las preguntas que le han sido
formuladas.
Los
medios informativos habituales estarán ofreciendo la noticia en todos sus
detalles; yo voy a centrarme en un aspecto que me parece importante, aunque
lateral al caso: el ridículo que han hecho autoridades y medios del sector, en
su aproximación al problema.
Nunca,
y "nunca" quiere decir exactamente eso: nunca, un país tiene que
hacer presión sobre las autoridades comunitarias como lo han hecho España y los
sectores industriales y financieros concernidos en este asunto del Naval. Constituye
un error de bulto más que respetable situar a un comisario europeo bajo el foco
de la interpelación pública, en plan de alegre muchachada "porque este es
de los nuestros". La Comisión europea no es un reino de taifas, donde cada
cual es el único responsable de su esfera de responsabilidad, y puede hacer con
ella lo que le da la gana. El marcaje de unos comisarios sobre los demás es
constante y profundo y nadie que pretenda mantener su credibilidad puede
presentarse ante los demás con medidas arbitrarias de apoyo a "los amigos".
Una pretensión tal es absurda, ridícula y contraproducente, pues el comisario
sometido a interpelación necesita distanciarse más de esa presión.
Posiblemente en ese abuso del foco haya que buscar la explicación de
comportamientos que chocaron en España días atrás, como el hecho de que Almunia
no recibiera a enviados del sector en mayo pasado.
Esa
estrategia se ha revelado desastrosa. Apuntar con la reprobación pública y
escandalosa a un comisario europeo, cuando el expediente discutido tiene todos
los parabienes de las instancias secundarias de la Comisión, incluido el
dictamen preceptivo del Servicio Jurídico, no sirve para la nada. A las
muestras me remito.
A veces
tengo la impresión de que España, sus estructuras de poder y de gobierno, tanto
políticas como económicas, viven todavía en los años ochenta. Los
gabinetes de los comisarios, entre otros, tienen acceso, en tiempo real, a todo
lo que se está diciendo o ha sido publicado sobre un tema concreto en todos los
países miembros, más Japón y los Estados Unidos. Después de años de ensayos, se
han desarrollado aplicaciones informáticas de complejidad enorme y capacidades
asombrosas, que permiten a Bruselas tener una imagen exacta, en tiempo real,
del clima de opinión nacional e internacional sobre cualquier asunto. Y son
procesos de recogida de información automáticos, que jerarquizan, incluso,
entre los temas presentados, pues han sido desarrollados con la última tecnología
de inteligencia artificial. ¿Pero acaso ha pensado nadie que semejante
alboroto por las ayudas al Naval español iba a pasar inadvertida entre los
enemigos de los astilleros españoles, que los hay, en el seno del Ejecutivo comunitario?
Les voy
a contar una anécdota: las discusiones sobre la liberalización de los servicios
postales europeos no comenzaron en las instituciones de la UE hasta que la
Deutsche Post estuvo preparada para afrontarla. Ese es el lobby que hay que
hacer en Bruselas; no lo de la alegre muchachada.
Y seguis utilizando el termino comunitario los periodistas.....hay que leerse el Tratado de Lisboa....no es Ejecutivo Comunitario!! por dios, pro-fe-sio-na-li-dad
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